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Ser psicólogo es ser un profesional formado en Ciencia de la Conducta. Comenzar así un texto puede sonar pretencioso, pero considero fundamental aclarar desde el principio que la Psicología es una ciencia, con un objeto de estudio propio, la conducta. Una vez dicho esto, comienzan los problemas: ¿estarían todos los psicólogos de acuerdo en esta definición? La respuesta no es fácil, ya que probablemente sería afirmativa en cuanto a que es una disciplina científica pero no estarían de acuerdo en cuanto a su objeto de estudio, la conducta. Y esto es así porque el término conducta se malentiende en muchas ocasiones y parece que solo nos estamos refiriendo a lo que las personas hacen, a lo observable. No vamos a repetir aquí lo que está publicado en decenas de textos:

 

  • Conducta es lo que se hace, se dice, se piensa, se siente y debe ser analizada como interacción entre el organismo y el entorno.
  • La distinción “dentro/fuera” no tiene sentido en Psicología, desde el momento que lo de “dentro” es cualitativamente igual a lo de “fuera”, con la salvedad de que únicamente es accesible a un solo observador.
  • Una psicología científica no debe utilizar en la explicación de la conducta términos mentalistas, tan frecuentes en nuestro lenguaje cotidiano, para explicar el comportamiento.
  • Las explicaciones psicológicas deben hacerse en términos que apelen a procesos naturales, concretamente a los procesos de aprendizaje que ocurren en las interacciones del individuo en su contexto.

 

Como ya he comentado en otros lugares, los psicólogos se enfrentan a graves problemas en sus intentos de desarrollar una disciplina digna. En primer lugar, por lo que se refiere a su objeto de estudio, la conducta: siendo enormemente compleja forma parte de nuestro día a día, por lo que todo el mundo se considera capacitado para hablar sobre ella y explicarla (confundiendo las explicaciones normativas, puramente racionales, con las explicaciones nomológicas, causales).

 

En segundo lugar, por la identificación de lo psicológico con lo subjetivo, lo inobservable y, por tanto, imposible de estudiar científicamente. Y de nuevo aquí se incurre en confundir el lenguaje cotidiano con el lenguaje propio de una disciplina; como psicólogos que somos, estamos obligados a reivindicar el uso de los términos en su acepción técnica, que es distinta de la del lenguaje común. Desde el momento en que la conducta es una interacción y, por lo tanto, no tiene materia, nada puede subyacer a esta. Lo subjetivo es una conducta más, que se hace manifiesta para cualquier observador porque el emisor de esa conducta la comunica por algún canal inteligible para el receptor. Los factores sociales, culturales y ambientales (experiencia vital), los factores fisiológicos, la actividad cerebral y el riesgo genético influyen, en distintas proporciones y de distinta manera en el resultado conductual final, el problema de que se trate.

 

Y esto nos lleva al tercer gran problema de los psicólogos, que es dejarse arrastrar por la creencia – absolutamente errónea – de que para ser ciencia hay que ser Neurociencia.

 

En primer lugar, la explicación de la conducta humana como un epifenómeno de la actividad cerebral incurre en graves errores epistemológicos. Por una parte, la búsqueda de las bases biológicas de la conducta se desarrolla como un intento de evitar el dualismo mente-cuerpo, pero en absoluto supera el dualismo cartesiano sino que simplemente cambia el foco causal: no somos lo que somos como fruto de la mente sino como fruto del cerebro. Pero explicar un fenómeno – la conducta, que es una interacción – a partir de la actividad cerebral – una de las partes de uno de los elementos que intervienen en dicha interacción – implica un reduccionismo neurobiológico inadmisible, no solo desde el punto de vista epistemológico sino que hasta el momento actual no se han encontrado correlatos cerebrales que expliquen la conducta humana. Tomemos el ejemplo de la llamada “enfermedad mental”: aunque a nivel neuroquímico pueda haber algunas alteraciones que aparecen en los diversos trastornos estudiados, a día de hoy no se ha conseguido establecer ningún marcador biológico específico tras años de investigación sobre los sustratos neurales de la psicopatología.

 

No existe una sola prueba de ello, a lo sumo una serie de correlaciones entre actividad cerebral y conducta, pero una correlación nunca es causalidad. Y ello sin plantearnos si la alteración cerebral es la consecuencia del problema mental más que causa del mismo. Si la actividad cerebral está en continua modificación por la acción del aprendizaje y los eventos vitales, el foco de atención hay que ponerlo en el aprendizaje y cómo este se ve afectado (y a su vez afecta) tanto por los eventos vitales como por la propia actividad cerebral. La carga genética hay que considerarla como una variable disposicional y no causal. Las personas nacemos como una página en blanco sobre la que hay que escribir la vida: el tipo de papel, su rugosidad, el tipo de tinta, su adherencia al papel, la posición al escribir, el lápiz o bolígrafo que usemos… influyen en la facilidad o dificultad de la escritura, pero el papel seguiría permanentemente en blanco si no se escribe sobre él. Pues el papel es el equivalente a la carga genética y todos los demás elementos con los que se escribe son los factores que explican la escritura: eventos vitales, variables biológicas, factores educativos… Y ese conjunto, esa interacción entre papel y elementos que posibilitan la escritura, son los que dan como resultado un escrito u otro, un comportamiento u otro, una personalidad u otra, en definitiva, una persona u otra. Por ello cuanto más sepamos de los factores que interactúan para que ocurran los procesos de aprendizaje que determinan el comportamiento, más sabremos de por qué ocurre dicho comportamiento.

 

En resumen, el carácter científico de la Psicología no hay que buscarlo en el reduccionismo neurobiológico porque la parte orgánica de la conducta es eso, una parte y no la causa. La explicación de la conducta hay que buscarla en los procesos de condicionamiento, procesos dinámicos de cambio que siguen unas estrictas leyes estudiadas en los laboratorios de Análisis Experimental de la Conducta desde principios del siglo pasado. El proceso de aprendizaje es el proceso de las sucesivas modificaciones de las conductas a partir de las experiencias. La metodología para estudiar dicho proceso es estrictamente psicológica, es decir, no mecanicista y dirigida al estudio de las asociaciones por contigüidad temporal, a diferencia de las ciencias biológicas, que trabajan con asociaciones por contigüidad físico-espacial (nexos mecánicos), metodología inútil para la investigación en conducta.

 

La Psicología, precisamente por su objeto de estudio, puede ofrecer grandes aportaciones a la sociedad, que van mucho más allá del campo clínico. El estudio de la conducta es la clave para entender al ser humano y por eso los psicólogos, como especialistas que somos en ese campo, tenemos que poner nuestro conocimiento al servicio del desarrollo de sociedades más libres, justas e igualitarias. Ello implica exigirnos al máximo en cuanto a fundamentación teórica, claridad conceptual y conocimiento de las bases experimentales de la conducta humana. Como afirmaban los autores fundacionales de nuestra disciplina, un psicólogo es un científico del comportamiento.

 

 

Dra. María Xesús Froxán Parga

Directora del grupo de investigación Acoveo de la Universidad Autónoma de Madrid y el Instituto Terapéutico de Madrid (España).

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