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Por muchos años, no sentí orgullo. Sentí miedo.

Miedo de mostrarme como soy. Miedo al rechazo. Miedo a perder a personas que pensé que dejarían de amarme si conocían esa parte de mí.

Pensé que esconderme me protegería. Que, si ocultaba esa parte de mí, todo estaría bien. Pero lo que parecía protección era, en realidad, una cárcel. Una celda invisible que me alejaba de los demás, pero, sobre todo, de mí misma.

Con el tiempo entendí que esa parte que intentaba ocultar no era un defecto, ni un problema, ni una amenaza. Era una parte tan mía, tan importante como cualquier otra. Vivir negándola tenía un costo que pagué durante años, poco a poco, sin darme cuenta.

Una vez que me permití ser quien soy, muchas partes de mi historia empezaron a tener sentido. Cosas que antes me dolían sin saber por qué. Momentos de mi infancia o adolescencia que no lograba entender. Sentimientos que no tenían nombre. De pronto, todo empezó a encajar. Ya no era confusión, era identidad. Comprendí que no estaba rota: estaba escondida.

A veces creemos que al callar evitamos el dolor. Pero ese silencio también duele. Pesa. Oprime. Resulta que, tratar de evitar el dolor no lo elimina, solo nos da nuevos dolores.

 

Salir de ese lugar no fue fácil. Me tomó tiempo darme cuenta. Mucha ayuda. Mucho amor (incluyendo el mío). Hasta que un día entendí sé que ser yo no daña a nadie. No tengo que proteger a otros de quien soy.

Muchas veces este camino sigue sin ser fácil, pero también he aprendido que dejar de esconderse vale la pena. Vale la pena vivir siendo fiel a quien eres. Aún cuando hay dudas, porque nada duele más que negarte.

Hoy, ese miedo todavía aparece a veces. Aún me escondo, a veces. Pero también hay orgullo. Orgullo por haber llegado hasta aquí. Por mirar atrás y abrazar a la persona que fui, a esa niña que no entendía lo que pasaba. Orgullo de seguir caminando, con todo lo que soy.

Orgullo de ser completa y plenamente, yo.

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Cuando todo cambia: cómo manejar la ansiedad ante los grandes giros de la vida

Los cambios significativos, como mudanzas, rupturas, nuevos trabajos, diagnósticos médicos, embarazos, pérdidas o transiciones de etapa (como entrar a la universidad o jubilarse), suelen desatar una ola de emociones. Entre ellas, la ansiedad suele tomar un papel principal; que puede manifestarse como un nerviosismo constante, pensamientos catastróficos, problemas para dormir o síntomas físicos como opresión en el pecho, sensación de vacío en el estómago o taquicardia.

Desde las terapias conductuales de tercera generación, especialmente desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), sabemos que la ansiedad no es nuestro enemigo, sino una señal natural de nuestro sistema que intenta protegernos. Sin embargo, muchas veces nuestras reacciones automáticas para evitar o controlar esa ansiedad solo terminan generando más malestar y nos alejan de lo que realmente valoramos.

¿Por qué los cambios nos generan ansiedad?

Los seres humanos somos criaturas de hábitos. Nuestro cerebro está programado para buscar certeza, familiaridad y control. Los cambios importantes suelen sacarnos de esa zona de confort, obligándonos a enfrentar la incertidumbre, el “no saber qué viene” o el miedo a cometer errores. La ansiedad surge como una respuesta anticipatoria: intenta prepararnos para lo que podría salir mal. Pero en su afán de “ayudarnos”, puede intensificarse hasta hacernos sentir paralizados o abrumados. El verdadero problema no es sentir ansiedad, sino cómo respondemos a ella.

Evitar no siempre ayuda

Es común que, ante la ansiedad, evitemos situaciones, personas o decisiones importantes. También podemos caer en patrones de control, como sobrepensar todo, buscar garantías externas o mantenernos ocupados constantemente para no sentir. Aunque estas estrategias pueden ofrecer un alivio momentáneo, a largo plazo alimentan la ansiedad y nos desconectan de nuestras metas personales. Por ejemplo, alguien que teme fracasar en un nuevo trabajo puede evitar asumir riesgos, lo que a su vez puede limitar su crecimiento y oportunidades.

Cute woman makes a choice between healthy and harmful food.

Escuchar, comprender y actuar puede salvar vidas

Cada año, el 2 de junio se conmemora el Día Mundial de Acción por los Trastornos de la Conducta
Alimentaria (TCA). Más allá de una fecha en el calendario, es un llamado urgente a visibilizar,
sensibilizar y actuar frente a una problemática creciente que afecta a millones de personas en el
mundo.
Los TCA, no son simplemente una “mala relación con la comida”. Son condiciones complejas que
involucran aspectos biológicos, psicológicos y sociales, y que impactan profundamente en la salud
física, emocional y social de quienes los viven.
Una realidad que no podemos ignorar
 Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos alimentarios afectan
principalmente a adolescentes y mujeres jóvenes, pero cada vez hay más casos en
hombres, niños y personas adultas.
 La anorexia nerviosa es uno de los trastornos psiquiátricos con mayor tasa de mortalidad:
se estima que entre el 5% y el 10% de las personas diagnosticadas fallecen como
consecuencia directa o indirecta de la enfermedad (Arcelus et al., 2011).
 En México, se calcula que 1 de cada 10 adolescentes ha experimentado algún tipo de TCA,
y muchos casos no son detectados ni tratados a tiempo (IMSS, 2023).
 Un estudio del Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry alertó
sobre un aumento significativo de hospitalizaciones por TCA durante la pandemia,
especialmente en adolescentes mujeres.
Detrás de cada síntoma, hay una historia
Quienes viven con un TCA suelen experimentar culpa, ansiedad, vergüenza y aislamiento, y
muchas veces no piden ayuda por miedo a no ser comprendidos. A menudo, los síntomas se
confunden con fuerza de voluntad, disciplina o modas alimentarias, cuando en realidad son
señales de un profundo sufrimiento emocional.
Por eso, hablar de los TCA es también hablar de salud mental, presión estética, autoestima,
trauma, y entornos familiares y sociales que pueden actuar como factores protectores o de riesgo.
Lo que sí ayuda
 Escuchar sin juzgar, validar las emociones y abrir espacios seguros para hablar del cuerpo,
la comida y la imagen personal.
 Evitar comentarios sobre el peso o la apariencia física de los demás, incluso si parecen
positivos.
 Informarse y educarse: los mitos en torno a los TCA dificultan su detección y tratamiento.

 Buscar apoyo profesional. El tratamiento integral puede incluir psicoterapia,
acompañamiento nutricional, atención médica y, en algunos casos, intervención
psiquiátrica.
 Fomentar el autocuidado desde el respeto y no desde la exigencia o el castigo.
Una invitación a ser parte del cambio
Este 2 de junio, sumémonos al movimiento por la comprensión y el respeto. Si eres profesional de
la salud, educador, madre, padre, amigo o simplemente alguien que quiere hacer una diferencia,
tu voz y tus acciones importan.
Reconocer que los TCA existen y que necesitan atención profesional y compasiva es el primer paso
para generar un entorno más sano para todos.
“Cada cuerpo merece cuidado, dignidad y compasión. Hablar salva. Escuchar transforma. Actuar
cambia vidas.”

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El lado oculto de prohibir comida a la infancia

Recientemente ha tenido lugar un importante cambio constitucional en México a partir del cual está prohibido vender y consumir ciertos alimentos, comúnmente conocidos como «comida chatarra». Esta decisión ha despertado un importante debate sobre si con esta medida se mejora la salud de la niñez. Aunque la intención puede parecer positiva, es necesario analizar sus implicaciones, especialmente cuando estas medidas pueden reforzar narrativas de control corporal y castigo, en lugar de fomentar una relación saludable con la comida y el cuerpo.

Uno de los principales riesgos de prohibir alimentos en la infancia es que, lejos de disminuir su consumo, puede aumentar el deseo por lo restringido. Esta reacción no es un capricho: forma parte de la manera en que los seres humanos, especialmente los menores, responden a la imposición y al control. En muchos casos, este tipo de restricciones puede derivar en conductas como el consumo oculto, la culpa al comer, o una relación poco saludable con los alimentos. Es fundamental reconocer que ningún alimento, por sí solo, causa daño o “sobrepreso”; como dice el dicho: “El veneno está en la dosis”, entonces un alimento no es en si mismo bueno o malo, siempre dependerá de la frecuencia y el contexto de la alimentación en general.

Además, este tipo de políticas corren el riesgo de reforzar la gordofobia, al asociar de manera implícita a ciertos cuerpos con malos hábitos o enfermedades. La salud no se mide por el peso, y reducir la complejidad del bienestar infantil a la restricción de alimentos estigmatiza a niñas y niños con cuerpos diversos, promoviendo la vergüenza corporal en lugar del cuidado genuino. Las infancias merecen crecer en entornos que respeten sus cuerpos, sin presiones estéticas ni mensajes que las hagan sentir inadecuadas por cómo lucen o qué comen.

Más que prohibir, es esencial educar. La educación alimentaria debe ser respetuosa, inclusiva y basada en el disfrute, no en el miedo. Enseñar a los niños a conocer y valorar los alimentos, a escuchar sus señales de hambre y saciedad, y a disfrutar de una variedad de sabores, debe ser el centro de cualquier estrategia. Las familias y comunidades pueden jugar un papel vital en este proceso, ofreciendo opciones nutritivas y sabrosas sin caer en discursos moralizantes sobre la comida.

Otro aspecto clave para promover la salud infantil es el acceso a espacios seguros para el movimiento y el juego. La actividad física no debe ser vista como una forma de “compensar” lo que se come, sino como una herramienta poderosa para fortalecer el cuerpo, la mente y las emociones. Correr, brincar, bailar, jugar en equipo, explorar su entorno… todo eso contribuye al bienestar integral de niñas y niños. Pero para que esto sea posible, necesitamos parques accesibles, escuelas con infraestructura adecuada y comunidades que prioricen el derecho al juego.

Fomentar el movimiento no solo mejora la salud física, sino que también refuerza las habilidades sociales y el manejo del estrés. Además, ayuda a que los niños se conecten con su cuerpo desde el gozo y no desde la culpa. Por eso, cualquier política pública orientada al bienestar infantil debe incluir no solo mensajes sobre alimentación, sino también inversión en entornos que promuevan el juego libre, el deporte recreativo y la expresión corporal.

Finalmente, hay que reconocer que restringir alimentos sin una estrategia educativa adecuada puede ser contraproducente. En lugar de generar hábitos duraderos, puede sembrar miedo y culpa Apostar por la educación, el acompañamiento respetuoso y la construcción de una relación sana con la comida es el camino más efectivo para formar infancias saludables y seguras de sí mismas.

En conclusión, promover hábitos saludables en la infancia requiere un enfoque integral, libre de juicios, castigos y estigmas. No se trata de prohibir ni de señalar, sino de educar, de acompañar y de crear entornos que nutran tanto el cuerpo como la mente. Solo así podremos construir una generación más sana, más libre y más feliz.

 

Mónica García Gutiérrez

Terapeuta Conductual-Contextual

Certificada en Alimentación Respetuosa y Liberación Corporal

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El diagnóstico tardío en mujeres autistas

Desde la década de los noventa, la práctica clínica comenzó a identificar a mujeres que, a lo largo de su vida, habían enfrentado grandes retos y dificultades para comunicarse, desenvolverse socialmente y adaptarse a su entorno por diversas razones. Muchas de ellas recibieron diagnósticos de ansiedad, depresión u otros cuadros que no correspondían al espectro autista. Fue hasta la adultez que obtuvieron un diagnóstico concluyente de autismo, luego de haber vivido un historial de dificultades, tratamientos poco adecuados o insuficientes, y un profundo desgaste emocional, acompañado de una sensación de decepción hacia la atención psicológica y médica recibida hasta ese momento.

Sabemos que el autismo es una condición del neurodesarrollo que puede identificarse durante los primeros cuatro años de vida. En esta etapa, suelen observarse manifestaciones divergentes en áreas como la comunicación y el lenguaje, la interacción social, el pensamiento y el procesamiento sensorial.

Entonces, ¿qué sucedió para que las personas de su entorno, especialmente los profesionales de la salud a los que acudieron en busca de ayuda, no se dieran cuenta de que estaban dentro del espectro autista?

Aunque aún se requiere más investigación, actualmente entendemos que existen ciertas características que se presentan principalmente —aunque no exclusivamente— en mujeres, las cuales dificultan su detección y diagnóstico temprano, incluso en la edad adulta.

Entre las características más consensuadas se encuentran:

  1. Juego simbólico: Desde la primera infancia, muchas niñas en el espectro muestran un juego de ficción más desarrollado que el que se espera estereotípicamente en niños con autismo. Sin embargo, este juego simbólico suele ser menos flexible y recíproco en comparación con el de niñas con desarrollo típico.
  2. Menor expresión de conductas disruptivas: Tienden a presentar menos conductas agresivas o de hiperactividad que los varones, lo que hace que “llamen menos la atención” y, en consecuencia, la evaluación diagnóstica se solicite de manera más tardía.
  3. Participación social superficial: Suelen involucrarse socialmente de manera más visible que los varones, pero sin que exista una verdadera reciprocidad en las interacciones. A menudo observan, imitan y reproducen conductas sociales para poder incluirse, pero, sin comprender del todo su significado. Algunas se mantienen en un “bajo perfil”, se muestran tímidas y por tanto difíciles de conocer, otras se muestran más extrovertidas, pero sus estrategias de interacción no siempre les permiten comprender ni integrarse con facilidad en el entorno social.
  4. Comportamientos rígidos menos evidentes: Aunque puedan presentar pensamiento inflexible, los comportamientos repetitivos o rígidos suelen ser menos notorios que en los varones.
  5. Intereses específicos menos llamativos: Los intereses intensos y específicos característicos del espectro autista también están presentes en las mujeres, pero tienden a ser más socialmente aceptados o comunes (por ejemplo: animales, moda, naturaleza, literatura, manualidades). No obstante, se mantienen como intereses profundos, con poco margen de variación y gran conocimiento sobre el tema, además de preferencia por hablar exclusivamente de ellos.
  6. Altas capacidades de compensación: Cuando presentan un coeficiente intelectual promedio o superior, muchas mujeres desarrollan mecanismos de adaptación y afrontamiento que les permiten “encajar” superficialmente en su entorno, requiriendo aparentemente menos apoyo y ajustes razonables. Esto también puede retrasar la búsqueda de una valoración diagnóstica.

Por todo lo anterior, considero que el diagnóstico tardío en mujeres autistas puede atribuirse a varios factores. Uno de ellos es la persistencia de estereotipos sobre el autismo —como el “genio incomprendido”, el individuo solitario sin interés por las personas, con comportamientos extremos o muy por fuera de los esperado y faltos de contacto visual o de emociones— que impiden ver la amplia diversidad del espectro. También influye la expectativa errónea de que las conductas autistas se manifiestan de la misma manera en mujeres y en hombres. A esto se suma la falta de información y capacitación que, caracterizó a muchos de los profesionales disponibles en aquel entonces para diagnosticar y tratar a las generaciones actuales de mujeres adultas que hoy descubren su lugar en el espectro, especialmente aquellas mayores de 30 años.

Esta realidad ha llevado a muchos clínicos a cuestionarse si es necesario contar con

protocolos de evaluación específicos para mujeres autistas. Sin embargo, como

señala Judith Gould:

 

“Los criterios no son género específicos. El punto es cómo los clínicos interpretan los criterios, más que cambiar los criterios. La clave es hacer las preguntas adecuadas y desafortunadamente eso solo viene de la experiencia y conocimiento sobre la presentación de la condición en el sexo femenino. Educar a profesionales es uno de los caminos”

Mas allá de desarrollar filtros, tests o perfiles exclusivos para evaluar a la población femenina, las buenas prácticas nos exigen comprender a fondo las características esenciales del espectro autista -independientemente del genero- y aprender a identificar la enorme diversidad de formas en que puede. Manifestarse. Esto es especialmente importante en mujeres, aunque no exclusivamente: también hay varones que podrían pasar desapercibidos si seguimos aferrándonos a una visión limitada de “cómo se ve el autismo”.

Ahora bien, es importante tener cierta precaución: evitar caer en el extremo opuesto, en el que el espectro se vuelve tan amplio que cualquier persona con algunas de las características pueda ser considerada dentro de el. Pero esa… ya es otra historia.

Escrito por:
Psic Laura A Rios Sánchez
Co fundadora centro ATZAN

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El Duelo por la Pérdida de un compañero de 4 patas

¿Amas a los animales? ¿Tienes algunos en este momento viviendo junto contigo? ¿No eres tan afín a ellos?

¿Te gustan los perros?

Puedo decirte que yo soy un amante de los animales, en especial de los perros, creo que el perro es uno de mis animales favoritos…. he podido encontrar en ellos el valor del amor y la nobleza incondicional.

En estos últimos años he podido ser testigo del cuidado que se ha ido teniendo por ellos, así como de la enorme búsqueda que existe de poder tener a un fiel compañero peludo en casa, aunque, para serte sincero, aún faltan ciertas pautas para mejorar el trato que hay hacia ellos, así como proteger y pelear por sus derechos.

Al hablar del afecto y cariño que podemos llegar a tener con ellos, es inevitable no hablar del “vínculo” que establecemos con nuestros peludos.

Y el vínculo, en términos generales, es este lazo que desarrollamos con las personas y animales que nos rodean mediante el contacto físico, los abrazos, besos, tiempo y energía que dedicamos a estar con ese ser que amamos.

El vínculo se construye a través del tiempo y el espacio, no olvides esta palabra que será clave más adelante.

Al hablar de vínculo necesitamos conocer y saber también sobre la “perdida” que es, en términos simples, la ausencia física o emocional de ese alguien o de ese algo especial en nuestra vida.

Así que, cómo puedes imaginar, en algún momento de nuestra vida, llegará el momento de decir adiós a ese fiel compañero peludo.

Y se el dolor que ello puede generar, ya que hace no mucho perdí a mi compañera peluda de vida, Becky.

Es por ella que decidí hablarte de cómo podemos transitar este dolor, pero también para decirte que tú dolor importa, deseo puedas sentirte acompañado y validado, ya que tristemente existe alrededor de este duelo mucho desconocimiento, indiferencia e incluso es invisibilizado.

 

“No seas exagerado” “era solo un animal” “puedes adoptar otro” son algunas de las frases que podemos escuchar de las personas que más amamos, sean amigos, familiares o nuestras parejas.

Y aunque vienen de una buena intención, el dolor que nos generan puede ser insoportable.

Creo que una parte importante es reconocer que no hemos podido recibir formación para entender el proceso por el que tendremos que pasar al despedirnos de alguien a quien amamos, qué emociones vamos a sentir, que funciones tienen y cómo podemos gestionarlo y las pautas de acción que nos ayuden a sobrellevarlo.

Así que es válido que no sepas muy bien que hacer con lo que estás sintiendo.

Quiero contarte que, como en todo duelo, no existe una fórmula mágica que funcione con todos, o que sea rápida o lenta.

Cada uno necesitamos tiempos, espacios y herramientas distintas.

Así que una de las primeras cosas que te animo a conectar es con tu auto cuidado.

Cuando recién perdemos a nuestros amigos peludos, solemos descuidar áreas tan importantes en nuestra vida como lo es el aseo personal, la alimentación y algún tipo de ejercicio o hobby.

Al desconectarnos de esto, solemos ser más vulnerables ante las cosas que nos lleven a traer a la mente a nuestro amigo.

Lo segundo es que puedas hacer un diario de tus emociones, que puedas ir registrando cómo es que te sientes y que cosas te podrían hacer sentir un poco más de estabilidad y equilibrio ante el caos del duelo. Al hacerlo, nos damos el espacio de reconocer y validar lo que sucede dentro de nosotros, y por tanto, le damos importancia.

Lo tercero sería poder estar más que nunca, conectado con tu red de apoyo (familiares, amigos o algún profesional de la salud) ya que no necesitas atravesar esto solo/a.

Lo cuarto es que puedas crear ya sea un álbum, collage o gráfico donde puedas plasmar todos los momentos que viviste junto a tu Peludito, ya que al verlos, podrás conectar de vuelta con todas esas tardes de sol, esas idas al parque o al veterinario. Es crear un espacio donde tu amigo siga estando presente.

Lo quinto es que puedas, si lo deseas, expresarle a tu amigo a través de un escrito, un diálogo o simplemente meditando, lo que el/ella significa para ti, que puedas conectar con todas esas cosas que los unieron, que los hicieron ser los mejores amigos, y que puedas transformarlas en acciones que puedan honrar ese legado que el/ella dejó en ti, ya que no muere lo que no olvidamos.

 

Sabes algo, suelo decirles a mis consultantes en duelo que cuando sientes el dolor por la ausencia de ese ser que tanto aman, es una señal del amor que siguen teniendo, del vínculo que se formó y que siempre existe en cada recuerdo, espacio y lugar que se compartió.

Te abrazo grande si estás pasando por una perdida, puedo entenderte….

También mi deseo es que en este escrito puedas encontrar una pequeña luz de esperanza en medio de la oscuridad de la pérdida, no estás solo/a.

Psic. Jesús Briseño

Terapeuta contextual especialista en Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)

 

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Más Allá de la Apariencia: El Impacto Psicológico de los Trastornos de la Conducta Alimentaria

Hablar de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) es abordar el problema de salud mental con la mayor tasa de mortalidad entre todos los incluidos en el DSM-5.

En este artículo, me gustaría profundizar en qué son los TCA. Estas enfermedades mentales graves se clasifican en varias categorías, como la bulimia nerviosa, la anorexia nerviosa, el trastorno por atracón, los trastornos alimentarios no especificados, entre otros. A pesar de sus diferencias en la forma en que se manifiestan, la mayoría comparten características comunes, como la sobrevaloración del peso y la apariencia física, combinada con esfuerzos dañinos y constantes por alcanzar un ideal estético (típicamente irreal e inalcanzable).

Un error común es asumir que una persona con un trastorno alimentario simplemente tiene un conflicto con su apariencia física y su peso. Aunque estos factores pueden estar presentes en muchos casos, reducir la complejidad de un TCA a esta idea es como decir que la Tierra es un objeto redondo flotando en el espacio: técnicamente cierto, pero insuficiente para comprender toda su realidad.

Muchas personas con TCA llegan a odiar su cuerpo debido a la brecha que perciben entre cómo se ven y cómo les gustaría verse. Tradicionalmente, esta figura idealizada se asocia en las mujeres con una silueta delgada y en los hombres con un cuerpo musculoso. Sin embargo, no es una regla universal: algunos hombres buscan un cuerpo delgado, mientras que muchas mujeres persiguen una figura más orientada al fitness. De hecho, hay estudios que reafirman como el surgimiento de redes sociales como Instagram, Pinterest y Facebook han favorecido que las personas con un TCA busquen cada vez más en mayor proporción un cuerpo atlético sobre uno delgado. Si bien esto puede parecer algo bueno, es importante mencionar que las formas en que esto intenta alcanzarse siguen sin ser saludables en un gran número de los casos.

Resaltemos la siguiente idea: no nacemos odiando nuestro cuerpo. Ninguna niña o niño siente rechazo por su peso o por cómo luce. Esto nos lleva a pensar que el desarrollo de un TCA no es natural, sino el resultado de un proceso de aprendizaje que alimenta el peligroso deseo de cambiar nuestro cuerpo a toda costa.

Normalmente una persona que vive con un trastorno de la conducta alimentaria enfrenta un dolor emocional intenso día con día. Su vida suele girar en torno a una constante preocupación por su apariencia física y al temor de cómo otros perciben su peso, lo que genera una carga psicológica abrumadora. Este malestar se traduce en conductas perjudiciales como evitar comer, inducir el vómito, someterse a rutinas de ejercicio extenuantes o realizar ayunos prolongados, prácticas que no solo deterioran su salud física, sino que también agravan el sufrimiento emocional y la percepción negativa que tienen de sí mismos. Estas conductas refuerzan un ciclo destructivo donde el cuerpo y la mente se ven atrapados en un conflicto que, sin intervención, se torna cada vez más difícil de superar.

Los medios de comunicación suelen ser señalados como una de las principales influencias, y hay razones de sobra para justificar esta afirmación. Basta con encender el televisor: la mayoría de las personalidades visibles tienen cuerpos delgados, mientras que quienes tienen sobrepeso rara vez ocupan un lugar destacado. Esta desigualdad es aún más evidente si observamos únicamente a los personajes protagonistas.

Además, un simple ejercicio de búsqueda en Google de profesiones como ingeniero/a, médico/a, psicólogo/a o nutriólogo/a revela un patrón: las imágenes predominantes muestran personas con cuerpos delgados.

En nuestro país, cada año se reportan aproximadamente 20,000 casos nuevos de anorexia y bulimia, una cifra alarmante que se suma a los casos ya existentes y pone en aprietos al reducido número de profesionistas capacitados para atenderlos. Es crucial subrayar que no todos los psicólogos, médicos y nutriólogos cuentan con la formación necesaria para manejar adecuadamente estos casos, lo que deja a muchas personas sin el apoyo especializado que necesitan. Sin embargo, existen tratamientos efectivos y basados en evidencia para abordar los TCA. Entre ellos, la terapia cognitivo-conductual (TCC) y la terapia dialéctica conductual (TDC) destacan como enfoques comprobados que ayudan a las personas a trabajar en sus pensamientos, emociones y conductas relacionadas con la enfermedad. Además, es importante resaltar que una persona atendida a tiempo tiene mejores probabilidades de recuperación, lo que refuerza la urgencia de buscar ayuda profesional ante las primeras señales de un TCA.

Reconocer las señales de alerta de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) en nosotros mismos o en personas cercanas es un paso clave para buscar ayuda a tiempo. Algunos indicios incluyen una preocupación obsesiva por el peso, la comida o la apariencia física, acompañada de conductas como saltarse comidas, seguir dietas extremas o evitar comer en público. También es importante prestar atención a cambios repentinos en el peso, episodios de atracones seguidos de culpa o vergüenza, y comportamientos compensatorios como inducir el vómito o realizar ejercicio excesivo. En el ámbito emocional, pueden aparecer sentimientos de insatisfacción corporal, ansiedad, irritabilidad o aislamiento social. Estas señales, aunque sutiles al principio, no deben ignorarse, ya que pueden ser indicadores tempranos de un problema más profundo que requiere atención profesional.

Los trastornos de la conducta alimentaria son mucho más que problemas relacionados con la comida o la apariencia física; representan una lucha interna compleja que afecta profundamente la salud mental, física y emocional de quienes los padecen.

Es fundamental recordar que los TCA tienen tratamiento y que la recuperación es posible, especialmente cuando se busca ayuda a tiempo. Promover una educación más amplia sobre estos trastornos, capacitar a los profesionales de la salud y fomentar un entorno libre de juicios son tareas colectivas que debemos asumir como sociedad. Al final, entender y acompañar a quienes enfrentan un TCA no solo les ayuda a encontrar el camino hacia la recuperación, sino que también nos acerca a un mundo más empático y consciente.

 Mtro. Jonathan Villa Cervantes

Especialista en ansiedad, depresión, desregulación emocional, cambio de hábitos y prevención de trastornos de la conducta alimentaria.

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¿Cómo Promover Relaciones de Pareja Libres de Violencia?

Las relaciones de pareja deben ser un espacio de respeto y apoyo mutuo. Sin embargo, muchas veces las personas se ven atrapadas en relaciones abusivas. A través de este blog me gustaría ayudarte a identificar los signos de abuso y cómo construir relaciones saludables y libres de violencia.

  1. ¿Qué es una relación libre de violencia?

Una relación sana es aquella donde ambos se respetan, se apoyan y tienen libertad para ser ellos mismos. En una relación libre de violencia no hay espacio para el control, las humillaciones ni el maltrato.

  1. Tipos de violencia en una relación

Malamente, en muchos sectores de la población se cree que la violencia solamente es física, sin embargo, la violencia también puede ser emocional, económica o sexual. Algunos ejemplos son:

  • Violencia física: Golpes o agresiones.
  • Violencia emocional: Insultos, humillaciones, manipulación.
  • Violencia sexual: Coacción o abuso sexual.
  • Violencia económica: Control sobre el dinero o recursos.
  1. ¿Cómo saber si tu relación no es sana?

Algunas señales de que una relación no es sana incluyen:

  • Sentirse constantemente mal o ansiosa.
  • Aislamiento de amigos o familiares.
  • Control sobre lo que haces o cómo te comportas.
  • Humillaciones o críticas constantes.
  1. ¿Qué hacer si ya estás en una relación violenta?

Si estás en una relación abusiva, busca ayuda. Algunas opciones son:

  • Hablar con un profesional: Un psicólogo profesional puede ayudarte a identificar el origen y ciclo de la violencia y a salir de la situación.
  • Buscar apoyo legal: Existen servicios de protección y asesoría legal.
  • Hablar con alguien de confianza: No enfrentes esto sola, buscar apoyo es clave.
  1. Conclusión: El amor no debe doler

Una relación de pareja debe ser un espacio donde ambos se sientan seguros y felices. Si te encuentras en una relación abusiva, recuerda que mereces ser tratada con respeto y amor. Siempre hay ayuda disponible.

Mónica García Gutiérrez

Psicoterapeuta Conductual-Contextual

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La importancia de hablar sobre el abuso sexual infantil: Reflexiones y señales de alerta

Hoy, 19 de noviembre, se conmemora en México el Día Nacional contra el Abuso Sexual Infantil (ASI). Esta fecha tiene un significado crucial, ya que nos invita a reflexionar sobre la importancia de visibilizar y prevenir el abuso sexual infantil, así como a identificar las conductas y situaciones que pueden representar un peligro para la integridad de niñas, niños y adolescentes.

¿Qué es el abuso sexual infantil (ASI)?

El abuso sexual infantil se refiere a cualquier acto en el que una niña, niño o adolescente es utilizado para la gratificación sexual de un agresor, ya sea un adulto conocido o desconocido, un familiar, un compañero de la misma edad o incluso otro adolescente. Este abuso se caracteriza por la manipulación o coacción del menor, sin su consentimiento, violando su derecho a la seguridad y al respeto de su cuerpo. Según UNICEF (2018), el abuso sexual no solo involucra contacto físico, sino que también puede incluir la exposición a material pornográfico, comentarios sexuales inapropiados o cualquier forma de explotación sexual.

¿Cómo identificar señales de abuso sexual infantil?

Detectar el abuso sexual no siempre es fácil, ya que las víctimas suelen sentir vergüenza, miedo o confusión, lo que puede hacer que guarden silencio. Sin embargo, existen ciertos signos y cambios en su comportamiento que pueden servir como alertas para los cuidadores, maestros o familiares.

Algunos de estos signos incluyen:

– Cambios en los patrones de sueño: Un incremento en las pesadillas, insomnio o dificultad para conciliar el sueño pueden ser indicativos de angustia o temor relacionados con el abuso.

– Ansiedad inexplicable: Un niño que experimenta angustia constante sin una causa aparente, o que se muestra muy nervioso, podría estar lidiando con un trauma.

– Miedos irracionales: El miedo a orinar o defecar, especialmente si antes no lo tenía, puede ser una señal de que el menor está experimentando estrés relacionado con el abuso.

– Malestar físico: Si el niño expresa dolor o incomodidad en sus genitales o zona anal, esto podría ser un síntoma de abuso.

– Miedos específicos hacia personas: La aversión o el miedo a estar solo con una persona en particular es una alerta de que el menor podría estar siendo víctima de abuso.

– Conocimiento inapropiado sobre sexualidad: Los niños o adolescentes que muestran conocimientos sobre sexualidad que no son acordes a su edad podrían haber sido expuestos a situaciones inapropiadas o abusivas.

Hablar sobre el abuso sexual infantil no es fácil, pero es un paso fundamental para prevenirlo. Si eres un cuidador, un maestro o un adulto cercano a un menor, es importante estar preparado para identificar posibles señales de abuso y tomar acción. No importa si tu intención es verificar si algo ha sucedido o fortalecer los límites para proteger las infancias y adolescencias, lo esencial es que no enfrentes esta situación en soledad. Existen profesionales capacitados en salud mental, derechos humanos y protección infantil que pueden ofrecerte orientación, apoyo y recursos para abordar este tema de manera adecuada.

Recuerda que la prevención y la intervención temprana pueden marcar una diferencia significativa en la vida de una niña o de un niño. Si sospechas que un menor está siendo abusado, no dudes en buscar ayuda y actuar de manera responsable y protectora.

Maestrante: Edson González Valencia

Psicoterapeuta Conductual

Especialista en el tratamiento de depresión, ansiedad y conductas disruptivas en población infanto juvenil

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El Día de Muertos y el Duelo: Una Mirada desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)

 

El Día de Muertos es una tradición hermosa en México, donde recordamos y honramos a nuestros seres queridos que ya no están. Más allá de ser un momento de nostalgia, también nos brinda una oportunidad para reflexionar sobre el duelo, o la tristeza que sentimos al perder a alguien, desde una perspectiva de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT).

Aceptación: Abrazando el Dolor

En ACT, uno de los conceptos clave es la aceptación. Esto significa que, en lugar de ignorar o tratar de evitar el dolor, se trata de permitirnos sentirlo. En el Día de Muertos, al crear altares, ofrecer comida o contar historias, nos damos un espacio para sentir nuestra tristeza. Recordar a nuestros seres queridos puede doler, pero también es una manera de honrar lo que sentimos. Al aceptar nuestras emociones, comenzamos a sanar poco a poco.

Compromiso: Actuar con el Corazón

Otro principio importante de ACT es el compromiso, que se refiere a actuar de acuerdo con lo que realmente valoramos. Durante el Día de Muertos, al compartir momentos con nuestra familia y amigos, reafirmamos nuestros lazos y nuestras tradiciones. Hacer un altar o participar en la celebración no solo honra a quienes han partido, sino que también nos acerca a quienes están a nuestro lado. Al hacerlo, encontramos un sentido de pertenencia y significado, incluso en medio de la tristeza.

Entendiendo el Duelo

El duelo es diferente para cada persona. En la Terapia de Aceptación y Compromiso, se entiende que está bien sentir una mezcla de emociones. Algunos pueden sentirse muy tristes, mientras que otros pueden encontrar alegría al recordar buenos momentos. Lo importante es permitir que cada emoción tenga su espacio. Al aceptar lo que sentimos, no solo respetamos nuestra propia experiencia, sino también la de quienes nos rodean.

El Día de Muertos es una hermosa oportunidad para reflexionar sobre el duelo y la vida. Al vivir y aceptar nuestras emociones y actuar de acuerdo con nuestros valores, encontramos formas de seguir adelante. Esta celebración no solo nos ayuda a recordar a quienes hemos perdido, sino que también nos invita a vivir plenamente y en conexión con los demás. Con aceptación y compromiso, el Día de Muertos se convierte en un poderoso recordatorio de que el amor y la memoria perduran más allá de la vida.