Cada año, el 2 de junio se conmemora el Día Mundial de Acción por los Trastornos de la Conducta
Alimentaria (TCA). Más allá de una fecha en el calendario, es un llamado urgente a visibilizar,
sensibilizar y actuar frente a una problemática creciente que afecta a millones de personas en el
mundo.
Los TCA, no son simplemente una “mala relación con la comida”. Son condiciones complejas que
involucran aspectos biológicos, psicológicos y sociales, y que impactan profundamente en la salud
física, emocional y social de quienes los viven.
Una realidad que no podemos ignorar
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los trastornos alimentarios afectan
principalmente a adolescentes y mujeres jóvenes, pero cada vez hay más casos en
hombres, niños y personas adultas.
La anorexia nerviosa es uno de los trastornos psiquiátricos con mayor tasa de mortalidad:
se estima que entre el 5% y el 10% de las personas diagnosticadas fallecen como
consecuencia directa o indirecta de la enfermedad (Arcelus et al., 2011).
En México, se calcula que 1 de cada 10 adolescentes ha experimentado algún tipo de TCA,
y muchos casos no son detectados ni tratados a tiempo (IMSS, 2023).
Un estudio del Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry alertó
sobre un aumento significativo de hospitalizaciones por TCA durante la pandemia,
especialmente en adolescentes mujeres.
Detrás de cada síntoma, hay una historia
Quienes viven con un TCA suelen experimentar culpa, ansiedad, vergüenza y aislamiento, y
muchas veces no piden ayuda por miedo a no ser comprendidos. A menudo, los síntomas se
confunden con fuerza de voluntad, disciplina o modas alimentarias, cuando en realidad son
señales de un profundo sufrimiento emocional.
Por eso, hablar de los TCA es también hablar de salud mental, presión estética, autoestima,
trauma, y entornos familiares y sociales que pueden actuar como factores protectores o de riesgo.
Lo que sí ayuda
Escuchar sin juzgar, validar las emociones y abrir espacios seguros para hablar del cuerpo,
la comida y la imagen personal.
Evitar comentarios sobre el peso o la apariencia física de los demás, incluso si parecen
positivos.
Informarse y educarse: los mitos en torno a los TCA dificultan su detección y tratamiento.
Buscar apoyo profesional. El tratamiento integral puede incluir psicoterapia,
acompañamiento nutricional, atención médica y, en algunos casos, intervención
psiquiátrica.
Fomentar el autocuidado desde el respeto y no desde la exigencia o el castigo.
Una invitación a ser parte del cambio
Este 2 de junio, sumémonos al movimiento por la comprensión y el respeto. Si eres profesional de
la salud, educador, madre, padre, amigo o simplemente alguien que quiere hacer una diferencia,
tu voz y tus acciones importan.
Reconocer que los TCA existen y que necesitan atención profesional y compasiva es el primer paso
para generar un entorno más sano para todos.
“Cada cuerpo merece cuidado, dignidad y compasión. Hablar salva. Escuchar transforma. Actuar
cambia vidas.”