Hoy quiero hacer llegar estas letras a todas aquellas parejas que no han podido convertirse en mamás y papás de manera biológica. Esas parejas que tras intentos naturales y/o asistidos viven la frustración constante de no lograr un embarazo, aquéllos que son cuestionados – “ ¿Y ustedes para cuándo?”- y tienen que contestar con una mezcla de dolor y esperanza: “esperamos que pronto”.
El duelo es definido como la reacción normal y adaptativa que le sigue a cualquier tipo de pérdida; pero en este duelo muchas veces, no hay pérdidas, no tiene que ver con la muerte, sino con la dificultad para cumplir un sueño, una expectativa, un ideal: tener un hijo.
Por lo tanto, este es uno de los duelos ocultos, de los cuales también es muy importante hablar, y en bastantes casos, acompañar desde un proceso terapéutico con profunda validación.
Se ha observado que el duelo en estos casos pasa por varios momentos:
- Aquí son considerados los intentos en los que el embarazo no llega.
- Esta es una fase muy compleja, llena de dudas y muchas veces procedimientos dolorosos, invasivos, costosos y que generan múltiples alteraciones biológicas, lo que provoca un agotamiento emocional significativo y suele haber afectaciones en la relación de pareja. Debido al aumento en las tasas de infertilidad a nivel mundial, se han creado equipos multidisciplinarios para el acompañamiento de estos tratamientos. Es de suma importancia que a lo largo de esta fase, la pareja cuente con una red de apoyo sólida, que valide y abra espacio para la serie de emociones y dolencias físicas que puedan manifestarse.
- Uno de los momentos en donde se manifiestan con más fuerza las emociones derivadas del duelo, es cuando los tratamientos no tienen éxito. La desesperación y tristeza hacen su aparición con mayor intensidad. En esta fase, es recomendable que se viva un acompañamiento para lograr el contacto con las emociones y dar tiempo para un nuevo tratamiento.
- Si se consigue el embarazo, pero termina en un aborto. El dolor, la frustración, el enojo, la angustia, la culpa, son algunas de las emociones que vive la pareja. Esta vez, me gustaría enfocarme en el duelo del hombre por esta pérdida, que muchas veces es el gran olvidado en estos duelos y procesos, como si sintiera menos porque no engendró “de manera natural” o no gestó una vida en su interior; pero esto no significa que no viva estas emociones, que no caiga en estas desorientación y agotamiento, inclusive más fuertemente por las imposiciones machistas de que tiene que tener hijos si o si; o que no debe llorar o que debe estar fuerte para su pareja.
Este duelo es real: Que no se nombre, no quiere decir que no exista. Es necesario que se hable de esto y se busque la ayuda que haga que se sientan cómodos con el camino a recorrer.
No hay que minimizar este dolor o tratar de convencerlos de que “la vida es mejor sin hijos”, estas personas ven frustrados muchos sueños y a su ritmo, vivirán el proceso de intentos y tratamientos, o la aceptación de seguir su vida, sin hijos.
“Conozco esas lágrimas que no caen y se consumen en los ojos, conozco ese dolor feliz, esa especie de felicidad dolorosa,
ese ser y no ser, ese tener y no tener, ese querer y no poder”.
José Saramago