Hablar de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) es abordar el problema de salud mental con la mayor tasa de mortalidad entre todos los incluidos en el DSM-5.
En este artículo, me gustaría profundizar en qué son los TCA. Estas enfermedades mentales graves se clasifican en varias categorías, como la bulimia nerviosa, la anorexia nerviosa, el trastorno por atracón, los trastornos alimentarios no especificados, entre otros. A pesar de sus diferencias en la forma en que se manifiestan, la mayoría comparten características comunes, como la sobrevaloración del peso y la apariencia física, combinada con esfuerzos dañinos y constantes por alcanzar un ideal estético (típicamente irreal e inalcanzable).
Un error común es asumir que una persona con un trastorno alimentario simplemente tiene un conflicto con su apariencia física y su peso. Aunque estos factores pueden estar presentes en muchos casos, reducir la complejidad de un TCA a esta idea es como decir que la Tierra es un objeto redondo flotando en el espacio: técnicamente cierto, pero insuficiente para comprender toda su realidad.
Muchas personas con TCA llegan a odiar su cuerpo debido a la brecha que perciben entre cómo se ven y cómo les gustaría verse. Tradicionalmente, esta figura idealizada se asocia en las mujeres con una silueta delgada y en los hombres con un cuerpo musculoso. Sin embargo, no es una regla universal: algunos hombres buscan un cuerpo delgado, mientras que muchas mujeres persiguen una figura más orientada al fitness. De hecho, hay estudios que reafirman como el surgimiento de redes sociales como Instagram, Pinterest y Facebook han favorecido que las personas con un TCA busquen cada vez más en mayor proporción un cuerpo atlético sobre uno delgado. Si bien esto puede parecer algo bueno, es importante mencionar que las formas en que esto intenta alcanzarse siguen sin ser saludables en un gran número de los casos.
Resaltemos la siguiente idea: no nacemos odiando nuestro cuerpo. Ninguna niña o niño siente rechazo por su peso o por cómo luce. Esto nos lleva a pensar que el desarrollo de un TCA no es natural, sino el resultado de un proceso de aprendizaje que alimenta el peligroso deseo de cambiar nuestro cuerpo a toda costa.
Normalmente una persona que vive con un trastorno de la conducta alimentaria enfrenta un dolor emocional intenso día con día. Su vida suele girar en torno a una constante preocupación por su apariencia física y al temor de cómo otros perciben su peso, lo que genera una carga psicológica abrumadora. Este malestar se traduce en conductas perjudiciales como evitar comer, inducir el vómito, someterse a rutinas de ejercicio extenuantes o realizar ayunos prolongados, prácticas que no solo deterioran su salud física, sino que también agravan el sufrimiento emocional y la percepción negativa que tienen de sí mismos. Estas conductas refuerzan un ciclo destructivo donde el cuerpo y la mente se ven atrapados en un conflicto que, sin intervención, se torna cada vez más difícil de superar.
Los medios de comunicación suelen ser señalados como una de las principales influencias, y hay razones de sobra para justificar esta afirmación. Basta con encender el televisor: la mayoría de las personalidades visibles tienen cuerpos delgados, mientras que quienes tienen sobrepeso rara vez ocupan un lugar destacado. Esta desigualdad es aún más evidente si observamos únicamente a los personajes protagonistas.
Además, un simple ejercicio de búsqueda en Google de profesiones como ingeniero/a, médico/a, psicólogo/a o nutriólogo/a revela un patrón: las imágenes predominantes muestran personas con cuerpos delgados.
En nuestro país, cada año se reportan aproximadamente 20,000 casos nuevos de anorexia y bulimia, una cifra alarmante que se suma a los casos ya existentes y pone en aprietos al reducido número de profesionistas capacitados para atenderlos. Es crucial subrayar que no todos los psicólogos, médicos y nutriólogos cuentan con la formación necesaria para manejar adecuadamente estos casos, lo que deja a muchas personas sin el apoyo especializado que necesitan. Sin embargo, existen tratamientos efectivos y basados en evidencia para abordar los TCA. Entre ellos, la terapia cognitivo-conductual (TCC) y la terapia dialéctica conductual (TDC) destacan como enfoques comprobados que ayudan a las personas a trabajar en sus pensamientos, emociones y conductas relacionadas con la enfermedad. Además, es importante resaltar que una persona atendida a tiempo tiene mejores probabilidades de recuperación, lo que refuerza la urgencia de buscar ayuda profesional ante las primeras señales de un TCA.
Reconocer las señales de alerta de un trastorno de la conducta alimentaria (TCA) en nosotros mismos o en personas cercanas es un paso clave para buscar ayuda a tiempo. Algunos indicios incluyen una preocupación obsesiva por el peso, la comida o la apariencia física, acompañada de conductas como saltarse comidas, seguir dietas extremas o evitar comer en público. También es importante prestar atención a cambios repentinos en el peso, episodios de atracones seguidos de culpa o vergüenza, y comportamientos compensatorios como inducir el vómito o realizar ejercicio excesivo. En el ámbito emocional, pueden aparecer sentimientos de insatisfacción corporal, ansiedad, irritabilidad o aislamiento social. Estas señales, aunque sutiles al principio, no deben ignorarse, ya que pueden ser indicadores tempranos de un problema más profundo que requiere atención profesional.
Los trastornos de la conducta alimentaria son mucho más que problemas relacionados con la comida o la apariencia física; representan una lucha interna compleja que afecta profundamente la salud mental, física y emocional de quienes los padecen.
Es fundamental recordar que los TCA tienen tratamiento y que la recuperación es posible, especialmente cuando se busca ayuda a tiempo. Promover una educación más amplia sobre estos trastornos, capacitar a los profesionales de la salud y fomentar un entorno libre de juicios son tareas colectivas que debemos asumir como sociedad. Al final, entender y acompañar a quienes enfrentan un TCA no solo les ayuda a encontrar el camino hacia la recuperación, sino que también nos acerca a un mundo más empático y consciente.
Mtro. Jonathan Villa Cervantes
Especialista en ansiedad, depresión, desregulación emocional, cambio de hábitos y prevención de trastornos de la conducta alimentaria.