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¿Cómo vivir la maternidad en una pérdida gestacional o perinatal?

Durante el mes de mayo, en México tenemos varios días conmemorativos, el más relevante y vistoso es el “día de las madres”.

Cada 10 de mayo, viene a mi mente la pregunta: ¿Cuántas mujeres son mamás pero “no tienen derecho” a ser felicitadas o reconocidas en este día porque sus hijxs murieron demasiado pronto?; y al decir demasiado pronto me refiero a las primeras semanas de gestación.

Histórica y culturalmente estas maternidades han sido invisibilizadas, porque los hijxs no tenían el tamaño o peso suficiente para ser considerados bebés, entonces son considerados embriones o “productos”; porque eran muy chiquitos, porque no generamos memorias y recuerdos, porque no tenemos una imagen “real” y un largo etcétera que simplemente deja a estas mamás sintiéndose solas e incomprendidas al ser madres, pero de brazos vacíos.

Cuando una mujer desea ser madre y ve la primera prueba de embarazo con un resultado positivo, empieza a ser madre, a crear una idea de qué hará, cómo será ahora la vida en ese nuevo rol y con el bebé que está creciendo dentro de ella.

Con esto quiero decir que no tienen que pasar meses para que una mujer materne. Esto ocurre desde que sabe que está embarazada, cambia hábitos, se sabe responsable de otro ser y su vida empieza a tomar un rumbo en torno a su bebé.

Es por esto que, transcurridas algunas semanas (o días) de gestación, de maternar aunque “no tengamos evidencia” de nuestrx hijx, la noticia de -no hay latido- o el sangrado que procede de un aborto espontáneo, cimbran el mundo, el papel y el amor que se había sentido desde la prueba positiva.

Este desafortunado hecho es poco hablado y la mayoría de las veces se invalida el duelo que se vive tras la pérdida, porque “no era nada”.

Se dice que 1 de cada 4 embarazos no logra llegar a término, por tanto, en una reunión en la que haya 10 mujeres, al menos 2 de ellas (honestamente creo que son más) viven una maternidad invisible, viven esos 10 de mayo pensando cómo hubiera sido su hijx, a quién tendría parecido, cómo sería su voz; y al mismo tiempo, se auto-invalidan porque han heredado la idea social de que solo se es mamá si los hijos nacen vivos y permanecen vivos.  

Si tú eres mamá de un bebé estrella (término que se ha adoptado para referirse a los bebés que mueren durante la gestación, parto o postparto), me gustaría decirte algunas cosas con profundo amor y respeto:

  • Valídate, eres mamá: Toda tu estructura comenzó a cambiar cuando te enteraste de tu embarazo, tu vida cambió cuando supiste que una nueva vida crecía en ti, empezaste a priorizar a ese bebé. Eso es lo que te convirtió en mamá.
  • No estás sola: Muchas mujeres hemos vivido esto y no lo decimos porque nos apena, tememos que nos culpen por no haber logrado mantener el embarazo o que nos hagan comentarios invalidantes como los que señalé en los párrafos iniciales.
  • No eres envidiosa: Tras la pérdida de tu bebé puedes experimentar emociones y sentimientos desagradables cuando ves a otras mujeres embarazadas o con sus bebés y más, cuando son cercanas a tu contexto. No eres mala, no eres envidiosa, lo que vives es una reacción normal que tiene que ver con el dolor y la frustración de no ser tú la de esa imagen que observas.
  • Busca ayuda: Si el duelo por la pérdida (en cualquier etapa de tu embarazo) ha afectado y deteriorado significativamente tu vida y tus relaciones, te aliento a buscar ayuda, afortunadamente cada vez hay más profesionistas preparados en el tema, con la sensibilidad para acompañarte, orientarte y sobre todo, visibilizar tu maternidad; porque el amor no comienza al nacer, ni acaba con la muerte.

“Incluso el más pequeño de los pies, tiene el poder de dejar huellas en el corazón”

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Mtra. Mónica García

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La mejor Mamá del mundo

Mayo es el mes en el que celebramos a las Madres, en muchos países del mundo se elige un día del año que sirve de pretexto para reconocer, agradecer y hasta admirar la labor que las mujeres que son madres realizan cada día. Un trabajo que no acaba, que es constante y en el que cada una da lo mejor de sí misma.

También un tema que con gran frecuencia he hablado, en terapia o fuera de ella, en conversaciones con otras mamás, lo más frecuente es que las madres sientan culpa o no estén satisfechas con su labor, generalmente hay un “algo más” que podrían estar haciendo, mejor. Es muy común que todo lo que hacemos en el «ejercicio» de la maternidad «no es suficiente», y el discurso que tenemos con nosotras mismas está mediado por  frases como «debo hacerlo mejor», «no debería hacer x » (gritar, enojarme, castigar), “podría hacer otra cosa”, “debería ser más paciente”, “tengo que ser mejor”.  Estas frases «no tienen nada de malo», todas ellas evocan opciones que podrían funcionar mejor, ¿quién no quiere eso?, la verdad es que querer tener una relación más armónica, optimizar «recursos» y beneficiar más a lxs hijos está padrísimo, el asunto es que esa exigencia no tiene fin.

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Como lo dije al inicio, estoy convencida de que cada Mamá da lo mejor de sí misma, con los recursos que tiene en ese momento. No es el tema hablar acá de situaciones extraordinarias en las que es evidente que alguna persona no lo hizo, hablo de la mayoría de los casos, de tí que estás leyendo o de Mamás a tu alrededor que pueden estarse sintiendo así, muy frustradas, desesperadas y culpables por estas exigencias.

 

No siempre es sólo un tema «puramente interno», también hay todo un contexto que lo activa y lo refuerza. Desde el embarazo se nos plantean “ideales” de cómo vivirlo:  las revistas están llenas de mujeres embarazadas que se ven espectaculares, radiantes,  sonrientes, plenas y  bellísimas, estás imágenes de personas que parecen estar “disfrutando” a más no poder su embarazo, puede crear un «conflicto» cuando nosotras no lo estamos viviendo así, y muy por el contrario el embarazo que estamos viviendo nos representa un gran reto: cambios hormonales (y de humor), modificaciones (muy significativas) en nuestro cuerpo, alteraciones en nuestra rutina, o situaciones en las que tenemos que renunciar a llevar una «vida normal» (permanecer en reposo, renunciar al trabajo, etc.) hacen que sea totalmente comprensible que  no sea “disfrutable”.

 

Peor aún cuando las personas en nuestro entorno constantemente nos dicen “disfrútalo, no vas a estar embarazada para siempre”, “es un momento muy bonito”. No profundizaré, por mucho que social y culturalmente se «idealice» el embarazo y la maternidad no siempre es “disfrutable” y eso es NORMAL.

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Desafortunadamente, reconocerlo pareciera que genera un conflicto con muchas creencias que han sido reforzadas social y culturalmente, las cuales invalidan las experiencias reales de ser madre y limitan que se hable libremente de ello. Por lo general cuando hacemos comentarios «negativos» – y me detengo a aclarar que no son negativos «per se», son reales, pero hablan de las experiencias «no tan placenteras», de las situaciones en que nuestra conducta «no fue la mejor» o que simplemente «no podemos ser la madre ideal»- recibimos  comentarios que sutilmente (o no tanto) nos dejan ver que «no deberíamos» sentirnos así. Esto ocurre durante toda la maternidad: en el embarazo, cuando son bebés, «toddlers», en la infancia, niñez  y hasta en la misma adolescencia.

Nadie niega que los momentos placenteros, agradables, armónicos y «positivos» son más, de lo que estamos hablando es del poder ser «libres» para expresar y validar la experiencia «completa», como realmente es, sin sentirnos «anormales» por ello. 

Normalizar lo que como mamás vivimos -lo «bueno», lo «malo», lo «peor» y lo «mejor»-  nos da esa VALIDACIÓN que tanto necesitamos en algunos momentos, darnos «permiso» de vivir  lo que esté pasando, en lugar de «pelear» con lo que sentimos y pensamos nos permite «recuperarnos» más rápido y emplear nuestros recursos en afrontamientos mucho más efectivos, para nuestrxs hijxs y para nosotras»

Me encantaría que si estas palabras te funcionan (o crees que una mamá cerca de ti las necesite) las puedas usar y recordar: NO NECESITAS SER PERFECTA, PARA SER LA MEJOR MAMÁ DEL MUNDO.

Trata de dejar de lado las exigencias, las altas expectativas, las críticas; puede ser difícil porque muchas veces están alrededor y no sólo  vienen de ti. Claro que puede funcionar revisar lo que podemos mejorar y hacer “introspección” cuando tenemos alguna conducta o actitud que no nos gusta, o que no nos está acercando a los objetivos que queremos lograr, personalmente o con nuestros hijos; pero tampoco exageremos, esa es la realidad, tenemos un límite y somos humanas, a veces tenemos que aceptar que simplemente no somos así, que no nos va a salir perfecto, que nos requerirá esfuerzo (y por eso hay que ser paciente), que cometeremos errores, que no será perfecto y que antes que  mamás, somos personas, humanas, imperfectas… y eso es normal.

La verdad es que el tema da para mucho, podemos hablar largo y tendido de los retos, de las satisfacciones, de lo valioso que resulta esta labor para quienes hemos elegido ser mamás, es por mucho una de las áreas que nos brinda mayor felicidad; pero no quiero extenderme demasiado, sino centrarme en algunos puntos importantes de acuerdo a muchas conversaciones de lo que “no se habla” cuando se es mamá, que espero funcionen para algo:

  1. Es normal, comprensible, válido que a veces no quieras hacerlo, que “reniegues”, que fantasees o bromees con una vida  diferente, sobretodo en momentos en los que no te sientes bien.
  2. Es totalmente entendible que a veces te sientas sobrecargada, cansada o presionada.
  3. Es válido “necesitar” hablar de ello, necesitar auténtica empatía, ser escuchada sin “correcciones”, ni juicios.
  4. Es humano necesitar ayuda.
  5. Todas las cosas que haces por tus hijos son muy importantes y valiosas, de sobra está decirlo que son un reflejo del amor que sientes por ellos, y también vale decir que  pueden hacer que te sientas cansada, que no sea fácil, que te requieran mucho esfuerzo, en momentos hasta que te «hartes», que necesites tiempo para ti, para estar en pareja, para hacer otras cosas, todo esto es normal.
  6. Todas las maternidades son validas, valiosas e importantes, si trabajas en casa o fuera de ella, no es una competencia (aunque muchas veces se convierte en una), valida y valora la tuya, evita hacerte comentarios negativos que no te lleven a nada, reconoce en qué puedes mejorar, pero no exageres en la crítica.

Refuerzo el último punto, TU maternidad es válida, valiosa e importante, ayuda mucho el tener la seguridad de que lo estás haciendo lo mejor que puedes. Por favor, no te olvides de ti, al cuidar de ti, potencializas muchísimo los recursos que tienes para los demás, no es indispensable estar todo el tiempo con ellos, especialmente si necesitas «un espacio».

Estoy segura de que estás haciendo un buen trabajo. Si no me crees pregúntale a tu(s) hijx(s) ¿quién es la mejor mamá del mundo? (No aplica para la etapa adolescente :P)

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Mtra. Laura Gomez-Llanos

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¿Cómo puedo apoyar a mi hijo en su terapia?

A veces como papás podemos sentimos culpables cuando nuestro hijo o hija muestra situaciones complicadas, reconocer que necesita ayuda “externa” en lugar de la nuestra puede ser difícil, decidir iniciar un proceso terapéutico y “exponernos” a la opinión, estrategias y sugerencias de otro puede causar cierto  desánimo o recelo.


Con frecuencia ocurre que cuando llegan a consulta, muchos padres “sienten” que el o la terapeuta les está juzgando por “hacer las cosas mal” como padres; la realidad es que esto no necesariamente es cierto, máxime en situaciones en las que lo más sabio y amoroso que podemos hacer por ellos es reconocer que la situación que nos llevó ahí “se está saliendo de las manos”, y después de intentar múltiples estrategias, no sabemos qué hacer.


Y acá la pregunta interesante, una vez estando en el acompañamiento con un o una profesional con la capacidad para orientarnos, asesorarnos y acompañarnos, ¿qué puedo hacer yo como papá o mamá para apoyar a mi hijo o hija en su proceso terapéutico?

Antes de contestar esta pregunta hay que recordar que Papá y Mamá son insustituibles e irremplazables y por eso el éxito de la terapia para tu hijo o hija dependerá muchísimo de cuánto te involucres activamente en él en este momento en que tu hija/hijo necesita más que nunca de tu apoyo.


Teniendo esto en consideración, te dejo acá algunas sugerencias que puedes hacer para involucrarte y apoyar a tu hija/hijo:


  • Escucha activamente y sin juzgar a tu hijo/hija.
  • Valida sus emociones (permitir que se sienta como se siente, sin anular o querer cambiar cuando tiene una emoción “negativa” o hacer que se sienta siempre “bien”).
  • Sé paciente, es natural que quieras ver resultados rápidamente, pero la terapia es un proceso, pretender acelerarlo mete presión en todos los que están involucrados (tu hija/hijo, su terapeuta, y tú mismo/a) y por lo general no funciona, el proceso durará lo que tenga que durar.
  • Sé lo que eres: el/la protagonista en la red de apoyo de tu hijo/hija.
  • Trabaja en mejorar la comunicación con tu hija/hijo, una forma de hacerlo es dejarlo que hable de lo que le interesa o lo que quiere platicarte, evitando regañarla en un primer momento (primero escucha toda la historia, después podrás orientar).    


Y ahora, lo que NO hay que hacer para favorecer el proceso y apoyar:


  • Presionar, controlar y acelerar para que mejore a “tu ritmo”.
  • Hacer a tu hijo/hija totalmente responsable de la problemática por la que acuden a consulta.
  • Considerar al terapeuta como un enemigo, en lugar de un aliado.


Recuerda que habrá ocasiones en las que como papá o mamá puedes equivocarte, es totalmente normal que pase y ocurre a todos, porque NADIE lo hace perfecto. Lo importante es hacer lo necesario para generar cambios que como familia les funcionen y restaurar  o evolucionar en que en su momento se deterioró.


Estoy segura que haces lo mejor que puedes con los recursos con los que en este momento cuentas, al tomar la responsabilidad de trabajar en equipo con un/una terapeuta le das a tu familia la oportunidad de aprender y crecer juntos.

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Psic. Bárbara Téllez

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Eres mejor Mamá de lo que piensas

Ser Mamá es para la mayoría de las mujeres el rol más complejo que nos toca vivir, el hecho de que no hay un parámetro claro de cómo “tenemos que” vivirlo, hay que aprenderlo y desarrollar un montón de habilidades, destrezas y capacidades que nunca antes fueron puestas a prueba, en algún momento  tenemos “fallas” o no cubrimos nuestras expectativas y concluimos que “no somos buenas Madres” o peor aún que “somos malas Madres”.

Prácticamente todas las Mamás con las que he hablado son “malas” o “no-tan-buenas” madres, charlas interminables de los retos de ser Mamás, de las alegrías, satisfacciones, los maravillosos momentos, los desvelos, los momentos de desesperación… me han ayudado identificar 3 conductas principales que nos hacen sentir así:

  • Auto-crítica: pareciera que el ser Mamá viene con un “chip” que hace que veamos con lupa nuestras acciones, pensamientos, actitudes, decisiones y todo lo que involucre a nuestros hijos. Nos encontramos con mayor frecuencia e intensidad identificando cosas que “hacemos mal” y los clásicos “deberías” que nos dictan cómo es que hay que actuar en todo momento, para que sea “perfecto”;  lo cual está padrísimo, queremos lo mejor para ellos, queremos eliminar la posibilidad de “efectos colaterales” de nuestros propios aprendizajes para que nuestros hijos sean siempre felices, no queremos “traumarlos” o “dañarlos” y por eso nos exigimos tanto, por eso queremos hacerlo perfecto;  sabemos que Mamá es una figura fundamental en el desarrollo psicológico-emocional-conductual de nuestros hijos (innegable) y sentimos todo el peso de nuestro rol y lo trascendente del mismo -completamente comprensible querer hacerlo perfecto- ¿el problema? No podemos hacerlo perfecto, simple y sencillamente, no es humano.
  • Culpabilización: esa “voz crítica” nos lleva casi siempre a sentirnos culpables, por miles de razones:  darse un baño largo cuando su bebé está llorando, tardarse 30 minutos más para llegar a casa con su hijo después del trabajo, elegir cesárea, dejarles ver TV,  dejarles comer dulces, no comprarles ese juguete, decirles que es hora de bañarse cuando estaban jugando tan agusto… una lista interminable de cosas  -aclarando que todas las que mencioné NO son conductas que “deban” generar culpa- , pareciera que esta “voz crítica” nos exige perfección y  nos hace sentir culpables por prácticamente todas (o la mayoría de) las decisiones que tomamos en la crianza y educación de nuestros hijos.
  • Renunciar: sobretodo a nuestras necesidades – que “per se” no tiene nada de “malo”, en muchas ocasiones “es parte del trabajo” y por tanto es necesario- pero con bastante frecuencia he notado que las Mamás renunciamos “de más” a nuestras necesidades (la responsable: la voz crítica y los deberías), dejamos de pedir que Papá o alguien más cuide a nuestros hijos para tener un tiempo para nosotras para platicar con amigas, tomarnos un café caliente, cortarnos el cabello, ir al doctor, dormir o descansar, atendernos en algún sentido. Obviamente esto incrementa nuestro cansancio y desgaste, muchas veces es causa de “depresión”, nos pone irritables… en fin, definitivamente hay renuncias que son innecesarias y no nos funcionan.

Demás está decir que NINGUNA Mamá quiere sentirse así, los factores del contexto como las expectativas sociales, las reglas y expectativas familiares y en la pareja, así como los aprendizajes personales hacen que A VECES nos “ciclemos” en formas de funcionar que definitivamente nos dificultan creernos la realidad: SOMOS BUENAS MADRES.

Prueba decírtelo con mayor frecuencia, muy probablemente algo cambie; aunque vayas contra lo que “sientes” en algunos momentos en que la “voz crítica” esté haciendo de las suyas, ERES BUENA MADRE porque:

  • Te importa serlo, así de fácil, hacer lo mejor posible en tu rol de Mamá, seguro es una prioridad para ti.
  • Te esfuerzas por serlo, cada cosa que haces, en cada momento, con los recursos (en todos los sentidos) que tienes en ese instante (no siempre podemos hacerlo al 100%).
  • No eres perfecta, ni tienes que serlo, eres humana y como tal tendrás muchas virtudes y defectos, aciertos y errores, momentos de calma y momentos de enojo, tu súper poder (y principal motivación para seguirlo intentando) es el amor que sientes por cada uno de tus hijos.

¿Qué puedes hacer para creerte que eres BUENA MAMÁ?


Me encantaría poder decirte con precisión lo que te ayudará, platicando con amigas y en terapia con mis clientas hemos podido descubrir sus formas, pero definitivamente cada una tiene su propia manera, sin embargo, tengo algunos «tips» que pueden ayudarte:

  • Calla a tu “voz crítica”: nos hace creer que ayuda, pero en realidad no, te nubla el pensamiento, te estresa, te pone ansiosa, genera confusión, dudas y culpas.
  • Escucha a tu “ Yo (pon tu nombre) Sabia”: puedes identificarla como “la mejor versión de ti”, una parte de tí equilibrada, justa, sabia, inteligente, calmada, que atiende a lo que tus hijos  necesitan, pero también a lo que TÚ necesitas, que va más allá de las exigencias, de los libros, de los «opinólogos». Esta parte de ti sabe (o puede aprender) a identificar, validar y cubrir lo que de verdad necesitas tú y tus hijos.
  • Recuerda: tus hijos necesitan una mamá satisfecha y feliz, a veces hay que tomarse un tiempo sin ellos para eso para atender lo que tú necesitas, a veces hay que cargarlos y abrazarlos más, a veces a quien tienes que atender es a tí misma.
  • Ten en cuenta: No hay otra Mamá como Tú, por lo tanto, las comparaciones y exigencias no aplican, así como no hay ningún otro niño o niña como los tuyos, todos son diferentes y especiales;  aplica también para las Mamás, medirnos y compararnos con otras no ayuda, el intercambio de ideas ayuda sólo en el sentido de conocer otras perspectivas para descubrir si algo funciona para nosotras y nuestra familia.
  • Pide apoyo: No tienes que saberlo todo, no tienes que resolverlo todo a la perfección, no tienes que hacerlo sola, pedir apoyo es lo más sabio que podemos hacer en momentos en que tenemos duda, estamos confundidas, cansadas, agobiadas, cuando no sabemos cómo afrontar una situación o qué hacer para criar de acuerdo con las propias convicciones a nuestros hijos.
  • No te obligues a disfrutarlo. Ser Mamá es difícil, en ocasiones MUY difícil, no es algo que tengas que disfrutar todo el tiempo, y eso no cambia el amor que sientes por tus hijos. Desde el embarazo existe una falsa creencia de que debemos estar “plenas” y sentirnos “dichosas”, y aunque está padrísimo porque hay momentos en que nos provocan esas sensaciones, hay otros que nos hacen sentir diferente y es totalmente válido, se vale decir que es difícil, que estás cansada, que es todo un reto, que necesitas ayuda, date permiso de sentir todo eso por un rato, si esas sensaciones son permanentes, tal vez es momento de pedir ayuda profesional e iniciar un proceso psicoterapéutico.
  • Haz una lista de las cosas que te hacen una “Buena Mamá” y tenla a la mano, durante un mes anota al menos una cosa en esa lista, no tienen que ser “cosas grandes”, date crédito por las cosas sencillas y  encontrarás muchas más razones de las que habías contemplado.

Intenta poner en práctica estas recomendaciones y probablemente notarás que te sientes más fuerte y motivada para afrontar -según tus convicciones y estilo de crianza- los momentos difíciles, sintiéndote más segura y satisfecha, fortaleciendo todas las “cosas buenas” que haces todos los días. 

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Mtra. Laura Gomez-Llanos

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Estoy embarazada ¿Es bueno ir al Psicólogo?

Las personas frecuentemente consideran ir a terapia antes, durante y después de hacer una transición de vida importante, me llama la atención que cuando se trata de la maternidad, pensar en ir al psicólogo no es tan común. 

 

Durante el embarazo a las mujeres se les aconseja que hagan ejercicio, cuiden su alimentación y acudan con algunos especialistas, pero no siempre se considera la psicoterapia como una parte importante de su régimen de atención prenatal, incluso en casos en que es necesario y  puede ser fundamental para llevar un buen embarazo, parto e inicio (o reinicio) de la maternidad.

 

El estigma social de la atención en salud mental a veces impide  pedir ayuda psicología o psiquiátrica, en uno de los momentos “más importantes” de la vida en el que la expectativa es que se viva “en plenitud”. El embarazo y la maternidad están asociados a una serie de cambios hormonales, fisiológicos, cognitivos y sociales. La falta de adaptación a estos cambios conduce a la aparición y/o cronificación de problemas psicológicos tales como la depresión, la ansiedad, el estrés, que muchas veces pasan desapercibidos.

 

Durante el embarazo son frecuentes, y totalmente normales, los sentimientos  ocasionales de depresión, suele haber ambivalencia emocional, es decir, la convivencia de momentos alternos de gran alegría y feliz expectación, con otros de miedos y dudas acerca de si se ha tomado la decisión correcta, de la capacidad  de asumir la responsabilidad o de la “revolución” que traerá a su vida el o la bebé.

 

Es un periodo de sensibilidad creciente, así como de gran vulnerabilidad, por lo que cobran vital importancia los cuidados facilitados por el entorno cercano, la pareja y la familia, así como por los profesionales del sistema de salud.

 

Si has pensado en que lo necesitas, pide ayuda, a pesar del miedo es lo más sabio y valiente que puedes hacer, el llevar un proceso terapéutico prenatal te ayudará a sentirte más segura y ayudará a esclarecer los objetivos como: 

  • Clarificar dudas y adaptarte mejor a los cambios que trae el embarazo.
  • Prepararte psicológicamente para el momento del nacimiento y el  postparto.
  • Atender dudas acerca de la relación madre-hijo y el desarrollo del bebé. 
  • Facilitar una mejor reincorporación laboral o adaptarte a la nueva dinámica del hogar desde un punto de vista psicológico/emocional.

“Los grandes cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida. No es el fin del mundo. Es el inicio de uno nuevo”. Autor Desconocido.

 

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Staff IJPCC

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El cerebro de mamá

“Nada es permanente a excepción del cambio”

 Heráclito

Seguramente has escuchado a una mamá decir frases como: “Ser mamá me cambió la vida”, “Mi vida es otra desde que nació mi hijo(a)” “No soy la misma que antes de ser mamá”; yo misma he dicho alguna de estas frases. Evidentemente, la vida es cambio y movimiento, no es un tema nuevo que la maternidad transforma muchas áreas de la vida de una mujer, los innegables cambios físicos, la modificación del  auto concepto, prioridades, vida social, familiar y un sinfín de etcéteras, sin embargo, hasta hace algunos años, no se había hablado científicamente de los cambios que ocurren en el cerebro de quienes se convierten en mamás.

El cerebro de las mujeres cambia su estructura durante el embarazo y estos cambios son mantenidos hasta 2 años después del parto. Esto fue demostrado por un estudio sin precedentes, realizado por la Universidad Autónoma de Barcelona, en el cual se realizaron resonancias magnéticas a 25 mujeres embarazadas, 19 de sus parejas (todos hombres) y 20 mujeres no embarazadas. A través de la observación de las imágenes obtenidas de las mujeres en gestación, se descubrió una disminución en la materia gris en regiones específicas, la materia gris es una sustancia encargada de procesar la información en el cerebro; hablar de materia gris se ha asociado popularmente a la inteligencia, a mayor materia gris mayor inteligencia; sin embargo, cabe aclarar que en realidad su función va mucho más allá.

La investigación realizada demostró que esta reducción de materia gris, no significa menor capacidad cognitiva o menor inteligencia; más bien, quiere decir que se optimizan las conexiones entre neuronas, lo que puede favorecer el correcto funcionamiento de varios procesos en el cerebro.

El cerebro de una mujer embarazada se reajusta. La materia gris se reduce en algunas áreas cerebrales para favorecer un aumento en la empatía; las mamás son más habilidosas para hacer conexión con los demás,  lo cual puede explicar el surgimiento del instinto maternal relacionado con la detección de las necesidades del bebé o de anticipar riesgos potenciales para su hijo en un entorno específico. Esto solo le ocurre a las madres y es un proceso adaptativo, no evolutivo; no quiere decir que las mujeres  que no son madres sean menos evolucionadas que aquellas que sí lo son. La investigación reveló que este reajuste solo ocurre en las gestantes, ya que ninguno de los hombres que se estudió ni de las mujeres no embarazadas mostró cambios en la estructura cerebral.

Es muy probable que los cambios hormonales que se producen durante el embarazo, no solo cambien el cuerpo, si no que también influyan en esta reorganización del cerebro; los sentidos se agudizan, aumenta la producción de oxitocina (también llamada la hormona del amor) que se almacena y a partir del quinto mes de gestación empieza a liberarse gracias a los primeros movimientos del bebé dentro del vientre; esta misma hormona funciona como desencadenante y analgésico natural durante el parto y una vez que el bebé ha nacido, la oxitocina favorece el vínculo de apego y la lactancia materna.

Desde el embarazo, nuestro cuerpo se prepara para un gran reto, la naturaleza nos provee,  nos da lo necesario para adaptarnos a los cambios que trae consigo la maternidad.

Por eso la próxima vez que escuches a alguien decir: “La maternidad me ha cambiado” puedes considerarlo como cierto. Ser mamá te cambia…para siempre.

 
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Mtra. Mónica García