Recientemente ha tenido lugar un importante cambio constitucional en México a partir del cual está prohibido vender y consumir ciertos alimentos, comúnmente conocidos como «comida chatarra». Esta decisión ha despertado un importante debate sobre si con esta medida se mejora la salud de la niñez. Aunque la intención puede parecer positiva, es necesario analizar sus implicaciones, especialmente cuando estas medidas pueden reforzar narrativas de control corporal y castigo, en lugar de fomentar una relación saludable con la comida y el cuerpo.
Uno de los principales riesgos de prohibir alimentos en la infancia es que, lejos de disminuir su consumo, puede aumentar el deseo por lo restringido. Esta reacción no es un capricho: forma parte de la manera en que los seres humanos, especialmente los menores, responden a la imposición y al control. En muchos casos, este tipo de restricciones puede derivar en conductas como el consumo oculto, la culpa al comer, o una relación poco saludable con los alimentos. Es fundamental reconocer que ningún alimento, por sí solo, causa daño o “sobrepreso”; como dice el dicho: “El veneno está en la dosis”, entonces un alimento no es en si mismo bueno o malo, siempre dependerá de la frecuencia y el contexto de la alimentación en general.
Además, este tipo de políticas corren el riesgo de reforzar la gordofobia, al asociar de manera implícita a ciertos cuerpos con malos hábitos o enfermedades. La salud no se mide por el peso, y reducir la complejidad del bienestar infantil a la restricción de alimentos estigmatiza a niñas y niños con cuerpos diversos, promoviendo la vergüenza corporal en lugar del cuidado genuino. Las infancias merecen crecer en entornos que respeten sus cuerpos, sin presiones estéticas ni mensajes que las hagan sentir inadecuadas por cómo lucen o qué comen.
Más que prohibir, es esencial educar. La educación alimentaria debe ser respetuosa, inclusiva y basada en el disfrute, no en el miedo. Enseñar a los niños a conocer y valorar los alimentos, a escuchar sus señales de hambre y saciedad, y a disfrutar de una variedad de sabores, debe ser el centro de cualquier estrategia. Las familias y comunidades pueden jugar un papel vital en este proceso, ofreciendo opciones nutritivas y sabrosas sin caer en discursos moralizantes sobre la comida.
Otro aspecto clave para promover la salud infantil es el acceso a espacios seguros para el movimiento y el juego. La actividad física no debe ser vista como una forma de “compensar” lo que se come, sino como una herramienta poderosa para fortalecer el cuerpo, la mente y las emociones. Correr, brincar, bailar, jugar en equipo, explorar su entorno… todo eso contribuye al bienestar integral de niñas y niños. Pero para que esto sea posible, necesitamos parques accesibles, escuelas con infraestructura adecuada y comunidades que prioricen el derecho al juego.
Fomentar el movimiento no solo mejora la salud física, sino que también refuerza las habilidades sociales y el manejo del estrés. Además, ayuda a que los niños se conecten con su cuerpo desde el gozo y no desde la culpa. Por eso, cualquier política pública orientada al bienestar infantil debe incluir no solo mensajes sobre alimentación, sino también inversión en entornos que promuevan el juego libre, el deporte recreativo y la expresión corporal.
Finalmente, hay que reconocer que restringir alimentos sin una estrategia educativa adecuada puede ser contraproducente. En lugar de generar hábitos duraderos, puede sembrar miedo y culpa Apostar por la educación, el acompañamiento respetuoso y la construcción de una relación sana con la comida es el camino más efectivo para formar infancias saludables y seguras de sí mismas.
En conclusión, promover hábitos saludables en la infancia requiere un enfoque integral, libre de juicios, castigos y estigmas. No se trata de prohibir ni de señalar, sino de educar, de acompañar y de crear entornos que nutran tanto el cuerpo como la mente. Solo así podremos construir una generación más sana, más libre y más feliz.
Mónica García Gutiérrez
Terapeuta Conductual-Contextual
Certificada en Alimentación Respetuosa y Liberación Corporal