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¿Es difícil meditar?

¿Alguna vez has hecho algún ejercicio de meditación para sentirte más “tranquilx”? ¿Cómo te fue?, ¿ayudó a disminuir la inquietud o estrés que experimentabas?

Por lo general, cuando nos acercamos a la meditación, solemos tener la intención que de  sentirnos mejor del “ruido” y malestar que experimentamos día a día en diferentes contextos: en el trabajo,  en casa,  con tus hijos, con tu pareja, en un día caluroso o estar atorados en el tráfico.

La intención es buena y la herramienta también, pero ¿qué tal si la meditación no tenga resultados inmediatos? ¿y si no logras relajarte las primeras veces?, ¡espera!  No lo abandones, la meditación puede darte muchísimos beneficios más, pero es poco realista esperar  resultados inmediatos en todos los casos, entonces ¿para qué hacerlo?

Para llegar a ese punto, necesitamos hablar  un poco de la base que sostiene a gran parte de las meditaciones, la cual llamaremos “Mindfulness”.

Mindfulness o “Atención Plena en el Presente” es una habilidad que nosotros como seres humanos podemos desarrollar a través de la meditación.

Y el estar “presente” o en una postura “mindful” tiene que ver con el cómo estamos manejando y dirigiendo nuestra atención, podemos dirigirla hacia lo que nos motiva, nos impulsa o lo que realmente queremos en nuestra vida. O podemos centrarla en nuestras emociones, pensamientos, recuerdos o sensaciones “desagradables” y cómo librarnos de ello, lo que casi siempre genera un aumento en la intensidad de las emociones, que hace que demos vueltas a cómo eliminarlas, causando un efecto “bola de nieve”.

Puedes elegir hacia donde diriges tu atención, al principio requiere esfuerzo, pero te compartiré algunas ideas que pueden ayudarte a ir entrenando el dirigir tu atención lo que es valioso para ti.

1.- La naturaleza de la mente:

Que vive continuamente en una “danza pasado-futuro”, es decir, nuestra mente puede irse a cosas que te pasaron ayer, hace unos días o incluso hace ya algunos años o también se adelantará a lo que “podría” pasar mañana, en unos días o unos años, y este “baile de la mente”, aunque es muy común, cuando es constante nos «enreda» y genera desgaste, porque dejamos de prestar atención a que está pasando y nos gustaría vivir.

2.- Mindfulness puede aprenderse de dos maneras:

– De manera “formal”, integrando una serie de pasos para su ejecución, los cuales pueden incluir:

Postura

  • Lugar cerrado o con poco ruido
  • Clima preferentemente frío o no tan cálido
  • Algún difusor con aceites esenciales

– De manera informal, de la cual hablaremos acá. Se le llama «informal» porque a diferencia de la manera “formal” de entrenarnos en mindfulness, aquí no es necesario seguir los pasos que te compartía renglones atrás, en este tipo de práctica sólo vamos a involucrarnos en lo que está pasando en el momento presente contactando con nuestros sentidos (gusto, tacto, olfato),  por ejemplo:

  • Notar el sabor de la pasta de dientes al cepillarte.
  • Percibir la temperatura del agua cuando te bañas.
  • Poner atención al sabor de tu comida: salado, picoso, dulce, identificar un sabor en particular.
  • Percibir la temperatura del aire que está entrando o saliendo por tu nariz.
  • Notar el “petricor”, o sea, olor de la tierra mojada después de la lluvia.

Estos ejercicios sencillos pueden ayudarte a llevar atención a lo que está pasando en un momento en particular, poner la mente en el presente, estar ahí y notar lo que pasa a tu alrededor y lo que pasa contigo (pensamientos, emociones, sensaciones, etc.), dejando que estén ahí, sin emitir juicios al respeto, centrando tu atención momento a momento y tomando la decisión de qué y hacia donde quieres dirigir tu conducta.

Algunas otras prácticas que te recomiendo comenzar a integrar a tu día a día son:

  • Describir el sabor de la comida que estés consumiendo.
  • Notar la temperatura del clima.
  • Sentir cómo es la ropa que traes puesta (suave, áspera).
  • Observar los detalles en los árboles, edificios, el cielo o el lugar donde te encuentres, como tamaño, forma, color, textura (si se puede tocar, claro)

Con la práctica constante, te darás cuenta que desarrollas la habilidad de estar más “fuera” que “dentro” de tu mente y mucho más involucradx con tus conductas y tu vida, en definitiva, más presente.

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Psic. Jesús Briseño

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«Turning Red»: Ser perfectos o ser nosotros mismos

Seguramente para este momento, en el que te encuentras leyendo esto, ya has visto más de una vez la nueva película de Disney Pixar Turning Red, y es que es claro, la película animada tiene un toque emocional y humorístico que a todos nos conmueve y nos hace conectar con muchas cosas de nuestra infancia y/o adolescencia.

Y ya sea que la repetiste más de una vez por su historia o por lo que te hizo sentir, es una gran película que además de hacernos viajar al pasado, la protagonista MEI-MEI nos comparte una gran frase:

“Abraza a tu panda interior”

Y entrando al tema del panda, ¿qué es lo que representa?

El panda rojo, en la película nos habla de todo aquello que realmente somos, lo que pensamos, sentimos, pero que no dejamos salir, ya sea porque no va con los “estándares de la sociedad” o porque se nos enseña en casa que expresarse o tener gustos distintos no está bien.

Esto lo vemos durante toda la película con Mei-mei y su mamá, donde desde pequeñas se les enseña que, para ser aceptadas, hay que “ser perfectas”, seguir con las reglas, creencias e ideales que se han trasmitido de generación en generación y el resto, sus gustos, emociones, pensamientos “el panda” debe quedar oculto por siempre.

Y, ¿Qué pasa con lo que ocultamos?

 Durante el filme observamos que la protagonista tiene que luchar con seguir su educación, y conseguir la aprobación de la familia ocultando lo que realmente siente y quiere, o ser ella misma, disfrutar de su adolescencia, de sus amistades y “dejar salir” lo que es, cree y siente, en otras palabras; sentirse libre de expresarse.

Y durante todo este proceso de lucha, se suscitan situaciones como el esconderse de su familia, seguir aparentando que es perfecta, y a su vez decidir entre sus raíces, sus amigas, y sus emociones, algo que nos suele pasar muy seguido, pues en todo momento sucede que debemos elegir entre ser nosotros o ser “perfectos”

¿Y entonces qué nos enseña está película?

Al final podemos ver a Mei-mei y su mamá reconociendo que la manera en que cada quién actúa, siente y piensa; ya sea como mamá o hija, está bien, es parte de esa perfección que cada una tiene, y nos lo dejan ver cuando la mamá de Mei-mei acepta que no importa cómo sea ella, siempre tendrá su aprobación.

Nos enseña que, no es necesario vivir siendo uno u otro, sino que podemos ser los dos, y seguir siendo nosotros, ser quien nos gusta ser, y no por eso dejamos de ser “perfectos”.

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Psic. Sofía Vélez

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«No se habla de Bruno»…

Seguramente ya has visto, o al menos escuchado o visto algún meme sobre “Encanto”, la película que habla sobre una familia con una serie de “dones” que les brindan habilidades mágicas y únicas a los miembros de la familia, además de tener una de las canciones más pegajosas de los últimos años (¿a poco no leíste cantando el título?) , excepto por Mirabel, la hermana alegre y que siempre se esfuerza mucho por ayudar y contagiar de optimismo a los demás. Sin embargo, al no tener un don llega a preguntarse si es lo suficientemente buena o capaz tanto para ayudar a los demás como para ser parte de esta mágica familia.

Mirabel y su familia nos pueden ayudar a entender los “esquemas desadaptativos” y cómo pueden afectar nuestra calidad de vida, puesto que incluyen creencias, expectativas y experiencias previas de aprendizaje que van marcando una manera de comportarnos, que  a veces puede ser disfuncional.

 

Jeffrey Young es el psicólogo creador de la Terapia de Esquemas, y los definió como “patrones cognitivos, emocionales y comportamentales desadaptativos que inician en el desarrollo temprano y se repiten a través de la vida”; son una tendencia a estilos de respuesta disfuncionales a nivel cognitivo, emocional y comportamental que afectan la vida adulta.

 

Los esquemas los podemos identificar cuando hay algo que “sentimos” (por ejemplo Mirabel, que “sentía” que era inferior a los demás de su familia) y no nos “hace sentido” con la realidad, cuando estos esquemas se activan podemos notar emociones intensas y en ocasiones duraderas. Estos esquemas nos ayudaron a sobrellevar las situaciones de nuestro contexto en la infancia, pero en la adultez tienden a ser limitantes, rígidos, “automatizados” y disfuncionales para una adecuada calidad de vida.

 

La Terapia de Esquemas plantea que estos “esquemas desadaptativos” son resultado de aprendizajes en situaciones que implicaban una alta carga de emociones y sensaciones aversivas/dolorosas en nuestra infancia. Dichas experiencias se generaron por que el contexto (padres o cuidadores) no cubrió las necesidades emocionales (conexión, aceptación, autonomía, libre expresión de emociones, espontaneidad,  juego, límites realistas y autocontrol), necesarias para desarrollarnos adecuadamente a nivel emocional.

 

Estos “esquemas” son entonces formas que se convierten en desadaptativas de enfrentarse a experiencias que nos resultan dolorosas o aversivas (etiquetadas como “negativas”) que se fueron consolidando a lo largo de nuestro desarrollo, por ejemplo discusiones familiares, rechazo de las personas a nuestro alrededor, críticas, invalidación,  sobre-exigencia de las figuras adultas,  hostilidad, agresión, negligencia o cuidados inadecuados.

 

Y para ejemplificar algunos de éstos esquemas, la película nos ofrece algunos personajes cuyos “dones” traen consigo algunas experiencias no tan agradables, ¿quieres conocerlos?

 

Mirabel: la hermana que siempre está alegre, dispuesta a dar lo mejor de ella para ayudar y apoyar a los demás con sus destrezas,  a pesar que es sumamente optimista, constantemente se cuestiona si hay algo en ella que sea “mágico”,  ¿soy lo suficientemente buena?. El no tener el “don” implica asumir que algo en ella no está bien, como si fuera imperfecta (checa la actitud de su abuela al respecto, no es que Mirabel lo haya sacado de la “nada”).

 

Mirabel es un ejemplo del esquema “imperfección/vergüenza” que nos hace sentir incompletos o malos. Temerosos de que las personas nos conozcan y descubran nuestros defectos (como al inicio de la película, evitando mencionar que no tiene un don). Por lo tanto, no encontrará a alguien con quien sentirse valioso, capaz o merecedora de amor. Se preocupa por el juicio de los demás. El sentimiento de vergüenza está siempre presente.

 

En segundo lugar está Isabela, la hermana cuyo don consiste en crear flores y plantas a voluntad, contagiando a todos con un ambiente muy hermoso, colorido y perfecto. Ella se esmera en que todo siempre salga “perfecto”: sus flores, su arreglo personal, la manera de comportarse con las personas del pueblo, cumpliendo las expectativas de su abuela. Sin embargo, carga con la responsabilidad de cuidar que todo lo que haga sea así,  “perfecto”, tiene la enorme presión de nunca equivocarse, estando siempre bajo la lupa de la familia y la comunidad, a siempre ejecutar sus acciones de manera refinada y lo mejor posible.

 

Isabela es un ejemplo del esquema “estándares incalcanzables” nos hace creer que “nunca seremos suficiente”, siempre hay que intentar hacer más y mejor.  Isabela trata de satisfacer estándares cada vez más altos para evitar la crítica, tanto de ella misma como de los demás, volviéndola rígida, perfeccionista y desconectándola de la espontaneidad que nos permite divertirnos y con lo que nos gusta hacer, así como descansar y disfrutar de su tiempo. La autocrítica es un común denominador de este esquema.

 

Luisa es la hermana con la increíble fuerza necesaria para las tareas y actividades difíciles y complicadas como mover puentes, casas, grandes rocas y cargar con todos los burros de la comunidad. Dada su fuerza, todos la buscan y siempre le piden ayuda, trabajando duro para solucionar la vida de los demás, sin embargo, siempre anhela un momento para dejar la carga de los otros de lado y poder disfrutar un tiempo de relajación y descanso.

 

Luisa ejemplifica el esquema “autosacrificio” que con frecuencia nos lleva a voluntariamente sacrificar nuestras necesidades por otros (que vemos “débiles”) y cuando se busca satisfacer las propias necesidades genera mucha culpa (por sentirse egoísta. Ser hipersensible al dolor de los demás es parte del esquema. A la larga, genera resentimiento por aquellos por quienes uno se sacrifica, dado que las propias necesidades se quedan “crónicamente” sin ser atendidas.

 

Y para terminar, Bruno, “el que no debe ser nombrado” en la familia Madrigal, pues sus poderes implicaban la habilidad de ver el futuro y como no eran predicciones “agradables” (perder el cabello, engordar, estar muy triste el día de tu boda o  la posiblidad de perder los poderes de la familia). Todos comenzaron a temerle y alejarlo gradualmente. Nadie lo entendía, pues resultaba que las predicciones eran parciales, sólo mostraban las consecuencias que pasarían de no cambiar la manera de comportarse de aquellos a quienes veía en sus visiones.

 

Este rechazo, aislamiento y no comprensión que recibió Bruno, puede ilustrar el esquema  “privación emocional” en el cual sentimos que los demás no atenderán nuestras necesidades emocionales, incluyendo la empatía, el afecto, validación y el acompañamiento, por tanto, Bruno tiene un “don” que le provoca sentirse incomprendido y frustrado, además de no recibir  el mismo nivel de empatía y cariño que proporciona a los demás, generando incluso que sea “desterrado” por su abuela. La sensación de que no nos van a comprender, reconocer o validar es muy común en este esquema, y al igual que él, podemos tender a aislarnos, lo cual refuerza el esquema.

 

La Terapia de Esquemas  es un planteamiento interesante para reconocer estos patrones en nuestra historia de aprendizaje (los que hemos descrito acá no son los únicos, se han descrito en total 18 esquemas), identificar lo «disfuncional» que nos está resultando y trabajar en el cambio que se requiere para incrementar nuestra calidad de vida, fortaleciendo comportamientos que nos acerquen a una vida más plena y equilibrada. Si no la has visto, te recomiendo que la veas, “encanto» es un buen ejemplo de cómo  nuestros aprendizajes, expectativas y el mismo contexto pueden interferir en que podamos vivir como siempre lo hemos deseado, y que es posible alcanzarlo a través del cambio en nuestros comportamientos.

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Psic. Gerardo Ramírez

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¿Por qué da miedo atender un caso de TLP?

En la práctica clínica, podemos encontrarnos con una enorme gama de consultantes y problemáticas, entre los más frecuentes están los problemas de ansiedad, depresión y la llamada “desregulación emocional”, que regularmente está asociada al Trastorno Límite de la Personalidad (TLP).

 

Algunas de las características del TLP es dificultad para regular las emociones y “volver a la calma”, esta problemática se ha asociado a bases biológicas en combinación con situaciones del contexto (un ambiente invalidante, entre otros elementos).

 

Estos problemas de “regulación emocional”  en nuestros clientes con frecuencia “activan” las de los terapeutas, que en ocasiones reportan una sensación de “miedo, preocupación, inquietud” por el consultante, dado que estos consultantes experimentan de manera muy intensa sus emociones y que en esta misma intensidad buscan maneras de “volver a la calma”, algunas de ellas son:

 

  • Auto lesiones
  • Golpearse a ellos mismos, a otras personas y
  • Ideas o intentos de suicido
  • Relaciones sexuales sin protección

Estos comportamientos, en su gran mayoría, han funcionado para que  la persona que experimenta estas emociones intensas pueda regresar a la calma y “aliviar” ese malestar emocional (lo cual ocurre a corto plazo) y, a diferencia de lo que comúnmente se piensa, la búsqueda principal no es “llamar la atención” o “victimizarse”.  

 

Por la naturaleza de las conductas autolesivas, es comprensible que nos “activen” y sintamos miedo de la integridad física de nuestro consultante y presión por la eficacia de nuestras intervenciones.

 

¿Qué puedes hacer si te identificas con estas sensaciones? 

 

Lo primero sería identificar y reconocer el miedo que nos generan este tipo de problemáticas, es súper comprensible que lo estes experimentando; aunque puedan aparecer este tipo de creencias, no eres mal terapeuta por tenerlo, me parece que es señal inequívoca de que para tí es importante que tu cliente esté bien; eso es lo que hace un buen terapeuta: interesarse genuina y auténticamente por sus clientes.

 

Lejos de invalidarlo, te animo a darle “espacio” a ese miedo en lugar de tratar de ignorarlo o querer que se vaya, probablemente sea adecuado que aparezca ya que, gracias a esa preocupación, puedes actuar con más detalle y cuidado. 

 

Lo segundo es crear un espacio de “validación, aceptación y cambio” de y con tú consultante, como lo postula el modelo de la Terapia Dialéctica Conductual, por el miedo que podemos experimentar ante las acciones de riesgo en nuestro cliente es posible caer, sin querer, en acciones de invalidación sobre lo que le sucede, lo que siente y cómo lo regula, lo que podría que podría dificultar que explore nuevas formas de regularlo, lo cual influye en la alta tasa de abandono en este tipo de consultantes.

 

Lo tercero sería “infinita” paciencia para con tu consultante, ya que ha hecho lo mejor que ha podido con las herramientas que ha podido adquirir en su contexto, considera que el cambio será progresivo, y esta paciencia también aplica para tí como terapeuta, ya que solemos abrumarnos o autoexigirnos un poco más ante estos casos.

 

Y una última recomendación es que busques ser supervisado por algún experto en el tema, cuando pedimos ayuda, la probabilidad de éxito con el caso es mayor, además de lo satisfactorio que se siente poder ser parte de una red de apoyo. 

 

Recuerda también darte espacios de “relax”  y autocuidado para ti como persona,  salir con amigos, comer tu comida favorita, ver esa serie a la que le echaste el ojo o la actividad que más te guste. No olvides que también eres un ser humano y mereces un espacio para “recargar pilas”, verás que eso ayuda a tu desempeño como terapeuta.

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Psic. Jesús Briseño

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¿Cómo puedo apoyar a mi hijo en su terapia?

A veces como papás podemos sentimos culpables cuando nuestro hijo o hija muestra situaciones complicadas, reconocer que necesita ayuda “externa” en lugar de la nuestra puede ser difícil, decidir iniciar un proceso terapéutico y “exponernos” a la opinión, estrategias y sugerencias de otro puede causar cierto  desánimo o recelo.


Con frecuencia ocurre que cuando llegan a consulta, muchos padres “sienten” que el o la terapeuta les está juzgando por “hacer las cosas mal” como padres; la realidad es que esto no necesariamente es cierto, máxime en situaciones en las que lo más sabio y amoroso que podemos hacer por ellos es reconocer que la situación que nos llevó ahí “se está saliendo de las manos”, y después de intentar múltiples estrategias, no sabemos qué hacer.


Y acá la pregunta interesante, una vez estando en el acompañamiento con un o una profesional con la capacidad para orientarnos, asesorarnos y acompañarnos, ¿qué puedo hacer yo como papá o mamá para apoyar a mi hijo o hija en su proceso terapéutico?

Antes de contestar esta pregunta hay que recordar que Papá y Mamá son insustituibles e irremplazables y por eso el éxito de la terapia para tu hijo o hija dependerá muchísimo de cuánto te involucres activamente en él en este momento en que tu hija/hijo necesita más que nunca de tu apoyo.


Teniendo esto en consideración, te dejo acá algunas sugerencias que puedes hacer para involucrarte y apoyar a tu hija/hijo:


  • Escucha activamente y sin juzgar a tu hijo/hija.
  • Valida sus emociones (permitir que se sienta como se siente, sin anular o querer cambiar cuando tiene una emoción “negativa” o hacer que se sienta siempre “bien”).
  • Sé paciente, es natural que quieras ver resultados rápidamente, pero la terapia es un proceso, pretender acelerarlo mete presión en todos los que están involucrados (tu hija/hijo, su terapeuta, y tú mismo/a) y por lo general no funciona, el proceso durará lo que tenga que durar.
  • Sé lo que eres: el/la protagonista en la red de apoyo de tu hijo/hija.
  • Trabaja en mejorar la comunicación con tu hija/hijo, una forma de hacerlo es dejarlo que hable de lo que le interesa o lo que quiere platicarte, evitando regañarla en un primer momento (primero escucha toda la historia, después podrás orientar).    


Y ahora, lo que NO hay que hacer para favorecer el proceso y apoyar:


  • Presionar, controlar y acelerar para que mejore a “tu ritmo”.
  • Hacer a tu hijo/hija totalmente responsable de la problemática por la que acuden a consulta.
  • Considerar al terapeuta como un enemigo, en lugar de un aliado.


Recuerda que habrá ocasiones en las que como papá o mamá puedes equivocarte, es totalmente normal que pase y ocurre a todos, porque NADIE lo hace perfecto. Lo importante es hacer lo necesario para generar cambios que como familia les funcionen y restaurar  o evolucionar en que en su momento se deterioró.


Estoy segura que haces lo mejor que puedes con los recursos con los que en este momento cuentas, al tomar la responsabilidad de trabajar en equipo con un/una terapeuta le das a tu familia la oportunidad de aprender y crecer juntos.

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Psic. Bárbara Téllez

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¿Cómo vivir el duelo?

Todos en algún momento hemos atravesado o eventualmente viviremos un proceso de duelo, y no, no hablo del “duelo de espadas”, sino el camino que se nos presenta al perder a un ser querido, que ha partido y nada l@ puede traer de vuelta, además de todo lo que va a ir sucediendo a partir de este evento y afrontar la enorme dificultad para «sentirnos igual» una vez que nuestr@ ser querido parte.

 

Ante un fallecimiento de un ser amado, ocurren cambios a nivel fisiológico, emocional, cognitivo y comportamental que afectan en cierto grado la funcionalidad y estabilidad en nuestro día a día.

 

Podemos definir el duelo como “una experiencia de los  familiares y amigos, en la anticipación, muerte y subsiguiente ajuste a la vida  después de la muerte del ser querido, incluye procesos psicológicos internos y la adaptación de los miembros de la familia, así como las expresiones culturales y experiencias de luto” (Christ, Bonnano, Malkinson & Rubin, 2003).

 

Sin embargo, aunque es una situación que tod@s, sin excepción vamos a vivir, cada persona vive su pérdida de manera distinta, razón por la cual se ha dificultado la generación de un planteamiento teórico que resulte útil para todas las personas que están en duelo por haber perdido a alguien amado.

 

Teóricamente los modelos mayormente usados para explicar este proceso son dos, “las fases del duelo” de Elizabeth Kübler Ross (negación, la ira, la negociación, la depresión y la aceptación para explicar y elaborar el proceso de duelo), y “las tareas del duelo” de Worden (aceptar la realidad de la pérdida, elaborar las emociones y el dolor de la pérdida, adaptarse a un mundo en el que el fallecido ya no está presente y re-colocar emocionalmente al fallecido).  

 

Estos planteamientos teóricos conllevan el “recorrer ese camino”,  independientemente de lo que transcurre en la vida del doliente y del contexto de la pérdida, es decir, si no se viven estas 5 fases o 4 tareas (aunque no necesariamente en orden) se concluía que “no se había elaborado el duelo adecuadamente”.

 

Evidentemente esto nos llevaría a plantearnos algunas cuestiones, por ejemplo, si después de 10 años recuerdo a mis abuelos ya fallecidos y comienzo a llorar, recordar mis últimos momentos con ellos, y noto cómo mis energías disminuyen, ¿no viví adecuadamente mi duelo?,  ¿acaso no he superado mi pérdida?.

 

En muchas ocasiones, plantearlo de esta manera y generar esas expectativas  termina “boicoteando” nuestros procesos de duelo, pues asumir que “superar” a un ser querido o vivir adecuadamente el duelo implica no sentir, olvidarlo parcialmente o creer que no volverá a doler igual que antes y que nuestra vida volverá a ser la misma, es una gran mentira.

 

Además, resulta invalidante para la experiencia del doliente hacerlo sentir o llevarlo a creer que atravesando ciertos procesos se sentirá como antes y que su pérdida eventualmente le dejará de doler.

 

Stroebe y Schut, en 1999, propusieron el “modelo del procesamiento dual del duelo”,  luego de investigar la forma en que se acompaña o trabaja en éstos procesos de pérdidas; ellos plantean el duelo como un proceso dinámico, vivido en un contexto social e interpersonal, en el cual -en la medida de lo posible- se elige «ignorar» o concentrarse en uno u otro aspecto de la pérdida (llorar por la muerte, extrañar a la persona fallecida) y adaptarse al cambio en su vida posterior (retomar actividades, experimentar nuevas cosas, adoptar nuevos roles, enamorarse, etc.).

 

El modelo busca generar un “acuerdo” con la pérdida del ser querido, explicando cómo los dolientes se orientan de manera alternada y constante hacia la pérdida o restauración.

Cuando el doliente se orienta a la pérdida, acepta las reacciones y síntomas posteriores del duelo, permitiendo expresar su afecto,  evaluar las consecuencias de la pérdida,  hacer una revisión constructiva de sus objetivos y metas. Esto facilita vivir un proceso personal y único, pues de esta manera no hay un tiempo o una “meta” a lograr, sino a ir caminando por la vida mientras vamos guardando espacio y tiempo para sentir el impacto de la pérdida, y nuevamente seguir caminando por la vida y todo lo que nos puede ofrecer.

 

Para finalizar, 2 recomendaciones que pueden ser de gran utilidad:

  • Es importante validar lo mucho que puede cambiar y desestabilizar nuestras vidas en el instante que perdemos a alguien que amamos, probablemente, durante algún tiempo la vida consistirá en estar en el mundo y estar viviendo la perdida; en la medida que las personas se permiten este proceso, los duelos se vuelven menos “incapacitantes”; cuando evitamos sentir la pérdida, y/o evitamos regresar a nuestra vida cotidiana, el duelo se complica y se torna más doloroso.
  • Si te toca acompañar a alguien que perdió a su ser querido, escuchar atentamente, sin buscar opinar o “resolver” sus problemas, mostrarte genuin@ con la ayuda que ofreces y sobre todo validar su sentir (reconocer lo que siente, aceptar que su dolor proviene de algo que todos vamos a vivir y no tiene nada de «malo» estar triste), permitirle llorar y quejarse, respetando su tiempo, su ritmo y sus necesidades, evitando sugerir el volver a la vida “normal” lo antes posible.

 

«Nunca vamos a superar la pérdida de un ser querido, aprendemos a vivir con ella».

 

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¿Cómo elijo a un buen psicoterapeuta?

Muy probablemente si estás leyendo esto te has planteado alguna vez el asistir a terapia pero puede que haya dudas a la hora de dar el siguiente paso. Ya sea por comentarios que hemos escuchado de nuestros amigos o familiares o por información que ronda en diversos sitios de internet todavía existen muchas preguntas sobre el trabajo que realiza un psicoterapeuta. El propósito de este blog es clarificar y disipar un poco aquellas ideas erróneas y dudas frecuentes a la hora de buscar ayuda psicológica y tratar de dar una pequeña guía sobre cómo encontrar a un buen psicoterapeuta. 

Primeramente, no todos los psicólogos pueden dar atención psicoterapéutica. Quizá contrario a la creencia popular, no por ser psicólogo/a quiere decir que puede dar terapia. Al momento de emprender tu búsqueda primero cerciórate que tu terapeuta este graduado de la licenciatura de psicología y especializado en el área de la psicología clínica y/o con formaciones profesionales en psicoterapia. En psicología hay muchas áreas y no todas tienen los conocimientos básicos y necesarios para brindar atención psicoterapéutica. Lamentablemente se pueden encontrar “terapeutas” que ejercen su labor sin tener este requisito esencial. 

Una vez que te aseguraste que tu terapeuta dice quien dice ser, mira qué tipo de terapia hace. Pide información sobre qué terapia realiza y qué evidencia hay de que su terapia es efectiva para un problema como el tuyo. Pregunta todo lo que necesites, estas en todo tu derecho de saber qué tipo de tratamiento vas a obtener ya que no todas las formas de terapia son igual de efectivas. 

Por lo general, si tu terapeuta está orientado/a hacia un enfoque cognitivo-conductual, conductual o contextual es una buena señal, ya que son terapias basadas en evidencia. Las terapias basadas en evidencia son terapias que se han puesto a prueba en estudios clínicos y su eficacia ha sido comprobada científicamente. En otras palabras, funcionan por lo que dicen que funcionan y van más allá del “es que a mi comadre le ayudó”. Te dejo por aquí un listado actualizado de la APA (Asociación Psicológica Americana) sobre dichas terapias: https://div12.org/treatments/

Otros parámetros que te pueden ayudan a identificar a un buen psicoterapeuta son:

Te explica las cosas que haces y por qué las haces: Te ofrece una explicación coherente del posible origen del problema y qué es lo que puede estar ayudando a que se siga manteniendo en el tiempo. 

Su intervención va dirigida a las variables que mantienen dicho problema: Te enseña a generar cambios en tus conductas problema de la forma que sea más rápida y eficaz. 

Cuenta contigo para tomar decisiones: Propicia el trabajo en equipo y negocia los objetivos terapéuticos. 

Hay un ambiente de respeto, validación, confidencialidad y buen trato. 

Trata de fomentar tu autonomía: Te guía para que apliques las cosas que aprendiste en terapia fuera de ella y no dependas enteramente de su ayuda en un futuro. 

Espero que esto ayude a plantear mejor la búsqueda de un psicoterapeuta y evitar perder tiempo y dinero en el proceso.

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Staff IJPCC

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¿Qué es el positivismo tóxico?

Hoy en día las redes sociales han marcado una diferencia en como se percibe el mundo. Me da la impresión de que la mayoría de las noticias, publicaciones, vídeos y fotos que se publican son de momentos aparentemente felices.

Las redes sociales han provocado una generación de adolescentes que aspiran a vidas envidiables para posicionarse en la era digital por medio de las vistas, “likes” y compartir de videos y fotos.

¿Pero realmente cómo funcionan estos momentos aparentemente felices? ¿Qué pasa cuando nuestros adolescentes se dan cuenta de que ese tipo de vida es muy difícil de alcanzar? 

El positivismo excesivo en las redes sociales es más normal de lo que creemos. Constantemente veo mensajes que invitan a tener una “actitud positiva” y  aunque es importante ser optimistas, es imposible mantener siempre una actitud positiva, ya que enfocarse exclusivamente en lo positivo no es tan bueno como parece, incluso puede llegar a ser “tóxico”.

Poco a poco esta generalización ha provocado una necesidad de mostrar al mundo una forma ficticia para controlar la imagen que proyectamos y de cierta manera, vivir un miedo profundo a enfrentar el dolor, el sufrimiento propio y del otro.

Estas son algunas de las consecuencias que hoy en día ya están afectando a la población juvenil debido a que son más suceptibles a este tipo de manipulaciones: 

  • Tener aspiraciones inalcanzables debido a que los influencers hacen vídeos diarios de las cosas emocionantes que viven y es raro que plasmen los momentos malos del día y las dificultades que tienen. El problema es que mostrar solo la parte divertida, bonita y emocionante de una vida hace que lo comparemos con nuestras vidas y lleguemos a distorsionar la realidad y nos esforcemos en imitar un determinado estilo de vida para alcanzar el éxito y la felicidad.
  • Frustración, por pensar que no se consigue lo que quiere si no se tiene una actitud positiva. Las redes sociales pueden hacernos pensar que es cuestión de tener una buena actitud para que nos vaya bien y esto puede ser una fuente muy grande de frustración.
  • Falta de recursos para afrontar una realidad que no me hace feliz. Si no estoy satisfecho con mi vida empezaré por cambiar lo que ven los demás de mí en las redes sociales. Si el número de likes sube, me sentiré mejor.
  • Sentimiento de culpa. La felicidad es un requisito y el positivismo nos dice que si no afrontas la adversidad con una sonrisa sólo atraerás cosas negativas; y las redes sociales potencian este esfuerzo por demostrar constantemente lo felices que somos.
  • Efecto en el autoconcepto. ¿Valgo por lo que soy, por lo que hago o por lo que los demás vean en mi muro, feed o stories? Si en las redes sociales se valora a las personas por lo que hacen, si no puedo publicar pruebas de que mi vida es excitante y muy activa socialmente, es que no valgo lo suficiente.

Existen formas de aprovechar ciertos mensajes positivos, pero no todo vale y la solución no está en huir del sufrimiento. Nuestras emociones fluctúan a medida que recibimos información tanto del interior como del exterior. Bloquear esa fuente de información sobre cómo estamos y lo que necesitamos bajo una falsa apariencia de felicidad y optimismo puede llegar a desgastar nuestra capacidad para pedir ayuda cuando la necesitemos. 

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Psic. Bárbara Téllez

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Aceptación… más allá de la moda 

Cuando hablamos de “aceptación” es probable que pueda venir a nuestra mente un sinfín de ideas, una de las más comunes es que aceptar significa mantener una actitud pasiva ante alguna situación, el no movernos porque “ya no hay nada que hacer” o el simplemente aprender a “tolerar” aquellas cosas que no podemos cambiar. 

 

Estás formas de entender la aceptación, aunque comunes, no necesariamente explican la esencia de lo que desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT por sus siglas en inglés) entendemos por aceptación.

 

Desde ACT, podemos entender la aceptación cómo “postura y actitud de estar constantemente abiertos, con conciencia y disposición hacia con nuestra experiencia, para así, estar en contacto con aquellas experiencias internas desagradables” entendiendo a estas experiencias como pensamientos, emociones, recuerdos, sensaciones, etc. 

 

Es decir, el “problema” no es tener estos eventos internos, la mayoría de nosotros los experimentamos de manera frecuente, el eje de atención y donde radica realmente  el problema es cuando nos “atoramos” en el polo opuesto a la aceptación, la “no disposición” o renuencia a tener contacto con esos eventos internos, y para ello invertimos gran parte de nuestras vidas en evitarlos, disminuirlos y querer eliminarlos, produciendo con esta “lucha”, un efecto paradójico, en el cual se intensifica aquello que pretendemos eliminar, con esto nuestro “sufrimiento” se intensifica también y eso nos lleva a desconectamos de lo que realmente es importante. 

 

¿Puedes notar qué ocurre cuando intentamos eliminar o controlar nuestra experiencia? 

La “aceptación” es una pieza fundamental de lo que llamamos “salud mental” descrita en las terapias contextuales, ACT incluida, como “flexibilidad psicológica”, se refiere a “la disposición del sujeto en ponerse en contacto con su experiencia momento a momento, entendiendo que el movimiento hacia lo que es realmente valioso, podrá llevarnos a experimentar momentos dolorosos, o experimentar experiencias no tan agradables”; la idea central en ACT no es eliminar o disminuir los procesos de rigidez o inflexibilidad, más bien, es ampliar el repertorio de acción del sujeto, basado en los ejes de flexibilidad y lo que el cliente valora realmente en su vida. 

 

Acercarse a este tipo de visión no es necesariamente fácil, uno de los primeros pasos hacia la aceptación es darnos cuenta cuando no estamos siendo flexibles y abiertos hacia nuestra propia experiencia, tratar de evitar resistencias y “peleas” contra lo que de cualquier manera, en la realidad, está ocurriendo, puede ser de utilidad recordar que “el dolor es algo inevitable, es inherente al ser humano, sin embargo, el sufrimiento es opcional”. 

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Salud mental, ¿Realidad o utopía?

La subjetividad del concepto salud mental es algo preocupante, la mayoría de ocasiones se relaciona a condiciones de idoneidad, expectativas irreales y aspectos inobservables que dificulta que se determine que alguna persona ha alcanzado semejante condición. En muchas ocasiones hablamos de estados de equilibrio psicológico y emocional, de ambientes saludables, de pensamientos sanos y positivos, conceptos no operacionalizados que dejan al juicio de cada uno de nosotros el determinar cuando se han alcanzado.

 

La psicología no se acaba de poner de acuerdo para tener un único parámetro para determinar el estado de salud mental que alguna persona tiene, tenemos indicadores evaluativos que si bien no son definitivos nos orientan el cómo se encuentra algún sujeto al momento de ser evaluado.

 

La aproximación conductual podría establecer una ruta de salida para esta encrucijada, ya que al operacionalizar y definir la función de la conducta de acuerdo al contexto y las variables que la conforman, la salud mental sería visto como algo individualizado (ideográfico), algo que por fin sería acorde a cada circunstancia y dejaría de perseguir parámetros establecidos, en muchas ocasiones utópicos, que solo frustran tanto a clínicos como a individuos.

 

Podemos determinar a la salud mental entonces como una condición única y especifica que está en función del equilibrio del individuo y sus contextos, una circunstancia que no debe encajar con lineamientos universales o manuales de diagnóstico. La condición sería que cada persona este cercana a lo que le es valioso y le acerca a sus propias metas de vida, por la ruta que más le convenga y agrade, mientras no se ponga en riesgo ni perjudique su propio bienestar integral ni el de sus familiares y allegados.

 

Quizá bajo estos “parámetros” las estadísticas de personas sanas y con salud mental serían mucho mayores y las comparaciones y la frustración por no acercarse a semejantes niveles de idoneidad se reducirían, tendríamos entonces una condición más acorde a la realidad y más centrada en el individuo y no en lo global.

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