Cuando hablamos de “aceptación” es probable que pueda venir a nuestra mente un sinfín de ideas, una de las más comunes es que aceptar significa mantener una actitud pasiva ante alguna situación, el no movernos porque “ya no hay nada que hacer” o el simplemente aprender a “tolerar” aquellas cosas que no podemos cambiar.
Estás formas de entender la aceptación, aunque comunes, no necesariamente explican la esencia de lo que desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT por sus siglas en inglés) entendemos por aceptación.
Desde ACT, podemos entender la aceptación cómo “postura y actitud de estar constantemente abiertos, con conciencia y disposición hacia con nuestra experiencia, para así, estar en contacto con aquellas experiencias internas desagradables” entendiendo a estas experiencias como pensamientos, emociones, recuerdos, sensaciones, etc.
Es decir, el “problema” no es tener estos eventos internos, la mayoría de nosotros los experimentamos de manera frecuente, el eje de atención y donde radica realmente el problema es cuando nos “atoramos” en el polo opuesto a la aceptación, la “no disposición” o renuencia a tener contacto con esos eventos internos, y para ello invertimos gran parte de nuestras vidas en evitarlos, disminuirlos y querer eliminarlos, produciendo con esta “lucha”, un efecto paradójico, en el cual se intensifica aquello que pretendemos eliminar, con esto nuestro “sufrimiento” se intensifica también y eso nos lleva a desconectamos de lo que realmente es importante.
¿Puedes notar qué ocurre cuando intentamos eliminar o controlar nuestra experiencia?
La “aceptación” es una pieza fundamental de lo que llamamos “salud mental” descrita en las terapias contextuales, ACT incluida, como “flexibilidad psicológica”, se refiere a “la disposición del sujeto en ponerse en contacto con su experiencia momento a momento, entendiendo que el movimiento hacia lo que es realmente valioso, podrá llevarnos a experimentar momentos dolorosos, o experimentar experiencias no tan agradables”; la idea central en ACT no es eliminar o disminuir los procesos de rigidez o inflexibilidad, más bien, es ampliar el repertorio de acción del sujeto, basado en los ejes de flexibilidad y lo que el cliente valora realmente en su vida.
Acercarse a este tipo de visión no es necesariamente fácil, uno de los primeros pasos hacia la aceptación es darnos cuenta cuando no estamos siendo flexibles y abiertos hacia nuestra propia experiencia, tratar de evitar resistencias y “peleas” contra lo que de cualquier manera, en la realidad, está ocurriendo, puede ser de utilidad recordar que “el dolor es algo inevitable, es inherente al ser humano, sin embargo, el sufrimiento es opcional”.