Depresión: más allá de una etiqueta diagnóstica

Depresión: más allá de una etiqueta diagnóstica

 

Todos hemos escuchado alguna vez acerca de la depresión, y lo primero que podemos imaginar al escuchar este término es quizá a una persona desanimada, con la mirada triste y constantemente llorando, y probablemente algunas de las características antes descritas puedan presentarse en una persona “deprimida”, sin embargo ¿Tú qué entiendes por “depresión”? 

 

Lo que comúnmente entendemos como depresión se asocia con con sensación de tristeza, falta de ánimo o motivación para  realizar actividades, irritabilidad, problemas en el sueño y la alimentación; sin embargo, es importante mencionarte que la palabra “depresión” es únicamente una forma de entender algunas conductas que se presentan en “exceso” (aparecen mucho y no deberían aparecer tanto) y “déficit” (conductas que casi no aparecen, siendo ideal su constante aparición), las cuales provocan que las personas se alejen de sus ideales y  cosas valiosas e importantes para ellas y como resultado se presenta esta sensación de desmotivación y vacío. 

 

Con base en esto, en muchas ocasiones cuando hablamos de depresión no necesariamente se trata de una “enfermedad” o algo que esté mal en ti; sino de  una respuesta “natural” que se presenta ante situaciones difíciles y  producen malestar. En este sentido, las conductas que englobamos como  “depresión”, son  una forma de enfrentar estas situaciones estresantes; esto aunado a situaciones en las que hemos tenido pocas experiencias agradables, situaciones motivantes y la conciencia de qué es importante y valioso, más mucho contacto con situaciones “desfavorables” pueden intensificar las sensaciones de “depresión” o hacer que dure más tiempo.

¿Qué hacer?

Una forma potencialmente eficaz es retomar actividades que te gustan o gustaban hacer, incluso con actividades que no sabes si te van a gustar, pero en algún momento tuviste la inquietud de hacer, te llamaron la atención, puede parecer algo no relacionado o incluso un tanto complicado de hacer en este momento, pero vale la pena intentarlo. 

 

Además puedes plantearte alguna meta o propósito, no tiene que ser algo grande, pero si algo que para ti sea importante; la meta debe acercarte poco a poco (o mucho a mucho) a aquello que para ti es valioso, a la vida que quieres tener.

 

Dicho esto, el siguiente paso es realizar pequeñas acciones diarias que te acerquen a la meta, notarás eso que te hace sentir vivo o motivado; conviene llevar  un diario en el cual registres como te sientes al acercarte a estas actividades o el simple hecho de anotarlas ¿Qué emociones te produce? 

 

En muchas ocasiones la solución no es sencilla y desafortunadamente la depresión está presente en miles de personas a lo largo del mundo, ten la certeza de que no estás solo/a, existen alternativas para sentirte mejor, si llevas algún tiempo sintiendo este desánimo o tristeza es importante que consideres iniciar un proceso terapéutico. Si conoces de alguien que puede estar pasando por algo así, tu empatía y apoyo pueden ser de gran ayuda. 

 

Acércate a nosotros, en el IJPCC estaremos encantados de poder acompañarte.

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Cómo cuidar de tu salud mental en el trabajo

Para muchos de nosotros el trabajo es una parte importante en nuestras vidas, es de hecho en donde pasamos la mayor cantidad de tiempo, es de donde obtenemos nuestros ingresos y muchas veces el espacio en el que podemos establecer relaciones interpersonales. Tener un trabajo satisfactorio puede contribuir a nuestra salud y a mejorar nuestra calidad de vida. Sin embargo, estadísticamente el estrés laboral se encuentra entre las causas principales de ausentismo, además los índices de incapacidad laboral por problemas relacionados con la salud mental están al alza.

 

Por lo tanto, es de suma importancia tomar medidas que nos ayuden a mejorar nuestra salud y a incrementar la capacidad de hacer frente a las adversidades.

Aquí una pequeña guía que puede orientarte:

 

1. Reconoce y habla tus emociones: Contrario a lo que hemos aprendido, hablar acerca de nuestras emociones NO es signo de debilidad, de hecho, es una habilidad necesaria para mantener el equilibrio en los momentos en los que las exigencias en el contexto laboral aumentan. Identifica a alguien con quién puedas compartir lo que sientes.

 

2. Mantén una actividad física regular: No importa el ejercicio que elijas, lo necesario realmente es que puedas mantenerte en movimiento durante 30 minutos al día. Esto puede ayudarte a concentrarte mejor y a tener una mejor calidad de sueño; cosas que sin duda favorecen la productividad laboral.

 

3. Haz una pausa: Utiliza recordatorios en tu celular para hacer pequeñas pausas de salud; algunos estiramientos, respiraciones profundas, atender a tu respiración o escuchar una canción que te gusta, pueden ayudarte a transitar tu jornada laboral con éxito.

 

4. Respeta y haz respetar tus horarios de trabajo: Si la mayor parte de tu día estás “conectado” al trabajo, estás llevando la balanza a cosas que son muy importantes, pero estás olvidando aquellas personas, actividades y cosas que te ayudan a vivir emociones placenteras.

 

5. Pedir ayuda, ayuda: Evita el trabajo en solitario, aprender a pedir ayuda es una habilidad que puede proveerte de aprendizaje y sobre todo de una red de apoyo para estar en un ambiente laboral más saludable.

 

Además, toma en cuenta que los empleadores ahora están obligados a velar por lugares y ambientes de trabajo que cuiden la salud mental de sus colaboradores. Es necesario alzar la voz en este tema, lo más valioso en un entorno laboral es el recurso humano, la gente es la que hace posible los resultados.

 

El autocuidado es una habilidad que hay que entrenar, sin salud mental y física es prácticamente imposible lograr efectividad en el trabajo. La prioridad eres tú.

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Salud mental, ¿Realidad o utopía?

La subjetividad del concepto salud mental es algo preocupante, la mayoría de ocasiones se relaciona a condiciones de idoneidad, expectativas irreales y aspectos inobservables que dificulta que se determine que alguna persona ha alcanzado semejante condición. En muchas ocasiones hablamos de estados de equilibrio psicológico y emocional, de ambientes saludables, de pensamientos sanos y positivos, conceptos no operacionalizados que dejan al juicio de cada uno de nosotros el determinar cuando se han alcanzado.

 

La psicología no se acaba de poner de acuerdo para tener un único parámetro para determinar el estado de salud mental que alguna persona tiene, tenemos indicadores evaluativos que si bien no son definitivos nos orientan el cómo se encuentra algún sujeto al momento de ser evaluado.

 

La aproximación conductual podría establecer una ruta de salida para esta encrucijada, ya que al operacionalizar y definir la función de la conducta de acuerdo al contexto y las variables que la conforman, la salud mental sería visto como algo individualizado (ideográfico), algo que por fin sería acorde a cada circunstancia y dejaría de perseguir parámetros establecidos, en muchas ocasiones utópicos, que solo frustran tanto a clínicos como a individuos.

 

Podemos determinar a la salud mental entonces como una condición única y especifica que está en función del equilibrio del individuo y sus contextos, una circunstancia que no debe encajar con lineamientos universales o manuales de diagnóstico. La condición sería que cada persona este cercana a lo que le es valioso y le acerca a sus propias metas de vida, por la ruta que más le convenga y agrade, mientras no se ponga en riesgo ni perjudique su propio bienestar integral ni el de sus familiares y allegados.

 

Quizá bajo estos “parámetros” las estadísticas de personas sanas y con salud mental serían mucho mayores y las comparaciones y la frustración por no acercarse a semejantes niveles de idoneidad se reducirían, tendríamos entonces una condición más acorde a la realidad y más centrada en el individuo y no en lo global.

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Volver a la infancia: ¿Cómo aprendí a ser yo?

“Todas las personas mayores fueron al principio niños (aunque pocas de ellas lo recuerdan)”. Antoine de Saint-Exupéry 

¿Alguna vez te ha pasado o has escuchado de alguien que cuando está solo se siente «raro», le cuesta mucho o simplemente no puede?  o ¿Te ha resultado difícil saber de dónde viene esa necesidad de distraerte cuando te quedas solo en casa?

 

Cuando hablamos de salud mental hablamos de muchos aspectos relacionados al mundo interno de los seres humanos: el amor propio, el sentirnos capaces, nuestras creencias y pensamientos, la capacidad de relacionarnos con otros, nuestros valores y miedos, el emprender metas, regular nuestras emociones, entre muchas otras.

 

Sin embargo, ¿Es posible sentirse solo, aún estando rodeado de seres queridos? ¿qué influye en que una persona pueda tener dificultades para sentir que vive de forma plena? ¿Qué influye para que sufra fracasos amorosos o profesionales?

 

La respuesta está en algo que llamamos «necesidades emocionales». Son 5, son el resultado de numerosos estudios y numerosas conclusiones similares entre distintas teorías y corrientes psicológicas, y para entenderlas mejor debemos entender primero cómo aprendemos estos patrones que guían nuestras vidas.

 

Primero que nada, así como necesitamos dormir nuestras horas correspondientes, comer adecuadamente y hacer ejercicio para mantener el cuerpo sano, nuestra salud mental, a diferencia de lo que escuchamos o leemos, nuestro cuidado emocional no solamente consiste en buscar estar en un estado de “paz” permanente.

 

Depende en buena medida de las necesidades emocionales y cuando éstas no se cubren apropiadamente, comienzan los problemas emocionales. No estamos locos, sólo desarrollamos algo llamado esquema, una especie de lentes que hacen sentir, pensar, recordar, percibir el mundo y al futuro de forma sesgada, desadaptativa y que a la larga me genera constantemente sufrimiento.

 

Y, por si fuera poco, los seres humanos aprendemos a grandes rasgos mediante las consecuencias: lo que pasa inmediatamente después de que yo experimente o realice alguna acción determina qué tan probable es que pase nuevamente, o deje de suceder.

 

Por ejemplo, en muchas partes de México es bien sabido que llorar no es algo bien visto en los adultos (salvo en funerales o borracheras), y por lo tanto es poco probable ver a un adulto llorar en público, mientras que a ver a niños «haciendo berrinches» es relativamente normal para nosotros.

 

Por lo tanto, aprendemos a cubrir estas necesidades de acuerdo a cómo nos fueron enseñando (o no) desde niños, además de las experiencias que acumulamos conforme vamos creciendo, hasta tener una idea más o menos general sobre uno mismo, el mundo y el futuro. 

 

  • Conexión y Aceptación (Apego seguro), ésta al ser cubierta adecuadamente permite sentirnos, respaldados, unidos, aceptados y conectados con nosotros y quienes nos rodean. Que soy amado y perfecto al cual soy.
  • Autonomía y Competencia (sentido de identidad): La capacidad de reconocer mis capacidades, aptitudes, gustos, habilidades, deficiencias y particularidades, para por lo tanto diferenciarme del resto del mundo.
  • Capacidad de expresar emociones libremente: identificarlas y etiquetarlas, regularlas o manejarlas y manifestarlas de maneras funcionales. Por lo tanto, permite conectarme fácilmente con mis necesidades.
  • Espontaneidad y Juego: el saber descansar y separar el trabajo de la diversión, tiene que ver con nuestra capacidad de divertirnos, jugar, soñar, crear, pero también a consentirnos y a «dejarnos llevar por la corriente».
  • Límites realistas y Autocontrol: conocer cuáles son las cosas que podemos y no hacer a lo largo de la vida, así como el poder frenarnos y tolerar la frustración.

Ahora bien, si por ejemplo crecí con la expectativa (aprendida entre otras cosas por frases como «deber ser el mejor», «fallar es para débiles») de sobresalir en la escuela, sacar sólo 10’s, sin importar lo cansado que puede ser a veces, que es un espacio para socializar y explorar mis destrezas, y que probablemente alguna materia no sea de mi genuino interés, con el paso del tiempo puedo convertirme en una persona perfeccionista que difícilmente se permite descansar, provocando cuadros de depresión, ansiedad, o síndromes por estrés.

 

Para poder entender por qué nos puede estar costando tanto la cuarentena y algunos aspectos de mi vida en general, es importante voltear a revisar cómo me fueron enseñando a cubrir éstas necesidades, puesto que todos las tenemos y todos las cubrimos de alguna manera.

 

Y ese aprendizaje lo podemos elaborar mediante algo que llamamos «modos infantiles». Un Modo es una respuesta o reacción momentánea, que tenemos cuando no se cubre alguna de éstas necesidades. Por ejemplo, el modo «niño vulnerable”, aparece cuando nos sentimos tristes, expuestos, vacíos, abandonados, vulnerables, humillados, no queridos. Y de acuerdo a cómo nos trataron de pequeños es como aprendemos a tratar a nuestro niño vulnerable: atenderlo, cuidarlo, empoderarlo, pero también llegamos a evitarlo, minimizarlo, excusarlo, retarlo, presionarlo, castigarlo, ignorarlo, etc.

 

Para recapitular:

  • Todos tenemos 5 necesidades emocionales que es importante cubrir para lograr una vida plena: conexión y aceptación, autonomía y competencia, libre expresión de emociones, espontaneidad y juego, y limites realistas y autocontrol.
  • Si alguna de éstas necesidades no fueron atendiéndolas desde nuestras infancias y conforme fuimos creciendo, pueden convierten en patrones de vida desadaptativos llamados esquemas y modos (y son aprendidos, no inconscientes).
  • Los Modos son partes de nuestra personalidad que reflejan cómo aprendimos a cubrir éstas necesidades: un niño (vulnerable) al que no le dejaban jugar y divertirse en casa, puede ser un adulto que no sepa cómo manejar su estrés laboral.
  • Algunas recomendaciones para conocer y atender mis necesidades emocionales son:
  • Imaginarme de niño es una excelente forma de conectar con mis necesidades emocionales. Visualizar a un «yo» de niño permite notar eficientemente qué necesidades tengo y como atenderlas.
  • Preguntarme constantemente ¿qué Necesito/qué necesita mi pequeño «yo»? Un abrazo, tiempo de escucha, un consejo, compañía, tiempo de calidad, un proceso terapéutico, etc.
  • Actividades como ver películas de Disney, escuchar música de mis series favoritas, comer mi botana favorita, pedir un abrazo, soplar burbujas o jugar con mi mascota son actividades simples que ayudan mucho a conectarnos con nuestros modos infantiles. Dale permiso de salir a jugar de ves en cuando.
  • Tener claro cómo nos enseñaron a vivir las emociones. A veces al conocer la historia de vida de nuestros padres entendemos que no pudieron darnos todo. Sin embargo, es importante tener claro eso para poder convertirnos en el adulto que necesitábamos cuando éramos niños.
  • El proceso psicoterapéutico basado en evidencias (como la terapia de esquemas) siempre es la opción ideal para explorar y resolver problemas relacionados con nuestras necesidades emocionales, y problemas derivados, como Depresión y Ansiedad.
  • Como recomendación final, la película «mi encuentro conmigo» es una excelente forma de entender todo lo dicho anteriormente: un hombre se encuentra con un niño de 8 años que resulta ser él mismo, y conforme contacta con él, comienza a romper con patrones de vida y a reconectarse con aquello que siempre anhelaba hacer con su vida.

“Sin importar lo que hayas vivido hasta el momento, siempre busca convertirte en el adulto que necesitabas cuando eras niño”

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Terapia de aceptación y compromiso para superar la cuarentena

“Lo que más nos duele está cerca de lo que más nos importa”  Kirk Strosahl

 

La pandemia que estamos viviendo va a modificar muchas conductas de nuestro estilo de vida: trabajar, ir a la escuela, visitar a la familia, estar con la pareja, salir con los amigos en la noche, hacer la despensa, ir a plazas, «pueblear», salir a jugar y a hacer deporte. Intentamos adaptarnos a estas condiciones de cuarentena porque valoramos nuestra salud mental, y es que cuando algo amenaza nuestra integridad, lo natural es hacer algo al respecto.  Pero entonces, ¿Cuál es la mejor forma de vivir una situación adversa protegiendo mi salud mental y cómo es que al verse amenazada desencadena reacciones en mis emociones, recuerdos, conductas, sensaciones físicas, impulsos y pensamientos?


No hace mucho, vivimos una situación similar, recuerdo que en la contingencia del 2009 tuvimos dos semanas de resguardo y para proteger mi salud mental hice varias cosas, primero noté que estaba muy frustrado y aburrido, y como estrategias abrí mi facebook para estar en contacto con mis amigos, leí nuevamente 3 de mis libros favoritos de la saga de Harry Potter y desempolvamos los álbumes familiares, pasamos varios días con cerros de éstos en la sala, recordábamos nuestras aventuras familiares y otros momentos como el proceso que atravesamos cuando mi padre tuvo cáncer. Sin saberlo, estrategias como éstas fueron terapéuticas y nos permitieron mantener nuestra salud mental aquella cuarentena con todo y el malestar que provocó, ya que me mantuve conectado con mi familia y amigos por tener estas conductas de autocuidado.


Un requisito indispensable para mantener nuestra salud mental en tiempos de adversidad es la aceptación.
La aceptación implica:

 

  • Identificar que aquello que nos genera malestar está ahí.
  • Saber que la molestia que experimento está ahí para recordarme que hay cosas que me importan
  • Reconocer que de momento eliminarlo o cambiarlo no está bajo mi control.

Como menciona Kirk Strosahl, eminente psicólogo estadounidense, “Lo que más nos duele está cerca de lo que más nos importa”, dicho de otra forma: si algo nos duele (emocionalmente) de fondo hay algo que nos importa de por medio.


Recuerda que la aceptación no implica que me tenga que gustar o tengas que resignarte a sufrir, sino simplemente reconocer que está ahí, notar exactamente qué es lo que desencadena en mi: frustración, miedo, coraje, tristeza, recuerdos de cuando salía, impulsos por salir abrazar a la familia, pensar en “todo lo que estoy perdiendo”, etc.


En el mejor de los casos, la aceptación te lleve a realizar conductas comprometidas con estos valores, cosas muy sencillas que hasta, sin querer, pueden resultar terapéuticas, como hacer videollamadas con los familiares que tanto extrañamos.

La Terapia de Aceptación y Compromiso es un modelo en el que aprendemos a vivir una vida valiosa, significativa, plena, rica y memorable, eligiendo conductas que nos acerquen a este tipo de vida en las áreas más importantes (relaciones familiares, amigos, pareja, mascotas, trabajo, educación, ocio, espiritualidad, salud), integrando la aceptación de los momentos dolorosos, incómodos, frustrantes e incluso traumáticos, como parte de la vida.


Para promover nuestra salud mental, la terapia de aceptación y compromiso nos invita a tener conductas se encaminen a esta vida valiosa, especialmente en tiempos de adversidad, evitando conductas que sólo nos lleven a mitigar el malestar del momento.
¿Cómo?, te comparto aquí algunos ejercicios de la terapia de aceptación y compromiso que te pueden ser muy útiles:

 

  1. Identifica:
    ¿Cuáles son las personas, cosas o situaciones que más te importan?
    Tal vez respondas que tu familia, amigos, pareja, mascotas, trabajo, educación y aprendizajes, la recreación y ocio, la salud, la espiritualidad y la comunidad.
  2. Reconoce
    ¿Qué cualidades quiero cultivar en cada una de estas áreas de valor?
    Un hermano cercano, un hijo sincero, un amigo confidente, un ejemplo de honestidad para mis hijos, un trabajador dedicado, etc.
  3. Actúa
    ¿Qué conductas puedo tener para acercarme más a esta forma de vivir?
    Organizar la reunión familiar, hacer ejercicio todos los días, iniciar un hobbie o actividad placentera nueva, permitirme sentir frustración o tristeza, leer blogs (te recomiendo todos los que publicamos para ti en el IJPCC ), practicar de la meditación mindfulness (también tenemos muchas para ti aquí, te darás cuenta de que estas conductas promueven tu salud mental).


Como tip adicional te sugiero que imagines qué conductas estarías haciendo más y qué conductas dejarías de hacer si fueras la mejor versión de ti o tu yo ideal. Es de suma importancia recordar que nuestra biología está orientada en aliviar el dolor a corto plazo, por eso es que en estos tiempos de adversidad nuestra salud mental depende de la aceptación y apostar por una vida valiosa y significativa es un acto revolucionario de amor propio.

 

 

Psic. Gerardo Ramírez

Psicoterapeuta Cognitivo Conductual

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¿Qué es ser Psicólogo? por María Xesús Froxán

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Ser psicólogo es ser un profesional formado en Ciencia de la Conducta. Comenzar así un texto puede sonar pretencioso, pero considero fundamental aclarar desde el principio que la Psicología es una ciencia, con un objeto de estudio propio, la conducta. Una vez dicho esto, comienzan los problemas: ¿estarían todos los psicólogos de acuerdo en esta definición? La respuesta no es fácil, ya que probablemente sería afirmativa en cuanto a que es una disciplina científica pero no estarían de acuerdo en cuanto a su objeto de estudio, la conducta. Y esto es así porque el término conducta se malentiende en muchas ocasiones y parece que solo nos estamos refiriendo a lo que las personas hacen, a lo observable. No vamos a repetir aquí lo que está publicado en decenas de textos:

 

  • Conducta es lo que se hace, se dice, se piensa, se siente y debe ser analizada como interacción entre el organismo y el entorno.
  • La distinción “dentro/fuera” no tiene sentido en Psicología, desde el momento que lo de “dentro” es cualitativamente igual a lo de “fuera”, con la salvedad de que únicamente es accesible a un solo observador.
  • Una psicología científica no debe utilizar en la explicación de la conducta términos mentalistas, tan frecuentes en nuestro lenguaje cotidiano, para explicar el comportamiento.
  • Las explicaciones psicológicas deben hacerse en términos que apelen a procesos naturales, concretamente a los procesos de aprendizaje que ocurren en las interacciones del individuo en su contexto.

 

Como ya he comentado en otros lugares, los psicólogos se enfrentan a graves problemas en sus intentos de desarrollar una disciplina digna. En primer lugar, por lo que se refiere a su objeto de estudio, la conducta: siendo enormemente compleja forma parte de nuestro día a día, por lo que todo el mundo se considera capacitado para hablar sobre ella y explicarla (confundiendo las explicaciones normativas, puramente racionales, con las explicaciones nomológicas, causales).

 

En segundo lugar, por la identificación de lo psicológico con lo subjetivo, lo inobservable y, por tanto, imposible de estudiar científicamente. Y de nuevo aquí se incurre en confundir el lenguaje cotidiano con el lenguaje propio de una disciplina; como psicólogos que somos, estamos obligados a reivindicar el uso de los términos en su acepción técnica, que es distinta de la del lenguaje común. Desde el momento en que la conducta es una interacción y, por lo tanto, no tiene materia, nada puede subyacer a esta. Lo subjetivo es una conducta más, que se hace manifiesta para cualquier observador porque el emisor de esa conducta la comunica por algún canal inteligible para el receptor. Los factores sociales, culturales y ambientales (experiencia vital), los factores fisiológicos, la actividad cerebral y el riesgo genético influyen, en distintas proporciones y de distinta manera en el resultado conductual final, el problema de que se trate.

 

Y esto nos lleva al tercer gran problema de los psicólogos, que es dejarse arrastrar por la creencia – absolutamente errónea – de que para ser ciencia hay que ser Neurociencia.

 

En primer lugar, la explicación de la conducta humana como un epifenómeno de la actividad cerebral incurre en graves errores epistemológicos. Por una parte, la búsqueda de las bases biológicas de la conducta se desarrolla como un intento de evitar el dualismo mente-cuerpo, pero en absoluto supera el dualismo cartesiano sino que simplemente cambia el foco causal: no somos lo que somos como fruto de la mente sino como fruto del cerebro. Pero explicar un fenómeno – la conducta, que es una interacción – a partir de la actividad cerebral – una de las partes de uno de los elementos que intervienen en dicha interacción – implica un reduccionismo neurobiológico inadmisible, no solo desde el punto de vista epistemológico sino que hasta el momento actual no se han encontrado correlatos cerebrales que expliquen la conducta humana. Tomemos el ejemplo de la llamada “enfermedad mental”: aunque a nivel neuroquímico pueda haber algunas alteraciones que aparecen en los diversos trastornos estudiados, a día de hoy no se ha conseguido establecer ningún marcador biológico específico tras años de investigación sobre los sustratos neurales de la psicopatología.

 

No existe una sola prueba de ello, a lo sumo una serie de correlaciones entre actividad cerebral y conducta, pero una correlación nunca es causalidad. Y ello sin plantearnos si la alteración cerebral es la consecuencia del problema mental más que causa del mismo. Si la actividad cerebral está en continua modificación por la acción del aprendizaje y los eventos vitales, el foco de atención hay que ponerlo en el aprendizaje y cómo este se ve afectado (y a su vez afecta) tanto por los eventos vitales como por la propia actividad cerebral. La carga genética hay que considerarla como una variable disposicional y no causal. Las personas nacemos como una página en blanco sobre la que hay que escribir la vida: el tipo de papel, su rugosidad, el tipo de tinta, su adherencia al papel, la posición al escribir, el lápiz o bolígrafo que usemos… influyen en la facilidad o dificultad de la escritura, pero el papel seguiría permanentemente en blanco si no se escribe sobre él. Pues el papel es el equivalente a la carga genética y todos los demás elementos con los que se escribe son los factores que explican la escritura: eventos vitales, variables biológicas, factores educativos… Y ese conjunto, esa interacción entre papel y elementos que posibilitan la escritura, son los que dan como resultado un escrito u otro, un comportamiento u otro, una personalidad u otra, en definitiva, una persona u otra. Por ello cuanto más sepamos de los factores que interactúan para que ocurran los procesos de aprendizaje que determinan el comportamiento, más sabremos de por qué ocurre dicho comportamiento.

 

En resumen, el carácter científico de la Psicología no hay que buscarlo en el reduccionismo neurobiológico porque la parte orgánica de la conducta es eso, una parte y no la causa. La explicación de la conducta hay que buscarla en los procesos de condicionamiento, procesos dinámicos de cambio que siguen unas estrictas leyes estudiadas en los laboratorios de Análisis Experimental de la Conducta desde principios del siglo pasado. El proceso de aprendizaje es el proceso de las sucesivas modificaciones de las conductas a partir de las experiencias. La metodología para estudiar dicho proceso es estrictamente psicológica, es decir, no mecanicista y dirigida al estudio de las asociaciones por contigüidad temporal, a diferencia de las ciencias biológicas, que trabajan con asociaciones por contigüidad físico-espacial (nexos mecánicos), metodología inútil para la investigación en conducta.

 

La Psicología, precisamente por su objeto de estudio, puede ofrecer grandes aportaciones a la sociedad, que van mucho más allá del campo clínico. El estudio de la conducta es la clave para entender al ser humano y por eso los psicólogos, como especialistas que somos en ese campo, tenemos que poner nuestro conocimiento al servicio del desarrollo de sociedades más libres, justas e igualitarias. Ello implica exigirnos al máximo en cuanto a fundamentación teórica, claridad conceptual y conocimiento de las bases experimentales de la conducta humana. Como afirmaban los autores fundacionales de nuestra disciplina, un psicólogo es un científico del comportamiento.

 

 

Dra. María Xesús Froxán Parga

Directora del grupo de investigación Acoveo de la Universidad Autónoma de Madrid y el Instituto Terapéutico de Madrid (España).

violencia intrafamiliar

Violencia intrafamiliar en tiempos de COVID-19

A ti luchadora incansable…

La Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, la Sra. Dubravka Šimonović, en una declaración reciente el 27 de marzo de 2020 dijo que los esfuerzos para hacer frente a la actual crisis de salud podrían conducir a un aumento de la violencia doméstica contra las mujeres.

Para el 16 de abril del presente año el periódico “El Economista” reportó en una nota, que la violencia intrafamiliar en México en tiempos del COVID-19 había incrementado un 120%, 9 de cada 10 personas que son violentadas en el hogar son de mujeres, y 1 de cada 4 es testigo de otras mujeres violentadas. El 66% es por violencia física y 22% por violencia psicoemocional. Los datos fueron aportados a la Secretaría de Gobernación por parte del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México.

Por su parte, el representante del servicio de atención 911, Oscar Laguna, presentó cifras del comportamiento de llamadas en el país y detalló que el horario en el que se dispara la incidencia de llamadas de auxilio abarca de las 18:00 a las 04:00 de la mañana.

¿Pero que debemos entender por violencia intrafamiliar? ¿Cuáles son los tipos de esta violencia? Y ¿Cómo podemos hacerle frente? Te lo explico en los siguientes párrafos.

Violencia Intrafamiliar es todo tipo de abuso que ejerce un miembro de la familia hacia otro, puede ser generada por uno de los padres, los hijos o la pareja. Pero para que sea considerada violencia intrafamiliar debe ser una actitud violenta repetitiva y no un hecho aislado.

La violencia intrafamiliar puede ser de varios tipos:

Física: que incluye aventones, apretones, golpes, sujetar, encierros no voluntarios, etc. Es el tipo de violencia más fácil de reconocer por las huellas físicas que deja.

Psicológica: amenazas, insultos, chantajes, manipulaciones o descalificación que tiene como principal objetivo generar miedo y culpa para así lograr someter a la víctima. Este es el tipo de violencia más difícil de reconocer y sancionar, ya que no se puede observar a simple vista.

Sexual: cualquier acto de tocamiento, presión o acto involuntario en el ámbito sexual.

Económica: el privar de los servicios básicos hacia una persona, retirar el sustento, o bien el quitar los bienes de la víctima.

Para poder frenar o prevenir esta problemática es importante considerar las siguientes recomendaciones:

  1. No minimices los actos de violencia ni los justifiques.
  2. Acepta que vives violencia y deja que tus familiares y amigos se enteren de la situación para que generes una red de apoyo.
  3. Ser víctima de violencia no te hace más débil o menos capaz, permanecer en ella te lo hará creer cada día.
  4. Solicita ayuda profesional, ninguna persona que ha vivido violencia queda sin trauma, acepta y trabaja para superarlo.
  5. Date cuenta que eres más fuerte de lo que crees pues puedes soportar sacar adelante situaciones muy adversas como ésta.
  6. Nunca permitas que te culpen por recibir violencia, muchas veces permaneciste callada por vergüenza o por miedo, y tienes toda la razón del mundo en sentir miedo pues alguien está violentándote y generando sufrimiento en ti.
  7. Si es la primea vez que te ocurre establece límites claros y no des una segunda oportunidad si el agresor no atiende profesionalmente su problema de ejercer violencia.
  8. Actúa antes de que lleguen los golpes, si ya recibes violencia de otro tipo ten en cuenta que va a escalar y se hará cada día peor.
  9. La violencia incluye una etapa de tensión, una de explosión y una de reconciliación, permanece atenta y no caigas en el cuento de que solo fue una vez y que ya no va a volver a pasar.

Ni una pandemia, ni un problema psicológico o psiquiátrico justifica que vivas violencia. Nadie tiene derecho a lastimarte y tú tienes el poder de decir basta.

 

Mtro. Carlos Alberto Martín Mosqueda

Psicoterapeuta, Docente y Supervisor Clínico

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Estar bien requiere un esfuerzo constante

Hay momentos en la vida que nos ponen a prueba, las crisis tienen el potencial de sacar lo peor o lo mejor de nosotros, lo cual sin duda es una elección que cada uno hace; y no sólo estoy hablando de la crisis que actualmente estamos viviendo, estos momentos de prueba son una constante en nuestra vida, hasta en las situaciones más insignificantes y cotidianas puede ser así, y si nos dejamos ir por el “piloto automático” de nuestra mente, nos daremos cuenta de que esos pequeños momentos de “crisis” no necesariamente sacaron lo mejor de nosotros.

Seguramente notas que justo en los momentos en los que necesitas sacar la “artillería pesada de tus conocimientos positivos” (que has adquirido en un proceso terapéutico, en un libro, charla, capacitación o en tu reflexión) no lo logras,  y terminas actuando de la misma manera que si no tuvieras esos “conocimientos”.  Antes de que te regañes es importante que sepas que por alguna razón (que no discutiremos aquí) fuimos diseñados para tender hacia lo negativo: sentimientos, pensamientos, actitudes y conductas; las cuales muchas veces nos salvan la vida, pero también nos la entorpecen enormemente y terminamos autosaboteando nuestros más positivos anhelos y objetivos.

¿Pero por qué alguien en su sano juicio haría algo para  autosabotearse?, muy simple: por aprendizaje.

Todo lo que hacemos, lo hacemos por alguna razón, la cual no siempre es lógica, racional o conviene a nuestros objetivos, pero sin duda existe o existió (aunque en este momento por más que intentemos no sabemos cual puede ser), lo más importante es saber que hemos aprendido y reforzado a lo largo de nuestra vida algo que llamaremos “configuración predeterminada” (el nombre “técnico” es Esquemas) en nuestra mente, que se activa por “default” y nos lleva a funcionar en “loops” o ciclos de respuesta que se repiten una y otra vez, reforzándose cada vez que ocurren.

Es por eso que nos “cachamos” reclamándonos por haber actuado, pensado, sentido de la “misma manera que ya había dicho que no lo iba a hacer”, y que a la siguiente vez que se presenta una situación similar, ¡pum!… lo vuelvo a hacer.

Funcionar en estos ciclos es automático, nos genera un enorme desgaste pero “no nos requiere” esfuerzo, como decía lo hacemos “por default”. Sin embargo,  tendemos a pensar que cuando queremos cambiar todo esto, dicho cambio se dará en automático, y nada más alejado de la realidad.

Y aquí viene el gran descubrimiento: tenemos que “sudar” el bienestar, así es querido lector, si queremos estar bien tenemos que  esforzarnos, los pensamientos, conductas, actitudes y emociones positivas no siempre se dan automáticamente, en muchas ocasiones (por no decir siempre) hemos de hacer un esfuerzo consciente por tenerlas;  lo cual dista mucho de lo que hemos escuchado, aprendido y dado por hecho toda nuestra vida, porque tendemos a “condicionar” el bienestar esperándolo sin hacer nada al respecto (lo cual estaría padrísimo), a veces hasta “romantizándolo” porque “si lo busco, ya no vale”.

No pretendo dar una amplia explicación de lo hasta aquí compartido, pues es sólo una reflexión que hemos tenido muchos de mis pacientes y yo durante las sesiones de psicoterapia, el planteamiento de este blog pretende ser más práctico: si quieres estar bien, esfuérzate por conseguirlo.

No necesariamente es fácil y/o sencillo, pero ayuda mucho  reconocer que tenemos poder y control (hasta cierta medida) en lo que pensamos, sentimos y hacemos, y sobretodo en las decisiones que tomamos, no estoy hablando en un sentido “extremadamente optimista”, ni pretendo que creas que “Tú puedes hacerlo todo” (nadie puede hacerlo todo), lo que quiero decir es que está en ti, tu puedes hacer un esfuerzo, concentrarte y enfocarte en INCREMENTAR LA PROBABILIDAD DE ESTAR Y SENTIRTE BIEN.

¿Qué cosas hay que hacer? ¡Tú dime!, para cada uno es diferente: para algunos implica salir de la cama e ir a hacer un poco de ejercicio; tomar un “tiempo fuera” en lugar de explotar y gritar (cuando se sienten enojados), agendarse tiempo de descanso, ocio y recreación, pedir un abrazo cuando lo necesitan (no entiendo por qué algunos dicen que vale menos), escuchar mis pensamientos de preocupación y verme como la adulta que soy y darles calma, ¡hay miles de opciones!; encuentra las tuyas y empieza por una o dos que te brinden calma, bienestar y felicidad (que no necesariamente son alegría y euforia), sé conciente de que no siempre va a ser fácil, que algunas ocasiones tendrás que hacer un esfuerzo, que tu “piloto automático” saldrá y vas a tener que re-dirigirlo, ¡intentalo!

Muchas veces en el proceso, nos damos cuenta de que no podemos solos, necesitamos el apoyo de alguien más, a veces el hecho de tener este acompañamiento nos compromete al doble, un amigo, tu pareja o un familiar son buenas opciones; si no te funciona como tu necesitas, siempre puedes pedir el apoyo de un psicoterapeuta, es un profesional especialista en acompañar procesos de cambio de conductas, actitudes, pensamientos y creencias, qué mejor si el que elijas utiliza un enfoque basado en evidencia científica (como lo son los modelos cognitivo conductuales y contextuales), sin duda es la mejor inversión y pronto verás que estar bien, aunque te requiera esfuerzo empieza a ser más fácil.

 

Mtra. Laura Gómez-Llanos

Psicoterapeuta Cognitivo-Conductual

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Así es como se siente la vida: de colores

Soy psicóloga desde hace 11 años y suelo decir que lo que me acercó al IJPCC fue la necesidad de profesionalizarme para la atención psicosocial que estaba brindando a familias de personas desaparecidas. Esto es cierto, pero falta una gran parte de la historia.

Me encontraba arrastrando una depresión algo severa durante por lo menos 3 años de mi vida, cuando un día sentada en la sala de mi casa, colapsé por completo.  A veces y de manera paradójica, los psicólogos podemos resistirnos a ir a psicoterapia: no era mi caso. Había intentado dos procesos terapéuticos que parecían servirme por algunos meses, pero luego volvía la depresión y quizá con más fuerza, hasta regresaba con otras estrategias y herramientas nuevas y súper mejoradas.

Decidí que tendría que ir al psiquiatra y elegí una doctora de la cual me habían dado muy buenas referencias que además, podía atestiguar. Al llegar con ella, por supuesto que me confirmó mi diagnóstico de “Trastorno depresivo mayor recurrente, grave”, pero también me dijo que para que ella me tratara, sería indispensable asistir a psicoterapia de manera paralela (ningún gran descubrimiento hasta aquí). Me dio esperanza su recomendación: “te voy a canalizar con la mejor psicoterapeuta que conozco y estoy segura que debe ser una de las mejores de Guadalajara, sino es que del país”, nunca se me han olvidado esas palabras. Lo primero que pensé es que eso me iba a costar una millonada (he conocido psicoterapeutas que cobran hasta $1500 por sesión y seguro hay quienes cobran más) pero realmente había llegado a un punto donde todas mis relaciones y mi entorno estaban rotos o al menos gravemente afectados, así que algo haría para pagar el tratamiento.

Por supuesto que me puse a investigar acerca de la Mtra. Laura Gómez-Llanos y el Instituto Jalisciense de Psicoterapia Cognitivo Conductual, pensaba que un tercer proceso terapéutico fallido, sería devastador. Comencé mi proceso terapéutico y conocí la “Terapia Centrada en Esquemas” de Jeffrey Young y así poco a poco comencé a ver cómo mi vida iba cambiando.

Hubo un momento en el que con mucha vergüenza pero con plena confianza compartí en terapia: “Entonces así es como se siente la vida, de colores”.   Conforme transcurría mi proceso terapéutico, me enamoré de la Terapia Cognitivo Conductual y particularmente de la terapia de esquemas, quería saber todo sobre ellas y fue entonces que ingresé al Diplomado en Psicoterapia Cognitivo Conductual para adultos y luego al Diplomado en Psicoterapia Cognitivo Conductual para niños y adolescentes, además de asistir a cuanto entrenamiento podía. He tenido maestros maravillosos, me permiten y se permiten discutir y dialogar, retarme y apoyarme por igual.

El año pasado se abrió la Certificación Internacional en Terapia Centrada en Esquemas y por supuesto que no dudé en inscribirme. Las personas suelen decirme que con los cursos que he tomado ya podría haber estudiado una maestría y quizá tengan razón pero también es cierto que conozco pocas o ninguna maestría cognitivo-conductual con la calidad y nivel de los cursos que he tomado en el IJPCC. De cualquier forma, mi corazón sigue esperando el día en que se abra la oportunidad y pueda cursar esa maestría en el Instituto.

Hoy tengo el enorme honor de trabajar junto con mis maestros, de sentirme nerviosa al preguntarles algo en el pasillo y agradecida al recibir asesoría para atender algún caso complicado. Con el riesgo de leerme demasiado cursi, puedo decir que uno de los mejores regalos que he recibido de la vida es trabajar en el IJPCC.

Suelo decirles a mis pacientes que la terapia cambia vidas y lo digo desde el corazón y no desde el libro o el salón de clases. Me emociona profundamente ver a mis pacientes hablar acerca de sus esquemas y sus sesgos cognitivos, me reta acompañarles en su proceso de descubrimiento de los orígenes de lo que hoy les afecta y me descubro conmovida al verles avanzar y alcanzar sus objetivos terapéuticos, ya que sí sé lo que se siente volver a ver el mundo de colores.

Gracias Daniela por llevarme a Laura y gracias Laura por llevarme a éste mundo maravilloso lleno de colores.

Psic. Arely Rocha 

Psicoterapeuta Cognitivo-Conductual

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Ya lo había soñado

Hace 20 años ingresé por azar a la carrera de psicología, mi primer contacto Freud, no, definitivamente no, mi segundo contacto Skinner, lo amé desde el primer momento, si me iba a dedicar a esto ya sabía que enfoque tendría, EL MEJOR.

En aquellos años no existía una institución que formará en el enfoque, me prometí que algún día eso cambiaría. Para el año 2007 ya estaba estudiando la maestría en donde conocí a personas que se apasionaban con el mismo tema, hoy dos de esas compañeras son mis socias.

Mónica, Laura y una ex socia ya estábamos reunidos para echar a andar el proyecto en aquella tarde de febrero del 2011. Les dije: ya sé como quiero que se llame, Instituto Jalisciense de Psicoterapia Cognitivo Conductual, todas rieron y me dijeron ándele pues. Laura tomo como siempre la iniciativa y se puso a armar la página en redes, Mónica a su más fiel estilo nos organizó y la otra socia y yo pensábamos e iniciábamos con el armado de los programas educativos.

Abrir tu propia institución es un reto enorme en un país donde parece que abrir un bar o un antro es más sencillo que una escuela, así nos dijeron en licencias públicas, y es verdad, han sido 9 años de mucho esfuerzo.  Tomar el liderazgo y decir nosotros lo hacemos primero fue toda una osadía, abrimos el camino y con enorme gusto observamos que el enfoque crece, hay más instituciones y lo mejor, la población sale beneficiada pues ahora se pueden dar atenciones basadas en evidencia. Todo ha valido la pena, al equipo se han sumado personas increíbles que han aportado muchísimo, les tengo gran aprecio y me encanta aprender de mis ex alumnos, esos muchachos son ahora unos cracks a los cuales admiro.

Los 3 socios nos comunicamos todo el tiempo, alguna vez dijimos, es como estar casados los tres, nos tenemos que tolerar y sobrellevar día a día. Qué razón teníamos, a diario hay que pensar estrategias, organizar los pendientes, dejar tareas para cada uno y reportarnos los avances. Hemos aprendido a ser compasivos con nosotros mismos, a reinventarnos y hacer equipo a pesar de todo.

Hoy somos la Institución más prestigiada del occidente del país en cuanto a Terapia Cognitivo Conductual se refiere, brindamos atención psicoterapéutica, psiquiátrica, hacemos investigación y formamos psicólogos con la mejor calidad que nos es posible. Nuestro compromiso con la sociedad es enorme que hasta en los momentos de chispazos armamos alguna campaña para beneficiar a población vulnerable.

Cumplimos 9 años con este hermoso proyecto que tanto nos ha enseñado, me siento bendecido por poder haber sido capaz de lograr lo que había soñado.

Mtro. Carlos Alberto Martín Mosqueda 

Psicoterapeuta Cognitivo-Conductual