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Eres mejor Mamá de lo que piensas

Ser Mamá es para la mayoría de las mujeres el rol más complejo que nos toca vivir, el hecho de que no hay un parámetro claro de cómo “tenemos que” vivirlo, hay que aprenderlo y desarrollar un montón de habilidades, destrezas y capacidades que nunca antes fueron puestas a prueba, en algún momento  tenemos “fallas” o no cubrimos nuestras expectativas y concluimos que “no somos buenas Madres” o peor aún que “somos malas Madres”.

Prácticamente todas las Mamás con las que he hablado son “malas” o “no-tan-buenas” madres, charlas interminables de los retos de ser Mamás, de las alegrías, satisfacciones, los maravillosos momentos, los desvelos, los momentos de desesperación… me han ayudado identificar 3 conductas principales que nos hacen sentir así:

  • Auto-crítica: pareciera que el ser Mamá viene con un “chip” que hace que veamos con lupa nuestras acciones, pensamientos, actitudes, decisiones y todo lo que involucre a nuestros hijos. Nos encontramos con mayor frecuencia e intensidad identificando cosas que “hacemos mal” y los clásicos “deberías” que nos dictan cómo es que hay que actuar en todo momento, para que sea “perfecto”;  lo cual está padrísimo, queremos lo mejor para ellos, queremos eliminar la posibilidad de “efectos colaterales” de nuestros propios aprendizajes para que nuestros hijos sean siempre felices, no queremos “traumarlos” o “dañarlos” y por eso nos exigimos tanto, por eso queremos hacerlo perfecto;  sabemos que Mamá es una figura fundamental en el desarrollo psicológico-emocional-conductual de nuestros hijos (innegable) y sentimos todo el peso de nuestro rol y lo trascendente del mismo -completamente comprensible querer hacerlo perfecto- ¿el problema? No podemos hacerlo perfecto, simple y sencillamente, no es humano.
  • Culpabilización: esa “voz crítica” nos lleva casi siempre a sentirnos culpables, por miles de razones:  darse un baño largo cuando su bebé está llorando, tardarse 30 minutos más para llegar a casa con su hijo después del trabajo, elegir cesárea, dejarles ver TV,  dejarles comer dulces, no comprarles ese juguete, decirles que es hora de bañarse cuando estaban jugando tan agusto… una lista interminable de cosas  -aclarando que todas las que mencioné NO son conductas que “deban” generar culpa- , pareciera que esta “voz crítica” nos exige perfección y  nos hace sentir culpables por prácticamente todas (o la mayoría de) las decisiones que tomamos en la crianza y educación de nuestros hijos.
  • Renunciar: sobretodo a nuestras necesidades – que “per se” no tiene nada de “malo”, en muchas ocasiones “es parte del trabajo” y por tanto es necesario- pero con bastante frecuencia he notado que las Mamás renunciamos “de más” a nuestras necesidades (la responsable: la voz crítica y los deberías), dejamos de pedir que Papá o alguien más cuide a nuestros hijos para tener un tiempo para nosotras para platicar con amigas, tomarnos un café caliente, cortarnos el cabello, ir al doctor, dormir o descansar, atendernos en algún sentido. Obviamente esto incrementa nuestro cansancio y desgaste, muchas veces es causa de “depresión”, nos pone irritables… en fin, definitivamente hay renuncias que son innecesarias y no nos funcionan.

Demás está decir que NINGUNA Mamá quiere sentirse así, los factores del contexto como las expectativas sociales, las reglas y expectativas familiares y en la pareja, así como los aprendizajes personales hacen que A VECES nos “ciclemos” en formas de funcionar que definitivamente nos dificultan creernos la realidad: SOMOS BUENAS MADRES.

Prueba decírtelo con mayor frecuencia, muy probablemente algo cambie; aunque vayas contra lo que “sientes” en algunos momentos en que la “voz crítica” esté haciendo de las suyas, ERES BUENA MADRE porque:

  • Te importa serlo, así de fácil, hacer lo mejor posible en tu rol de Mamá, seguro es una prioridad para ti.
  • Te esfuerzas por serlo, cada cosa que haces, en cada momento, con los recursos (en todos los sentidos) que tienes en ese instante (no siempre podemos hacerlo al 100%).
  • No eres perfecta, ni tienes que serlo, eres humana y como tal tendrás muchas virtudes y defectos, aciertos y errores, momentos de calma y momentos de enojo, tu súper poder (y principal motivación para seguirlo intentando) es el amor que sientes por cada uno de tus hijos.

¿Qué puedes hacer para creerte que eres BUENA MAMÁ?


Me encantaría poder decirte con precisión lo que te ayudará, platicando con amigas y en terapia con mis clientas hemos podido descubrir sus formas, pero definitivamente cada una tiene su propia manera, sin embargo, tengo algunos «tips» que pueden ayudarte:

  • Calla a tu “voz crítica”: nos hace creer que ayuda, pero en realidad no, te nubla el pensamiento, te estresa, te pone ansiosa, genera confusión, dudas y culpas.
  • Escucha a tu “ Yo (pon tu nombre) Sabia”: puedes identificarla como “la mejor versión de ti”, una parte de tí equilibrada, justa, sabia, inteligente, calmada, que atiende a lo que tus hijos  necesitan, pero también a lo que TÚ necesitas, que va más allá de las exigencias, de los libros, de los «opinólogos». Esta parte de ti sabe (o puede aprender) a identificar, validar y cubrir lo que de verdad necesitas tú y tus hijos.
  • Recuerda: tus hijos necesitan una mamá satisfecha y feliz, a veces hay que tomarse un tiempo sin ellos para eso para atender lo que tú necesitas, a veces hay que cargarlos y abrazarlos más, a veces a quien tienes que atender es a tí misma.
  • Ten en cuenta: No hay otra Mamá como Tú, por lo tanto, las comparaciones y exigencias no aplican, así como no hay ningún otro niño o niña como los tuyos, todos son diferentes y especiales;  aplica también para las Mamás, medirnos y compararnos con otras no ayuda, el intercambio de ideas ayuda sólo en el sentido de conocer otras perspectivas para descubrir si algo funciona para nosotras y nuestra familia.
  • Pide apoyo: No tienes que saberlo todo, no tienes que resolverlo todo a la perfección, no tienes que hacerlo sola, pedir apoyo es lo más sabio que podemos hacer en momentos en que tenemos duda, estamos confundidas, cansadas, agobiadas, cuando no sabemos cómo afrontar una situación o qué hacer para criar de acuerdo con las propias convicciones a nuestros hijos.
  • No te obligues a disfrutarlo. Ser Mamá es difícil, en ocasiones MUY difícil, no es algo que tengas que disfrutar todo el tiempo, y eso no cambia el amor que sientes por tus hijos. Desde el embarazo existe una falsa creencia de que debemos estar “plenas” y sentirnos “dichosas”, y aunque está padrísimo porque hay momentos en que nos provocan esas sensaciones, hay otros que nos hacen sentir diferente y es totalmente válido, se vale decir que es difícil, que estás cansada, que es todo un reto, que necesitas ayuda, date permiso de sentir todo eso por un rato, si esas sensaciones son permanentes, tal vez es momento de pedir ayuda profesional e iniciar un proceso psicoterapéutico.
  • Haz una lista de las cosas que te hacen una “Buena Mamá” y tenla a la mano, durante un mes anota al menos una cosa en esa lista, no tienen que ser “cosas grandes”, date crédito por las cosas sencillas y  encontrarás muchas más razones de las que habías contemplado.

Intenta poner en práctica estas recomendaciones y probablemente notarás que te sientes más fuerte y motivada para afrontar -según tus convicciones y estilo de crianza- los momentos difíciles, sintiéndote más segura y satisfecha, fortaleciendo todas las “cosas buenas” que haces todos los días. 

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Mtra. Laura Gomez-Llanos

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Estoy embarazada ¿Es bueno ir al Psicólogo?

Las personas frecuentemente consideran ir a terapia antes, durante y después de hacer una transición de vida importante, me llama la atención que cuando se trata de la maternidad, pensar en ir al psicólogo no es tan común. 

 

Durante el embarazo a las mujeres se les aconseja que hagan ejercicio, cuiden su alimentación y acudan con algunos especialistas, pero no siempre se considera la psicoterapia como una parte importante de su régimen de atención prenatal, incluso en casos en que es necesario y  puede ser fundamental para llevar un buen embarazo, parto e inicio (o reinicio) de la maternidad.

 

El estigma social de la atención en salud mental a veces impide  pedir ayuda psicología o psiquiátrica, en uno de los momentos “más importantes” de la vida en el que la expectativa es que se viva “en plenitud”. El embarazo y la maternidad están asociados a una serie de cambios hormonales, fisiológicos, cognitivos y sociales. La falta de adaptación a estos cambios conduce a la aparición y/o cronificación de problemas psicológicos tales como la depresión, la ansiedad, el estrés, que muchas veces pasan desapercibidos.

 

Durante el embarazo son frecuentes, y totalmente normales, los sentimientos  ocasionales de depresión, suele haber ambivalencia emocional, es decir, la convivencia de momentos alternos de gran alegría y feliz expectación, con otros de miedos y dudas acerca de si se ha tomado la decisión correcta, de la capacidad  de asumir la responsabilidad o de la “revolución” que traerá a su vida el o la bebé.

 

Es un periodo de sensibilidad creciente, así como de gran vulnerabilidad, por lo que cobran vital importancia los cuidados facilitados por el entorno cercano, la pareja y la familia, así como por los profesionales del sistema de salud.

 

Si has pensado en que lo necesitas, pide ayuda, a pesar del miedo es lo más sabio y valiente que puedes hacer, el llevar un proceso terapéutico prenatal te ayudará a sentirte más segura y ayudará a esclarecer los objetivos como: 

  • Clarificar dudas y adaptarte mejor a los cambios que trae el embarazo.
  • Prepararte psicológicamente para el momento del nacimiento y el  postparto.
  • Atender dudas acerca de la relación madre-hijo y el desarrollo del bebé. 
  • Facilitar una mejor reincorporación laboral o adaptarte a la nueva dinámica del hogar desde un punto de vista psicológico/emocional.

“Los grandes cambios siempre vienen acompañados de una fuerte sacudida. No es el fin del mundo. Es el inicio de uno nuevo”. Autor Desconocido.

 

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Aceptación… más allá de la moda 

Cuando hablamos de “aceptación” es probable que pueda venir a nuestra mente un sinfín de ideas, una de las más comunes es que aceptar significa mantener una actitud pasiva ante alguna situación, el no movernos porque “ya no hay nada que hacer” o el simplemente aprender a “tolerar” aquellas cosas que no podemos cambiar. 

 

Estás formas de entender la aceptación, aunque comunes, no necesariamente explican la esencia de lo que desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT por sus siglas en inglés) entendemos por aceptación.

 

Desde ACT, podemos entender la aceptación cómo “postura y actitud de estar constantemente abiertos, con conciencia y disposición hacia con nuestra experiencia, para así, estar en contacto con aquellas experiencias internas desagradables” entendiendo a estas experiencias como pensamientos, emociones, recuerdos, sensaciones, etc. 

 

Es decir, el “problema” no es tener estos eventos internos, la mayoría de nosotros los experimentamos de manera frecuente, el eje de atención y donde radica realmente  el problema es cuando nos “atoramos” en el polo opuesto a la aceptación, la “no disposición” o renuencia a tener contacto con esos eventos internos, y para ello invertimos gran parte de nuestras vidas en evitarlos, disminuirlos y querer eliminarlos, produciendo con esta “lucha”, un efecto paradójico, en el cual se intensifica aquello que pretendemos eliminar, con esto nuestro “sufrimiento” se intensifica también y eso nos lleva a desconectamos de lo que realmente es importante. 

 

¿Puedes notar qué ocurre cuando intentamos eliminar o controlar nuestra experiencia? 

La “aceptación” es una pieza fundamental de lo que llamamos “salud mental” descrita en las terapias contextuales, ACT incluida, como “flexibilidad psicológica”, se refiere a “la disposición del sujeto en ponerse en contacto con su experiencia momento a momento, entendiendo que el movimiento hacia lo que es realmente valioso, podrá llevarnos a experimentar momentos dolorosos, o experimentar experiencias no tan agradables”; la idea central en ACT no es eliminar o disminuir los procesos de rigidez o inflexibilidad, más bien, es ampliar el repertorio de acción del sujeto, basado en los ejes de flexibilidad y lo que el cliente valora realmente en su vida. 

 

Acercarse a este tipo de visión no es necesariamente fácil, uno de los primeros pasos hacia la aceptación es darnos cuenta cuando no estamos siendo flexibles y abiertos hacia nuestra propia experiencia, tratar de evitar resistencias y “peleas” contra lo que de cualquier manera, en la realidad, está ocurriendo, puede ser de utilidad recordar que “el dolor es algo inevitable, es inherente al ser humano, sin embargo, el sufrimiento es opcional”. 

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Depresión: más allá de una etiqueta diagnóstica

Depresión: más allá de una etiqueta diagnóstica

 

Todos hemos escuchado alguna vez acerca de la depresión, y lo primero que podemos imaginar al escuchar este término es quizá a una persona desanimada, con la mirada triste y constantemente llorando, y probablemente algunas de las características antes descritas puedan presentarse en una persona “deprimida”, sin embargo ¿Tú qué entiendes por “depresión”? 

 

Lo que comúnmente entendemos como depresión se asocia con con sensación de tristeza, falta de ánimo o motivación para  realizar actividades, irritabilidad, problemas en el sueño y la alimentación; sin embargo, es importante mencionarte que la palabra “depresión” es únicamente una forma de entender algunas conductas que se presentan en “exceso” (aparecen mucho y no deberían aparecer tanto) y “déficit” (conductas que casi no aparecen, siendo ideal su constante aparición), las cuales provocan que las personas se alejen de sus ideales y  cosas valiosas e importantes para ellas y como resultado se presenta esta sensación de desmotivación y vacío. 

 

Con base en esto, en muchas ocasiones cuando hablamos de depresión no necesariamente se trata de una “enfermedad” o algo que esté mal en ti; sino de  una respuesta “natural” que se presenta ante situaciones difíciles y  producen malestar. En este sentido, las conductas que englobamos como  “depresión”, son  una forma de enfrentar estas situaciones estresantes; esto aunado a situaciones en las que hemos tenido pocas experiencias agradables, situaciones motivantes y la conciencia de qué es importante y valioso, más mucho contacto con situaciones “desfavorables” pueden intensificar las sensaciones de “depresión” o hacer que dure más tiempo.

¿Qué hacer?

Una forma potencialmente eficaz es retomar actividades que te gustan o gustaban hacer, incluso con actividades que no sabes si te van a gustar, pero en algún momento tuviste la inquietud de hacer, te llamaron la atención, puede parecer algo no relacionado o incluso un tanto complicado de hacer en este momento, pero vale la pena intentarlo. 

 

Además puedes plantearte alguna meta o propósito, no tiene que ser algo grande, pero si algo que para ti sea importante; la meta debe acercarte poco a poco (o mucho a mucho) a aquello que para ti es valioso, a la vida que quieres tener.

 

Dicho esto, el siguiente paso es realizar pequeñas acciones diarias que te acerquen a la meta, notarás eso que te hace sentir vivo o motivado; conviene llevar  un diario en el cual registres como te sientes al acercarte a estas actividades o el simple hecho de anotarlas ¿Qué emociones te produce? 

 

En muchas ocasiones la solución no es sencilla y desafortunadamente la depresión está presente en miles de personas a lo largo del mundo, ten la certeza de que no estás solo/a, existen alternativas para sentirte mejor, si llevas algún tiempo sintiendo este desánimo o tristeza es importante que consideres iniciar un proceso terapéutico. Si conoces de alguien que puede estar pasando por algo así, tu empatía y apoyo pueden ser de gran ayuda. 

 

Acércate a nosotros, en el IJPCC estaremos encantados de poder acompañarte.

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Cómo cuidar de tu salud mental en el trabajo

Para muchos de nosotros el trabajo es una parte importante en nuestras vidas, es de hecho en donde pasamos la mayor cantidad de tiempo, es de donde obtenemos nuestros ingresos y muchas veces el espacio en el que podemos establecer relaciones interpersonales. Tener un trabajo satisfactorio puede contribuir a nuestra salud y a mejorar nuestra calidad de vida. Sin embargo, estadísticamente el estrés laboral se encuentra entre las causas principales de ausentismo, además los índices de incapacidad laboral por problemas relacionados con la salud mental están al alza.

 

Por lo tanto, es de suma importancia tomar medidas que nos ayuden a mejorar nuestra salud y a incrementar la capacidad de hacer frente a las adversidades.

Aquí una pequeña guía que puede orientarte:

 

1. Reconoce y habla tus emociones: Contrario a lo que hemos aprendido, hablar acerca de nuestras emociones NO es signo de debilidad, de hecho, es una habilidad necesaria para mantener el equilibrio en los momentos en los que las exigencias en el contexto laboral aumentan. Identifica a alguien con quién puedas compartir lo que sientes.

 

2. Mantén una actividad física regular: No importa el ejercicio que elijas, lo necesario realmente es que puedas mantenerte en movimiento durante 30 minutos al día. Esto puede ayudarte a concentrarte mejor y a tener una mejor calidad de sueño; cosas que sin duda favorecen la productividad laboral.

 

3. Haz una pausa: Utiliza recordatorios en tu celular para hacer pequeñas pausas de salud; algunos estiramientos, respiraciones profundas, atender a tu respiración o escuchar una canción que te gusta, pueden ayudarte a transitar tu jornada laboral con éxito.

 

4. Respeta y haz respetar tus horarios de trabajo: Si la mayor parte de tu día estás “conectado” al trabajo, estás llevando la balanza a cosas que son muy importantes, pero estás olvidando aquellas personas, actividades y cosas que te ayudan a vivir emociones placenteras.

 

5. Pedir ayuda, ayuda: Evita el trabajo en solitario, aprender a pedir ayuda es una habilidad que puede proveerte de aprendizaje y sobre todo de una red de apoyo para estar en un ambiente laboral más saludable.

 

Además, toma en cuenta que los empleadores ahora están obligados a velar por lugares y ambientes de trabajo que cuiden la salud mental de sus colaboradores. Es necesario alzar la voz en este tema, lo más valioso en un entorno laboral es el recurso humano, la gente es la que hace posible los resultados.

 

El autocuidado es una habilidad que hay que entrenar, sin salud mental y física es prácticamente imposible lograr efectividad en el trabajo. La prioridad eres tú.

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Salud mental, ¿Realidad o utopía?

La subjetividad del concepto salud mental es algo preocupante, la mayoría de ocasiones se relaciona a condiciones de idoneidad, expectativas irreales y aspectos inobservables que dificulta que se determine que alguna persona ha alcanzado semejante condición. En muchas ocasiones hablamos de estados de equilibrio psicológico y emocional, de ambientes saludables, de pensamientos sanos y positivos, conceptos no operacionalizados que dejan al juicio de cada uno de nosotros el determinar cuando se han alcanzado.

 

La psicología no se acaba de poner de acuerdo para tener un único parámetro para determinar el estado de salud mental que alguna persona tiene, tenemos indicadores evaluativos que si bien no son definitivos nos orientan el cómo se encuentra algún sujeto al momento de ser evaluado.

 

La aproximación conductual podría establecer una ruta de salida para esta encrucijada, ya que al operacionalizar y definir la función de la conducta de acuerdo al contexto y las variables que la conforman, la salud mental sería visto como algo individualizado (ideográfico), algo que por fin sería acorde a cada circunstancia y dejaría de perseguir parámetros establecidos, en muchas ocasiones utópicos, que solo frustran tanto a clínicos como a individuos.

 

Podemos determinar a la salud mental entonces como una condición única y especifica que está en función del equilibrio del individuo y sus contextos, una circunstancia que no debe encajar con lineamientos universales o manuales de diagnóstico. La condición sería que cada persona este cercana a lo que le es valioso y le acerca a sus propias metas de vida, por la ruta que más le convenga y agrade, mientras no se ponga en riesgo ni perjudique su propio bienestar integral ni el de sus familiares y allegados.

 

Quizá bajo estos “parámetros” las estadísticas de personas sanas y con salud mental serían mucho mayores y las comparaciones y la frustración por no acercarse a semejantes niveles de idoneidad se reducirían, tendríamos entonces una condición más acorde a la realidad y más centrada en el individuo y no en lo global.

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Volver a la infancia: ¿Cómo aprendí a ser yo?

“Todas las personas mayores fueron al principio niños (aunque pocas de ellas lo recuerdan)”. Antoine de Saint-Exupéry 

¿Alguna vez te ha pasado o has escuchado de alguien que cuando está solo se siente «raro», le cuesta mucho o simplemente no puede?  o ¿Te ha resultado difícil saber de dónde viene esa necesidad de distraerte cuando te quedas solo en casa?

 

Cuando hablamos de salud mental hablamos de muchos aspectos relacionados al mundo interno de los seres humanos: el amor propio, el sentirnos capaces, nuestras creencias y pensamientos, la capacidad de relacionarnos con otros, nuestros valores y miedos, el emprender metas, regular nuestras emociones, entre muchas otras.

 

Sin embargo, ¿Es posible sentirse solo, aún estando rodeado de seres queridos? ¿qué influye en que una persona pueda tener dificultades para sentir que vive de forma plena? ¿Qué influye para que sufra fracasos amorosos o profesionales?

 

La respuesta está en algo que llamamos «necesidades emocionales». Son 5, son el resultado de numerosos estudios y numerosas conclusiones similares entre distintas teorías y corrientes psicológicas, y para entenderlas mejor debemos entender primero cómo aprendemos estos patrones que guían nuestras vidas.

 

Primero que nada, así como necesitamos dormir nuestras horas correspondientes, comer adecuadamente y hacer ejercicio para mantener el cuerpo sano, nuestra salud mental, a diferencia de lo que escuchamos o leemos, nuestro cuidado emocional no solamente consiste en buscar estar en un estado de “paz” permanente.

 

Depende en buena medida de las necesidades emocionales y cuando éstas no se cubren apropiadamente, comienzan los problemas emocionales. No estamos locos, sólo desarrollamos algo llamado esquema, una especie de lentes que hacen sentir, pensar, recordar, percibir el mundo y al futuro de forma sesgada, desadaptativa y que a la larga me genera constantemente sufrimiento.

 

Y, por si fuera poco, los seres humanos aprendemos a grandes rasgos mediante las consecuencias: lo que pasa inmediatamente después de que yo experimente o realice alguna acción determina qué tan probable es que pase nuevamente, o deje de suceder.

 

Por ejemplo, en muchas partes de México es bien sabido que llorar no es algo bien visto en los adultos (salvo en funerales o borracheras), y por lo tanto es poco probable ver a un adulto llorar en público, mientras que a ver a niños «haciendo berrinches» es relativamente normal para nosotros.

 

Por lo tanto, aprendemos a cubrir estas necesidades de acuerdo a cómo nos fueron enseñando (o no) desde niños, además de las experiencias que acumulamos conforme vamos creciendo, hasta tener una idea más o menos general sobre uno mismo, el mundo y el futuro. 

 

  • Conexión y Aceptación (Apego seguro), ésta al ser cubierta adecuadamente permite sentirnos, respaldados, unidos, aceptados y conectados con nosotros y quienes nos rodean. Que soy amado y perfecto al cual soy.
  • Autonomía y Competencia (sentido de identidad): La capacidad de reconocer mis capacidades, aptitudes, gustos, habilidades, deficiencias y particularidades, para por lo tanto diferenciarme del resto del mundo.
  • Capacidad de expresar emociones libremente: identificarlas y etiquetarlas, regularlas o manejarlas y manifestarlas de maneras funcionales. Por lo tanto, permite conectarme fácilmente con mis necesidades.
  • Espontaneidad y Juego: el saber descansar y separar el trabajo de la diversión, tiene que ver con nuestra capacidad de divertirnos, jugar, soñar, crear, pero también a consentirnos y a «dejarnos llevar por la corriente».
  • Límites realistas y Autocontrol: conocer cuáles son las cosas que podemos y no hacer a lo largo de la vida, así como el poder frenarnos y tolerar la frustración.

Ahora bien, si por ejemplo crecí con la expectativa (aprendida entre otras cosas por frases como «deber ser el mejor», «fallar es para débiles») de sobresalir en la escuela, sacar sólo 10’s, sin importar lo cansado que puede ser a veces, que es un espacio para socializar y explorar mis destrezas, y que probablemente alguna materia no sea de mi genuino interés, con el paso del tiempo puedo convertirme en una persona perfeccionista que difícilmente se permite descansar, provocando cuadros de depresión, ansiedad, o síndromes por estrés.

 

Para poder entender por qué nos puede estar costando tanto la cuarentena y algunos aspectos de mi vida en general, es importante voltear a revisar cómo me fueron enseñando a cubrir éstas necesidades, puesto que todos las tenemos y todos las cubrimos de alguna manera.

 

Y ese aprendizaje lo podemos elaborar mediante algo que llamamos «modos infantiles». Un Modo es una respuesta o reacción momentánea, que tenemos cuando no se cubre alguna de éstas necesidades. Por ejemplo, el modo «niño vulnerable”, aparece cuando nos sentimos tristes, expuestos, vacíos, abandonados, vulnerables, humillados, no queridos. Y de acuerdo a cómo nos trataron de pequeños es como aprendemos a tratar a nuestro niño vulnerable: atenderlo, cuidarlo, empoderarlo, pero también llegamos a evitarlo, minimizarlo, excusarlo, retarlo, presionarlo, castigarlo, ignorarlo, etc.

 

Para recapitular:

  • Todos tenemos 5 necesidades emocionales que es importante cubrir para lograr una vida plena: conexión y aceptación, autonomía y competencia, libre expresión de emociones, espontaneidad y juego, y limites realistas y autocontrol.
  • Si alguna de éstas necesidades no fueron atendiéndolas desde nuestras infancias y conforme fuimos creciendo, pueden convierten en patrones de vida desadaptativos llamados esquemas y modos (y son aprendidos, no inconscientes).
  • Los Modos son partes de nuestra personalidad que reflejan cómo aprendimos a cubrir éstas necesidades: un niño (vulnerable) al que no le dejaban jugar y divertirse en casa, puede ser un adulto que no sepa cómo manejar su estrés laboral.
  • Algunas recomendaciones para conocer y atender mis necesidades emocionales son:
  • Imaginarme de niño es una excelente forma de conectar con mis necesidades emocionales. Visualizar a un «yo» de niño permite notar eficientemente qué necesidades tengo y como atenderlas.
  • Preguntarme constantemente ¿qué Necesito/qué necesita mi pequeño «yo»? Un abrazo, tiempo de escucha, un consejo, compañía, tiempo de calidad, un proceso terapéutico, etc.
  • Actividades como ver películas de Disney, escuchar música de mis series favoritas, comer mi botana favorita, pedir un abrazo, soplar burbujas o jugar con mi mascota son actividades simples que ayudan mucho a conectarnos con nuestros modos infantiles. Dale permiso de salir a jugar de ves en cuando.
  • Tener claro cómo nos enseñaron a vivir las emociones. A veces al conocer la historia de vida de nuestros padres entendemos que no pudieron darnos todo. Sin embargo, es importante tener claro eso para poder convertirnos en el adulto que necesitábamos cuando éramos niños.
  • El proceso psicoterapéutico basado en evidencias (como la terapia de esquemas) siempre es la opción ideal para explorar y resolver problemas relacionados con nuestras necesidades emocionales, y problemas derivados, como Depresión y Ansiedad.
  • Como recomendación final, la película «mi encuentro conmigo» es una excelente forma de entender todo lo dicho anteriormente: un hombre se encuentra con un niño de 8 años que resulta ser él mismo, y conforme contacta con él, comienza a romper con patrones de vida y a reconectarse con aquello que siempre anhelaba hacer con su vida.

“Sin importar lo que hayas vivido hasta el momento, siempre busca convertirte en el adulto que necesitabas cuando eras niño”

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Terapia de aceptación y compromiso para superar la cuarentena

“Lo que más nos duele está cerca de lo que más nos importa”  Kirk Strosahl

 

La pandemia que estamos viviendo va a modificar muchas conductas de nuestro estilo de vida: trabajar, ir a la escuela, visitar a la familia, estar con la pareja, salir con los amigos en la noche, hacer la despensa, ir a plazas, «pueblear», salir a jugar y a hacer deporte. Intentamos adaptarnos a estas condiciones de cuarentena porque valoramos nuestra salud mental, y es que cuando algo amenaza nuestra integridad, lo natural es hacer algo al respecto.  Pero entonces, ¿Cuál es la mejor forma de vivir una situación adversa protegiendo mi salud mental y cómo es que al verse amenazada desencadena reacciones en mis emociones, recuerdos, conductas, sensaciones físicas, impulsos y pensamientos?


No hace mucho, vivimos una situación similar, recuerdo que en la contingencia del 2009 tuvimos dos semanas de resguardo y para proteger mi salud mental hice varias cosas, primero noté que estaba muy frustrado y aburrido, y como estrategias abrí mi facebook para estar en contacto con mis amigos, leí nuevamente 3 de mis libros favoritos de la saga de Harry Potter y desempolvamos los álbumes familiares, pasamos varios días con cerros de éstos en la sala, recordábamos nuestras aventuras familiares y otros momentos como el proceso que atravesamos cuando mi padre tuvo cáncer. Sin saberlo, estrategias como éstas fueron terapéuticas y nos permitieron mantener nuestra salud mental aquella cuarentena con todo y el malestar que provocó, ya que me mantuve conectado con mi familia y amigos por tener estas conductas de autocuidado.


Un requisito indispensable para mantener nuestra salud mental en tiempos de adversidad es la aceptación.
La aceptación implica:

 

  • Identificar que aquello que nos genera malestar está ahí.
  • Saber que la molestia que experimento está ahí para recordarme que hay cosas que me importan
  • Reconocer que de momento eliminarlo o cambiarlo no está bajo mi control.

Como menciona Kirk Strosahl, eminente psicólogo estadounidense, “Lo que más nos duele está cerca de lo que más nos importa”, dicho de otra forma: si algo nos duele (emocionalmente) de fondo hay algo que nos importa de por medio.


Recuerda que la aceptación no implica que me tenga que gustar o tengas que resignarte a sufrir, sino simplemente reconocer que está ahí, notar exactamente qué es lo que desencadena en mi: frustración, miedo, coraje, tristeza, recuerdos de cuando salía, impulsos por salir abrazar a la familia, pensar en “todo lo que estoy perdiendo”, etc.


En el mejor de los casos, la aceptación te lleve a realizar conductas comprometidas con estos valores, cosas muy sencillas que hasta, sin querer, pueden resultar terapéuticas, como hacer videollamadas con los familiares que tanto extrañamos.

La Terapia de Aceptación y Compromiso es un modelo en el que aprendemos a vivir una vida valiosa, significativa, plena, rica y memorable, eligiendo conductas que nos acerquen a este tipo de vida en las áreas más importantes (relaciones familiares, amigos, pareja, mascotas, trabajo, educación, ocio, espiritualidad, salud), integrando la aceptación de los momentos dolorosos, incómodos, frustrantes e incluso traumáticos, como parte de la vida.


Para promover nuestra salud mental, la terapia de aceptación y compromiso nos invita a tener conductas se encaminen a esta vida valiosa, especialmente en tiempos de adversidad, evitando conductas que sólo nos lleven a mitigar el malestar del momento.
¿Cómo?, te comparto aquí algunos ejercicios de la terapia de aceptación y compromiso que te pueden ser muy útiles:

 

  1. Identifica:
    ¿Cuáles son las personas, cosas o situaciones que más te importan?
    Tal vez respondas que tu familia, amigos, pareja, mascotas, trabajo, educación y aprendizajes, la recreación y ocio, la salud, la espiritualidad y la comunidad.
  2. Reconoce
    ¿Qué cualidades quiero cultivar en cada una de estas áreas de valor?
    Un hermano cercano, un hijo sincero, un amigo confidente, un ejemplo de honestidad para mis hijos, un trabajador dedicado, etc.
  3. Actúa
    ¿Qué conductas puedo tener para acercarme más a esta forma de vivir?
    Organizar la reunión familiar, hacer ejercicio todos los días, iniciar un hobbie o actividad placentera nueva, permitirme sentir frustración o tristeza, leer blogs (te recomiendo todos los que publicamos para ti en el IJPCC ), practicar de la meditación mindfulness (también tenemos muchas para ti aquí, te darás cuenta de que estas conductas promueven tu salud mental).


Como tip adicional te sugiero que imagines qué conductas estarías haciendo más y qué conductas dejarías de hacer si fueras la mejor versión de ti o tu yo ideal. Es de suma importancia recordar que nuestra biología está orientada en aliviar el dolor a corto plazo, por eso es que en estos tiempos de adversidad nuestra salud mental depende de la aceptación y apostar por una vida valiosa y significativa es un acto revolucionario de amor propio.

 

 

Psic. Gerardo Ramírez

Psicoterapeuta Cognitivo Conductual

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¿Qué es ser Psicólogo? por María Xesús Froxán

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Ser psicólogo es ser un profesional formado en Ciencia de la Conducta. Comenzar así un texto puede sonar pretencioso, pero considero fundamental aclarar desde el principio que la Psicología es una ciencia, con un objeto de estudio propio, la conducta. Una vez dicho esto, comienzan los problemas: ¿estarían todos los psicólogos de acuerdo en esta definición? La respuesta no es fácil, ya que probablemente sería afirmativa en cuanto a que es una disciplina científica pero no estarían de acuerdo en cuanto a su objeto de estudio, la conducta. Y esto es así porque el término conducta se malentiende en muchas ocasiones y parece que solo nos estamos refiriendo a lo que las personas hacen, a lo observable. No vamos a repetir aquí lo que está publicado en decenas de textos:

 

  • Conducta es lo que se hace, se dice, se piensa, se siente y debe ser analizada como interacción entre el organismo y el entorno.
  • La distinción “dentro/fuera” no tiene sentido en Psicología, desde el momento que lo de “dentro” es cualitativamente igual a lo de “fuera”, con la salvedad de que únicamente es accesible a un solo observador.
  • Una psicología científica no debe utilizar en la explicación de la conducta términos mentalistas, tan frecuentes en nuestro lenguaje cotidiano, para explicar el comportamiento.
  • Las explicaciones psicológicas deben hacerse en términos que apelen a procesos naturales, concretamente a los procesos de aprendizaje que ocurren en las interacciones del individuo en su contexto.

 

Como ya he comentado en otros lugares, los psicólogos se enfrentan a graves problemas en sus intentos de desarrollar una disciplina digna. En primer lugar, por lo que se refiere a su objeto de estudio, la conducta: siendo enormemente compleja forma parte de nuestro día a día, por lo que todo el mundo se considera capacitado para hablar sobre ella y explicarla (confundiendo las explicaciones normativas, puramente racionales, con las explicaciones nomológicas, causales).

 

En segundo lugar, por la identificación de lo psicológico con lo subjetivo, lo inobservable y, por tanto, imposible de estudiar científicamente. Y de nuevo aquí se incurre en confundir el lenguaje cotidiano con el lenguaje propio de una disciplina; como psicólogos que somos, estamos obligados a reivindicar el uso de los términos en su acepción técnica, que es distinta de la del lenguaje común. Desde el momento en que la conducta es una interacción y, por lo tanto, no tiene materia, nada puede subyacer a esta. Lo subjetivo es una conducta más, que se hace manifiesta para cualquier observador porque el emisor de esa conducta la comunica por algún canal inteligible para el receptor. Los factores sociales, culturales y ambientales (experiencia vital), los factores fisiológicos, la actividad cerebral y el riesgo genético influyen, en distintas proporciones y de distinta manera en el resultado conductual final, el problema de que se trate.

 

Y esto nos lleva al tercer gran problema de los psicólogos, que es dejarse arrastrar por la creencia – absolutamente errónea – de que para ser ciencia hay que ser Neurociencia.

 

En primer lugar, la explicación de la conducta humana como un epifenómeno de la actividad cerebral incurre en graves errores epistemológicos. Por una parte, la búsqueda de las bases biológicas de la conducta se desarrolla como un intento de evitar el dualismo mente-cuerpo, pero en absoluto supera el dualismo cartesiano sino que simplemente cambia el foco causal: no somos lo que somos como fruto de la mente sino como fruto del cerebro. Pero explicar un fenómeno – la conducta, que es una interacción – a partir de la actividad cerebral – una de las partes de uno de los elementos que intervienen en dicha interacción – implica un reduccionismo neurobiológico inadmisible, no solo desde el punto de vista epistemológico sino que hasta el momento actual no se han encontrado correlatos cerebrales que expliquen la conducta humana. Tomemos el ejemplo de la llamada “enfermedad mental”: aunque a nivel neuroquímico pueda haber algunas alteraciones que aparecen en los diversos trastornos estudiados, a día de hoy no se ha conseguido establecer ningún marcador biológico específico tras años de investigación sobre los sustratos neurales de la psicopatología.

 

No existe una sola prueba de ello, a lo sumo una serie de correlaciones entre actividad cerebral y conducta, pero una correlación nunca es causalidad. Y ello sin plantearnos si la alteración cerebral es la consecuencia del problema mental más que causa del mismo. Si la actividad cerebral está en continua modificación por la acción del aprendizaje y los eventos vitales, el foco de atención hay que ponerlo en el aprendizaje y cómo este se ve afectado (y a su vez afecta) tanto por los eventos vitales como por la propia actividad cerebral. La carga genética hay que considerarla como una variable disposicional y no causal. Las personas nacemos como una página en blanco sobre la que hay que escribir la vida: el tipo de papel, su rugosidad, el tipo de tinta, su adherencia al papel, la posición al escribir, el lápiz o bolígrafo que usemos… influyen en la facilidad o dificultad de la escritura, pero el papel seguiría permanentemente en blanco si no se escribe sobre él. Pues el papel es el equivalente a la carga genética y todos los demás elementos con los que se escribe son los factores que explican la escritura: eventos vitales, variables biológicas, factores educativos… Y ese conjunto, esa interacción entre papel y elementos que posibilitan la escritura, son los que dan como resultado un escrito u otro, un comportamiento u otro, una personalidad u otra, en definitiva, una persona u otra. Por ello cuanto más sepamos de los factores que interactúan para que ocurran los procesos de aprendizaje que determinan el comportamiento, más sabremos de por qué ocurre dicho comportamiento.

 

En resumen, el carácter científico de la Psicología no hay que buscarlo en el reduccionismo neurobiológico porque la parte orgánica de la conducta es eso, una parte y no la causa. La explicación de la conducta hay que buscarla en los procesos de condicionamiento, procesos dinámicos de cambio que siguen unas estrictas leyes estudiadas en los laboratorios de Análisis Experimental de la Conducta desde principios del siglo pasado. El proceso de aprendizaje es el proceso de las sucesivas modificaciones de las conductas a partir de las experiencias. La metodología para estudiar dicho proceso es estrictamente psicológica, es decir, no mecanicista y dirigida al estudio de las asociaciones por contigüidad temporal, a diferencia de las ciencias biológicas, que trabajan con asociaciones por contigüidad físico-espacial (nexos mecánicos), metodología inútil para la investigación en conducta.

 

La Psicología, precisamente por su objeto de estudio, puede ofrecer grandes aportaciones a la sociedad, que van mucho más allá del campo clínico. El estudio de la conducta es la clave para entender al ser humano y por eso los psicólogos, como especialistas que somos en ese campo, tenemos que poner nuestro conocimiento al servicio del desarrollo de sociedades más libres, justas e igualitarias. Ello implica exigirnos al máximo en cuanto a fundamentación teórica, claridad conceptual y conocimiento de las bases experimentales de la conducta humana. Como afirmaban los autores fundacionales de nuestra disciplina, un psicólogo es un científico del comportamiento.

 

 

Dra. María Xesús Froxán Parga

Directora del grupo de investigación Acoveo de la Universidad Autónoma de Madrid y el Instituto Terapéutico de Madrid (España).

violencia intrafamiliar

Violencia intrafamiliar en tiempos de COVID-19

A ti luchadora incansable…

La Relatora Especial de las Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, la Sra. Dubravka Šimonović, en una declaración reciente el 27 de marzo de 2020 dijo que los esfuerzos para hacer frente a la actual crisis de salud podrían conducir a un aumento de la violencia doméstica contra las mujeres.

Para el 16 de abril del presente año el periódico “El Economista” reportó en una nota, que la violencia intrafamiliar en México en tiempos del COVID-19 había incrementado un 120%, 9 de cada 10 personas que son violentadas en el hogar son de mujeres, y 1 de cada 4 es testigo de otras mujeres violentadas. El 66% es por violencia física y 22% por violencia psicoemocional. Los datos fueron aportados a la Secretaría de Gobernación por parte del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México.

Por su parte, el representante del servicio de atención 911, Oscar Laguna, presentó cifras del comportamiento de llamadas en el país y detalló que el horario en el que se dispara la incidencia de llamadas de auxilio abarca de las 18:00 a las 04:00 de la mañana.

¿Pero que debemos entender por violencia intrafamiliar? ¿Cuáles son los tipos de esta violencia? Y ¿Cómo podemos hacerle frente? Te lo explico en los siguientes párrafos.

Violencia Intrafamiliar es todo tipo de abuso que ejerce un miembro de la familia hacia otro, puede ser generada por uno de los padres, los hijos o la pareja. Pero para que sea considerada violencia intrafamiliar debe ser una actitud violenta repetitiva y no un hecho aislado.

La violencia intrafamiliar puede ser de varios tipos:

Física: que incluye aventones, apretones, golpes, sujetar, encierros no voluntarios, etc. Es el tipo de violencia más fácil de reconocer por las huellas físicas que deja.

Psicológica: amenazas, insultos, chantajes, manipulaciones o descalificación que tiene como principal objetivo generar miedo y culpa para así lograr someter a la víctima. Este es el tipo de violencia más difícil de reconocer y sancionar, ya que no se puede observar a simple vista.

Sexual: cualquier acto de tocamiento, presión o acto involuntario en el ámbito sexual.

Económica: el privar de los servicios básicos hacia una persona, retirar el sustento, o bien el quitar los bienes de la víctima.

Para poder frenar o prevenir esta problemática es importante considerar las siguientes recomendaciones:

  1. No minimices los actos de violencia ni los justifiques.
  2. Acepta que vives violencia y deja que tus familiares y amigos se enteren de la situación para que generes una red de apoyo.
  3. Ser víctima de violencia no te hace más débil o menos capaz, permanecer en ella te lo hará creer cada día.
  4. Solicita ayuda profesional, ninguna persona que ha vivido violencia queda sin trauma, acepta y trabaja para superarlo.
  5. Date cuenta que eres más fuerte de lo que crees pues puedes soportar sacar adelante situaciones muy adversas como ésta.
  6. Nunca permitas que te culpen por recibir violencia, muchas veces permaneciste callada por vergüenza o por miedo, y tienes toda la razón del mundo en sentir miedo pues alguien está violentándote y generando sufrimiento en ti.
  7. Si es la primea vez que te ocurre establece límites claros y no des una segunda oportunidad si el agresor no atiende profesionalmente su problema de ejercer violencia.
  8. Actúa antes de que lleguen los golpes, si ya recibes violencia de otro tipo ten en cuenta que va a escalar y se hará cada día peor.
  9. La violencia incluye una etapa de tensión, una de explosión y una de reconciliación, permanece atenta y no caigas en el cuento de que solo fue una vez y que ya no va a volver a pasar.

Ni una pandemia, ni un problema psicológico o psiquiátrico justifica que vivas violencia. Nadie tiene derecho a lastimarte y tú tienes el poder de decir basta.

 

Mtro. Carlos Alberto Martín Mosqueda

Psicoterapeuta, Docente y Supervisor Clínico