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¿Por qué estoy estresado?

La respuesta corta: porque muchas situaciones en la vida pueden ser estresantes y no siempre sabemos cómo afrontar ese estrés de manera efectiva.

 

El estrés es una respuesta que tenemos ante eventos de nuestro contexto que llamaremos “estresores”, puede ser  una junta con los directivos, un examen, un pago pendiente, la tesis, etc. Estos estresores pueden ser algo que ocurre una vez, cada cierto tiempo o que están constantemente en nuestro contexto.

 

El estrés se ha etiquetado como una “emoción negativa” porque involucra las sensaciones desagradables o incómodas con las que todos estamos familiarizados. La realidad es que hasta aquí podríamos decir que, si tenemos algún estresor en nuestro contexto y tenemos una reacción de “estrés”, la situación es bastante comprensible.

 

La incomodidad de sentir “estrés” podría llevarnos a buscar soluciones a dicha situación: prepararnos para la junta, estudiar para el examen, buscar la forma de pagar, trabajar en la tesis, etc. Sin embargo, no siempre es así y las sensaciones incómodas, detonan en nosotros conductas de afrontamiento que no necesariamente son lo que más nos funciona para “resolverla” y que pase.

 

No sólo se trata de qué hacemos, es decir que conductas ejecutamos cuando estamos estresados;  sino también de cómo eso que hacemos a veces provoca que se potencialice ese estrés. En resumen: no es lo que hacemos, sino para qué nos funciona.

 

Sin pretender explicar todas las causas de estrés, me gustaría compartir tres explicaciones, probablemente las más frecuentes, del porqué a veces estamos estresados gran parte del tiempo:

 

1.- Estrés “contextual”:

Empezaremos por la razón más sencilla, a veces el contexto en el que estamos es estresante, con mucha frecuencia no reconocemos y validamos esto y luchamos para no sentirnos estresados en una situación que lo es; evidentemente nuestros esfuerzos son inútiles y terminamos desgastándonos por partida doble: sintiendo estrés y forzándonos a no sentirlo cuando lo sentimos, lo cual incrementa nuestro estrés.

Vale la pena destacar que hay ocasiones en las que una situación puede ser estresante para unas personas y otras no, dependiendo de sus aprendizajes, esas cuestiones más específicas podrían revisarse en lo particular en un proceso terapéutico.

A lo que acá me refiero es a observar si ese contexto/situación/persona provoca una reacción muy similar a la que estamos teniendo en otras personas con quienes lo comparta, por ejemplo, una oficina en la que todos se sienten estresados, cansados y sin ganas de ir, seguramente es un contexto “estresor”, cuyo efecto se provoca independientemente de los aprendizajes que cada una de las personas que labora en esa oficina puede tener.

 

Otro ejemplo es un jefe que regularmente alza la voz, es crítico y demandante, por lo general una persona con estas características provocará respuestas de estrés en todas las personas con quienes se comporte de esta forma.

 

Reconocer si el contexto en el que estás es estresante o qué tanto, puede ayudarte a medir si lo que sientes es “comprensible” y “válido”, no siempre se trata de que estés pensando mal o “no aguantes”.

 

A veces reconocer y validar que es la situación la que te está provocando esas sensaciones, puede ayudar a que lo afrontes de una manera que te funcione mejor.

 

 

 

2.- Procrastinar:

Evitar, dejar para después, “aventar para adelante”, “dejar para mañana lo que se puede hacer hoy”… cuando tenemos una situación “estresora”  que nos provoca incomodidad es relativamente fácil ponernos a hacer cualquier otra cosa (útil o no) para no enfrentarnos a esa situación.

 

A veces esta evitación es muy evidente: ver series, revisar redes sociales, ver videos. Algunas otras, nos ponemos a hacer algo “útil” que probablemente tengamos que hacer o atienda a algo que necesitamos, pero que no “corresponde” hacer en ese momento, por ejemplo, en lugar de preparar la junta de mañana, ponerme a sacar la ropa que ya no uso; o en lugar de trabajar en la tesis, desarrollar un plan de ahorro para el futuro.

 

Cuando procrastinamos o “aventamos para adelante” un estresor, de inmediato podemos sentirnos “aliviados”, al decirnos “lo hago después, mañana, al rato” es muy probable que se reduzca o desaparezca la incomodidad y  que realmente tengamos la intención de hacerlo en otro momento.

 

Sin embargo, hacer esto repetidamente nos lleva a que eventualmente se nos acabe el tiempo y tengamos que  afrontar aquello que estuvimos evitando: preparar la junta, estudiar para el examen, buscar la forma de pagar, terminar la tesis, sólo que por el poco tiempo que tenemos para hacerlo, porque ya nos lo están exigiendo, porque es demasiado trabajo y en resumen porque algo se ha “acumulado”, lo debemos hacer bajo un nivel mucho mayor de estrés.

 

Ante esto, hay personas que aseguran que “están acostumbrados a trabajar bajo presión/estrés”, y probablemente si, en ocasiones es necesario. Pero si están “acostumbradas” a procrastinar, seguro les beneficiaría tener formas más funcionales de trabajar, para al menos reducir la intensidad del estrés al que se someten, porque si, lo “terminan resolviendo”, pero ¿a qué costo?

3.- Renunciar a mis necesidades básicas

A veces como resultado de la procrastinación o como una respuesta inicial para resolver “lo antes posible” las situaciones estresantes, sacrificamos la atención de nuestras necesidades fundamentales, aclaro acá que hacerlo en algunas ocasiones es necesario y puede ser funcional, me refiero a que sea la forma en como “normalmente” afrontamos el estrés: dejar de comer (o comer “cualquier cosa”), dormir, ir al baño, salir, ver amigos, hacer ejercicio, son con frecuencia las “soluciones” ante las demandas que nos plantea un “estresor”, y por lo general podemos hacerlo durante algún tiempo, pero al tratarse de necesidades básicas, el no hacerlo pronto nos “cobra la factura”, y notamos que la intensidad de algunas respuesta se eleva significativamente y empiezan a aparecer otras, como irritabilidad, intolerancia, cansancio extremo, enfermedades físicas, etc.

 

Cuando esto ocurre, no podemos funcionar “normalmente” y obviamente no avanzamos tan rápido y eficientemente, lo cual puede incrementar el estrés, y así en una bola de nieve que puede hacerse bastante grande.

 

Como lo mencioné anteriormente, no pretendo dar una explicación para todas las situaciones, ni para todas las personas. El estrés, como todas las emociones, tiene muchos componentes involucrados y se requeriría revisar cada caso en particular para identificar aquellos factores específicos que le llevan a ello y también el plan para atenderlo, sin embargo, estas ideas que comparto pueden plantear un panorama general, invitar a la reflexión por si estás cayendo en alguna de estas situaciones y pensar en qué podría ayudarte a disminuirlo.

 

Te comparto también algunas pautas generales que pueden ayudar a reducir el estrés:

 

  • Valida lo que sientes, esto quiere decir reconocer, dar lugar y aceptar algo que sientes, aunque sea incómodo, “no tenga sentido” o no te funcione. Cuando damos espacio al estrés, en lugar de pelear con él, tenemos más recursos para afrontarlo efectivamente.

 

  • Identifica si estás en una situación “estresora”, observa si otras personas se sienten así, no te exijas no sentir nada si no se puede, el estrés puede ser bastante funcional si lo usamos a nuestro favor y lo afrontamos efectivamente; a veces es necesario cambiar de situación, o si no podemos, aceptar y validar que es una situación que nos generará estrés mientras estemos ahí puede ayudarte a no exigirte no sentir nada.

 

 

  • Organiza de manera realista tus tareas, ni dejando todo para el último, ni pretendiendo resolver todo inmediatamente, seguir una agenda, una lista de tareas, programar actividades y priorizar puede ayudarte a gestionar de mejor manera las situaciones en las que hay mucho qué hacer.
  • Intenta “mejorar” el ambiente o espacio en el que estás para hacerlo más agradable para ti, tanto como sea posible.

 

  • Da importancia a las conductas de autocuidado, atiende tus necesidades, no te dejes al último; si renuncias o sacrificas lo que necesitas, no tendrás recursos para resolver las situaciones que debes atender.

 

  • Como siempre lo sugiero, si es demasiado y necesitas apoyo para gestionar tu estrés, es válido que pidas ayuda a un psicoterapeuta, quien te ayudará a entender por qué has llegado a esa situación y cómo resolverlo.
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Mtra. Laura Gomez Llanos

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